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Publica la Asociación Cultural "Rastro de la Historia".

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El Rastro de la Historia. NÚMERO CUATRO

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..de leche y miel

9, miércoles: Tiberíades- Magdala- Heptagegon- Cafarnaum.- Salgo caminando, temprano, hacia el norte, por la ribera del mar de Genesaret. Hace un calor enorme, rabioso, tan intenso como húmedo. Aunque el trayecto que quiero hacer no es largo, ni apenas desnivelado, resulta muy fatigoso andar bajo este sol. Rebaso Magdala, la vieja Tarichea: lugar de salazón del pescado, en donde la tradición sitúa el hogar de María Magdalena, y entro en el kibutz Ginnossar, en donde se conserva una barca pesquera del siglo I, que se encontró hace unos años medio enterrada en el suelo del lago, en sus inmediaciones. Nadie dice que fuera la de Pedro, pero bien podría ser y, en cualquier caso, sería la suya igual o parecida a ésta.

La barca hallada en Ginnossar y su maqueta

Exhiben una maqueta, enseñan los trabajos que han hecho para rescatarla indemne y la muestran, sostenida por unas sujeciones metálicas, en un espacio protegido, con temperatura y humedad controladas, en donde sigue, todavía, un largo y delicado proceso de secado. Buen trabajo han hecho los miembros de este kibutz, que se ve, por cierto, limpio, laborioso, ordenadísimo. En los kibutzim, hoy en día, trabajan sólo el tres por ciento de los israelíes, pero de ellos sale el doce por ciento del producto nacional bruto. Sus miembros son considerados como una especie de aristocracia civil, animados, todavía, por el espíritu pionero y entusiasta, están sobrerrepresentados en las instituciones del Estado. Entre sus miembros, me dicen, están los judíos más abiertos y comprensivos, los más favorables a un entendimiento pacífico con los palestinos, los más hostiles a la estrechez de los haredim y a la política de asentamientos. Paso al lado de la estación –más vigilada que un cuartel-  que extrae las aguas de Tiberíades para irrigar la llanura del Sharon y el desierto del Neguev. Esta extracción continua de aguas ha disminuido el caudal del Jordán, hasta el punto de que el nivel del Mar Muerto viene disminuyendo constantemente: tanto que hoy –se ve en las fotos tomadas desde los satélites- se ha dividido en dos, y ha nacido en su zona sur un espacio por el que se podría pasar a pie hasta Jordania. Siendo el agua evaporada del Mar Muerto el origen de las pocas lluvias de la región, si esto no se remedia, acaso estemos en los prolegómenos de una catástrofe ecológica de consecuencias enormes. Otra larga caminata y llego a Tabgha, la antigua Heptagegon -Sietefuentes, le dirían en Castilla- en donde se encuentra la iglesia que custodia el lugar en donde, según la tradición, se multiplicaron los panes y los peces. Allí está el tan conocido mosaico bizantino de los cinco panes y los dos peces, perteneciente al templo que visitó mi conciudadana, la gallega Egeria, en el siglo IV. Se experimenta emoción honda, si bien hacen lo posible por apagarla los grupos de turistas que se suceden, con un aire no mucho más respetuoso que el que guardarían si visitaran Disneylandia. A no muchos metros, Mensa Crhisti, donde se conmemora la primacía de Pedro, al pie de su presunto embarcadero, y una escalera en la que Jesús, dicen, habría puesto el pie. A la orilla del lago, una señora mexicana se mete hasta las rodillas y, santiguándose con el agua, me dice: -pues si esta agua no es bendita, ¿cuál va a serlo? Razón no le falta. Campo a través subo hasta la Basílica del Monte de las Bienaventuranzas, que no está en el monte en que Jesús las pronunció, sino un poco más arriba, en un lugar elegido con criterios puramente estéticos.

El templo donde se conmemoran las Bienaventuranzas

Bello lugar sí es. Postrado ante el sagrario, se encuentra un numeroso grupo de soldados polacos, adscritos a las fuerzas de la ONU que hacen tarea de interposición en la frontera libanesa. A la salida, una vez más, me encuentro a la piadosa japonesa de siempre. Una monja de Milán, viejita y parlanchina, me indica una senda por la que puedo bajar hasta Cafarnaum, ahorrando camino, a través de unas plataneras, y hasta allí me llego. Me recibe un seminarista hondureño, que bromea sobre si es o no verdad que Pedro negara tres veces al Señor en venganza por haber curado a su suegra, y me enseña las excavaciones, con detenimiento y ciencia. Igual que en Nazaret, hay certeza arqueológica de que esta fue la casa de Pedro.

Cafarnaum: las ruinas y el templo construido sobre ellas

La casa de San Pedro, según las hipótesis de los arqueólogos.

Aquí los primerísimos judeocristianos, los minim, levantaron muy tempranamente una iglesia-sinagoga, sobre cuyos restos se alzó un templo octogonal bizantino. A pocos metros, está la sinagoga alzada sobre el solar de aquélla en la que Jesús predicó. Me saludan un par de canónigos de San Agustín, suizos, que viajan en bicicleta, con los que me he venido cruzando en el camino. Me recibe el superior de los franciscanos de allá, Fray Pedro, montañés, quien me da cuenta de las tribulaciones de la peregrinación que, estrictamente a pie, hizo un sacerdote madrileño, el padre Enrique, y encajo con un grupo de simpáticos catalanes que, en su furgoneta alquilada, me devuelven contento, aunque agotado y maltrecho, al hospicio de Tiberíades.  

Jornadas:

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