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Publica la Asociación Cultural "Rastro de la Historia".

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El Rastro de la Historia. NÚMERO TRECE

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LA FORMACIÓN DE ELITES EN LA ESPAÑA DE FRANCO y

EL COLEGIO MAYOR “CÉSAR CARLOS”.

-Elías García de Santos-

La formación de las élites, de las minorías dirigentes fue uno de los primeros empeños de las monarquías nacionales y de su entorno sustentador, la aristocracia. En España fueron pioneros los jesuitas y sus colegios de nobles. Instituciones privadas, pertenecientes a la Iglesia y amparadas por el Estado eran quienes acogería a los pocos que descollaban en la época de desarrollo del capitalismo en el siglo XIX. Pero no imaginemos, por falso, que se daba un dualismo en donde la gran masa de la población se incluía en niveles básicos y obligatorios y una minoría de optimates lo hacía en los estudios superiores; tampoco estaba sobrada la instrucción elemental y en nuestro país la primera enseñanza obligatoria llegará tarde, con la Ley Moyano en 1857 y hasta la Ley Romanones no asumirá el Estado los gastos, bastantes menguados por cierto, del sueldo de los maestros.

Con la construcción decimonónica de los estados nacionales y la aparición de ideologías nuevas, surge la necesidad de creación de minorías selectas para asegurar los presupuestos ideológicos del que se nutren los Estados, ahora cada vez más en manos de la nueva clase burguesa. Se trata de una minoría perteneciente a las elites consolidadas e históricas con origen en esa incipiente burguesía emergente o a otras clases distinguidas por sangre o milicia que sienten la importancia del saber como medio de elevación social. En el escenario formador aparecen instituciones del Estado, universidades, dedicadas también a pocos y aparición de intenciones que se verán concretadas, no sin polémica y encontronazos, por parte de la Iglesia católica para crear sus propios centros formadores con pretensiones de homologación total.

Pero ese estado nacional que se va gestando en el siglo XIX, heredero de la Revolución francesa, va a vivir una transformación profunda al compás del desarrollo del tiempo y de la fábrica. La nueva clase de trabajadores industriales y la aparición de nuevas ideologías estructuradas, de unos movimientos organizados y subvertidores va a poner en la picota al propio Estado nacional. De la mano del principal crítico, de Carlos Marx, sabemos que la doble naturaleza Estado-Nación va a ser puesta en entredicho. El estado es un constructo teórico de las clases poderosas para oprimir a los humildes y la nación es una creación ideológico- simbólica cuyo fin vuelve a ser el sometimiento. El paso de la historia parece que va dando lógica y fuerza a esta nueva visión de lucha destructora de los desheredados. Pero quienes piensan en la necesidad del Estado como elemento coordinador imprescindible de la sociedad que anule la arbitrariedad de los poderes feudalizantes y en la nación como sustento histórico que da sentido a las colectividades no pueden permanecer impasibles. El erradicar las contradicciones que había visto crecer el estado-nación del liberalismo tendría una respuesta contundente. No se trataba sólo de imponer mediante la fuerza la desaparición de los elementos discrepantes. Bismarck lo intentó y fracasó. En un primer momento se había tratado de imbuir un estilo uniformador a las sociedades por el Estado liberal y, más adelante, en profundizar y asegurar la fidelidad al Estado allí donde triunfen estos estados nacionales no liberales y uno de los puntos clave será la formación del sentido nacional de los ciudadanos, lo que no era, evidentemente, ninguna novedad. Julia Varela no dudó en identificar a la escuela nacional saliente del XIX español, propia de un régimen liberal, como "fábrica de ciudadanos", pero se tratará con los nuevas formas emergentes de los estados con fuerza de crear una fábrica de patriotas, de apretar el acelerador doctrinal y de anular lo que se consideran doctrinas nocivas y disolventes. Por otra parte, estuvo también como presupuesto básico la formación de elites encargadas del relevo y depositarias del saber sagrado que constituye la ideología de estos nuevos modelos emergentes. Nuevas vestales no vírgenes que mantendrían las llamas de la pureza.

Tres ejemplos muy distintos aparecen en el siglo XX en Alemania, Rusia y España

El ejemplo alemán del nacional socialismo se materializó con la creación de los Ordensburg, edificios educativos anclados en fortalezas que se establecieron en Crössinsee en Prusia, Vogelsang en la cuenca del Rin y Sonthofen en Baviera y en donde tras un año de preparación en cada uno de los centros educativos entrarían los alumnos a formar parte de la clase dirigente del nacionalsocialismo. El número de admisiones cada curso era de mil personas y las edades comprendidas entre los veinte y los veintiséis años. Tras una preparación común en las dos primeras instituciones, era en la de Baviera donde perfilaban la vía profesional escogida. La titulación obtenida al final era la de junkers, hasta entonces título exclusivo de los hijos de la aristocracia, con lo que quedaba confirmada esta nueva clase dirigente.

El ejemplo soviético también resulta paradigmático. En el paraíso comunista de la sociedad sin clases, resultará diáfano que "Las clases sociales persisten, sin duda" como no vacila en afirmar el profesor García Garrido quien siguiendo a Inkeles, distingue tres grupos: la intelligentsia, la clase trabajadora y el campesinado que a su vez dieron lugar a diez escalones, presididos por la "elite dirigente" y por la "intelligentsia de nivel superior" que establecían una fortísima barrera con respecto a los otro ocho escalones inferiores. Quienes en su día, en la lucha universitaria no vacilamos en denunciar la opresión de la Unión Soviética al mismo tiempo que nos enfrentábamos al régimen de Franco, no vamos ahora, precisamente ahora, a desprestigiar todo lo que aquel régimen imperial de hierro y frío creó. En el ámbito de la cultura fue mucho y bueno, pero con castraciones y perversiones, con sufrimientos. Un sistema educativo que emparentaba con la época de los grandes zares con las debidas revisiones aplicadas por Lunacharsky y que debía no poco a la relación con lo francés, era ese su sino académico. No vamos a entrar en las sangrantes diferencias que a nivel de sueldos y sobre todo a nivel de oportunidades sociales y de consumos tenía la "intelligentsia" en relación con los demás, tan sólo nos interesa ver como allí, en la Unión Soviética se disponía de centros especializados para minorías en donde se daba la reproducción de la clase dirigente o pre-dirigente auspiciado en los tiempos de Stalin y Jruschev.

Las palabras de Voslensky transcritas por el profesor García Garrido en sus Sistemas educativos de hoy son concluyentes sobre el tema:

"En el momento del paso a la enseñanza superior, los hijos de los dignatarios no tienen que temer verse mezclados a la multitud de estudiantes ordinarios. Esta es la razón de ser de la Escuela Superior de Relaciones internacionales del Moscú. Allí reina un elitismo de casta del que no se encontraría probablemente mejor ejemplo que el antiguo cuerpo de la nobleza zarista.

Existe toda una serie de establecimientos reservados: la Escuela Superior del Partido, adscrita al Comité Central del PCUS; la Academia diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores, la Academia de Comercio Exterior, la Escuela Central del Konsomol, que dependía del Comité Central del Konsomol; la Academia Militar, la Escuela Superior del KGB y la Academia del Ministerio del Interior de la Unión Soviética. Algunos de estos establecimientos no admiten más que a candidatos que ya hayan terminado un ciclo de estudios y que posean una cierta experiencia del funcionamiento del Partido. Esta es la vía seguida por los hijos de la Nomenlkatura, que se preparan para ocupar puestos de responsabilidad en el interior de esta clase."

El gusto por los títulos universitarios está muy extendido en esas altas esferas, y esto es algo que se ha sabido tener en cuenta. A partir de 1947 existe en Moscú un establecimiento de enseñanza superior reservado a los nomenklaturistas que desean obtener un doctorado. Se trata de la Academia de Ciencias Sociales, dependiente del Comité Central del PCUS. Durante muchos años he sido miembro del Comité científico de esa institución, y puedo asegurar que en ninguna otra universidad se realizan tantos esfuerzos para trasegar al futuro doctor sus páginas de tesis".

España muestra rasgos diferentes porque ciertos guiños totalitarios pronto quedaron en la cuneta. No hubo un partido totalitario semejante al alemán, o al soviético e incluso en los momentos de máxima "tensión patriótica" hubo que compartir espacio con otros grupos o fuerzas, muy en especial con la iglesia católica que también era vivero espiritual de la gran mayoría de los "totalitarios". Por tanto, el referente aquí se convirtió en sucedáneo Los intentos de educación de la juventud en los patrones del nuevo estado, la de formación de formadores en redes suministradoras de la ideología del estado nacional o la de futuros intelectuales o profesionales, cobijados por las redes educativo asistenciales del régimen. La universidad, pretendidamente nacionalsindicalista, pero no debería servir para preparar a los distinguidos del nuevo Estado. La Ley de Ordenación Universitaria del 42, pretendidamente falangista, no sirvió precisamente para la formación de puntales de aquel estado. Y qué decir de ciertas facultades específicas para el adoctrinamiento y perpetuación del régimen, como la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, auténtico semillero de la oposición estudiantil al régimen. Fueron auténticos disparos los que le salieron al régimen por la culata y un caso evidente es el centro destinado a la preparación opositora de los mejores, a un Colegio Mayor “sui generis”, el César Carlos, destinado exclusivamente a post-graduados y teórico buque insignia de la particular "intelligentsia" hispana que rellenara en su momento los nodos clave de la "nomenklatura" española. Baldío intento como se comprobará en seguida. No era lo único, había otros centros del Movimiento o el caso del CSIC, calado por gente del ámbito del Opus Dei. Pero el César Carlos una joya que al paso del tiempo fue bisutería para el régimen. Para movilizar a la sociedad, principalmente a la juventud, estaban los maestros instructores y los oficiales instructores, pero en la cúspide, la materia gris rectora la debían aportan destacados futuros intelectuales cuya incubadora se situaba en la Moncloa madrileña.

Una acertada descripción literaria de qué era el César Carlos la podemos encontrar en El Cisne de Cisneros de Rodríguez Méndez:

"…El Colegio Mayor era una especie de palacete, no muy grande, pero imponente en el sentido de confortabilidad, apariencia y buen gusto. Con lejanas reminiscencias renacentistas subordinadas a su estructura funcional. Molduras sobre cristaleras hacia la crestería de la sierra. La estatua del augusto César Carlos, el escudo de Cisneros, el cisne con los rectángulos azules y blancos, emblemas del SEU y de una universidad complutense que sin renunciar a su pasado, se orientaba hacia la nueva sociedad sin clases" donde ningún talento habría de malograrse por causas económicas. Y su campo de césped británico y el jardín, breve pero estudiado hasta en el más mínimo detalle. Ramírez no pudo evitar- pese a estar acorchado, ante cualquier tipo de emoción- el lanzamiento de un suspiro ante la idea de verse huésped de un lugar tan idílico, tan acogedor…Pero, luego del suspiro, pensó que mucho mejor hubiera sido tal vez no haber visto semejante maravilla y poco faltó para que diera la vuelta y huyera rápido de semejante golosina. Sólo que no iba a perder las moneditas que se había gastado en el Metro. Así que empujó la puerta de cristales para enfrentarse a aquel conserje, uniforme ministerial, con aire de lacayo de palacete decimonónico, que muy amable le preguntó lo que deseaba…

Poco después, acomodado en el hall -a todas luces de estilo británico, con su mullida alfombra de club londinense, sus relojitos y estatuillas- mientras su carta caminaba al destino por mano de un conserje subordinado al primero, observaba el ir y venir, por el pasillo central, de algún apuesto mozarrón con atuendo deportivo, con raquetas de tenis y, también, el paso alegre de una doncella, vestida de blanco con cofia y todo, llevando en la bandeja el desayuno para un "colegial", y además sentía aquel calorcito tibio- la calefacción puesta al mínimo- y el olor aquel a tostada con mantequilla que parecía recorrer insidiosamente todos los ámbitos. Tanto fue así que Ramírez agradeció la larga antesala a que le sometió el director, con tal de poder disfrutar un poco de aquellos encantos.

O sea que cuando apareció el "director" con la carta en la mano, sacudiéndola en el aire con un gesto de desenfado, Ramírez le vio como al ángel que arrojó del Paraíso a nuestros primeros padres. Por lo demás, el muchacho, cara regordeta y gafas de gruesa montura, vestido con jersey deportivo y pantalón de franelilla intentaba ser jovial, simpático y camarada, cuando decía:

-Chico, cuánto lo siento, pero este curso ya está todo completo. Pero todo. Ya ves que esto es más bien pequeño. Te aseguro que bástete que te mande el camarada. Pero, imposible.

-¡Qué se le va a hacer, hombre!

-¿Tú qué oposiciones preparas?

Cuando Ramírez le dijo que preparaba oposiciones a "cátedra de instituto", el otro sonrió, movió la cabeza y dijo 

-Aquí, los que estamos, preparamos "cátedra universitaria" o "diplomacia"

-Ah, no sabía

-Díselo al camarada. Este colegio es para gente que prepara cátedra de Universidad, o ingreso en la Escuela Diplomática. Por eso hay pocas plazas y la cuota es algo más elevada que la de otros colegios…

-¿Y becas no tenéis?

-¡Qué va! Aquí no. Bueno hay un caso o dos. Ya te digo, esto está muy solicitado. Yo no puedo hacer nada, chaval. Lo siento. Debes buscar otro sitio: en el San Pablo, el Guadalupe, el José Antonio…

-Pero ¿ni remota posibilidad?

-Preparando cátedra de instituto ni pensarlo. Ya te digo que esto se destina a oposiciones a cátedra de Universidad o a la Escuela Diplomática. En tu caso, en plan graduado, yo intentaría el San Pablo"

Las palabras de Rodríguez Méndez se alejan de la realidad con olor a repollo y privaciones de la España de aquel tiempo. Quienes se acogían en este reducto de alfombras y relojes, atuendos deportivos, tostadas con mantequilla, servidumbre uniformada y calor disfrutaban de una isla de privilegio frente al común de los españolitos de a pie. Difícilmente podían sentir las privaciones, el desasosiego, la explotación inhumana y represora que el estado de excepción del capitalismo español de la época aplicaba a la sociedad española. Pienso que el aserto anterior se encuentra en los más ortodoxos cánones de la actual y única aceptada interpretación histórica sobre ese tiempo. Hay teóricos que opinarían que quienes de esos reductos de confort participaran no podían entender la explotación a que era sometida la clase trabajadora, por tanto difícilmente entenderían a la sociedad quienes se preparaban para dirigirla o la entenderían tan perfectamente que su situación de privilegio habrían de mantenerla después para confirmar lo existente, perpetuar dominantes y dominados.

Por otra parte, se ha divulgado la idea de que la única cultura y lo único válido a nivel científico estaba en el exilio o en la oposición. La realidad no muestra precisamente ese panorama. Junto a los consagrados, se preparaban cuadros con que llenar el próximo futuro. Cuando en 1951 se estableció el Plan Nacional de Formación Política del Sindicato Español Universitario, su preámbulo indicaba "Misión primordial del Sindicato Español Universitario, refrendado por la vigente Ley de Ordenación de la Universidad Española es llevar a la masa estudiantil la doctrina y la inquietud de la Falange…" En la normativa del Plan:"1.-Toda la actividad del Sindicato debe perseguir la triple finalidad de captación, selección y formación de los universitarios".

El programa de formación era preceptivo para: "1.-Los Colegios mayores del SEU, por cuanto su sostenimiento por el Sindicato sólo se justifica en razón de la formación falangista de sus colegiales y residentes"

Como pertenecientes a una elite quedaba separados de los cauces de adoctrinamiento normales para todos los españoles y para los específicamente voluntarios. Ellos serían los futuros configuradores del Estado nacional sindicalista surgido de la guerra, cabezas pensantes, aunque dada la trayectoria de muchos, ni ellos se enteraron ni el aparato formador del régimen se daba cuenta o acaso se daba verdadera cuenta de que la farsa necesitaba de escenarios, pero una vez acabada la representación cada uno podía hacer de su capa un sayo. Régimen de pape 

Supuesta la teórica formación falangista de los colegiales del César Carlos, no hay más que echar un vistazo a quienes de los ranchos del colegio comieron, de sus becas disfrutaron y de la plataforma que utilizaron para sus porvenires profesionales. Quizás no se acordaron ni en aquel confortable espacio de la condición exigida para estar allí, ¡cuánto más después¡ No fueron, en su gran mayoría, transmisores de la formación falangista tan rimbombantemente expresada en las disposiciones legales. Es asombroso pensar la densidad que el peso opositor al régimen estaba en aquellos que desde el César Carlos preparaban oposiciones. El famoso estado policiaco del franquismo demostraba su fino instinto. Y todo aquel tiempo, el ex escolar Gil de Biedma lo retrataría con admirable adhesión a quienes brindaban el patronazgo del colegio universitario: “Media España ocupaba España entera / con la vulgaridad, con el desprecio total del que es capaz, frente al vencido, / un intratable pueblo de cabreros... Y pasaban figuras mal vestidas/ de mujeres, cruzando como sombras, / solitarias mujeres adiestradas/ -viudas, hijas o esposas/ en los modos peores de ganar la vida/ y suplir a sus hombres. Por la noche, /las más hermosas sonreían/ a los más insolentes de los vencedores.”

Una amplia nómina en donde podemos hacer relación de eminentes juristas –algunos desaparecidos y otros trágicamente desaparecidos- historiadores, duques consortes, poetas, escritores, médicos, técnicos, políticos activos y diplomáticos. Podemos reseñar entre aquellos colegiales a Inocencio Arias Llamas, Manuel Alvar López, Efrén Borrajo Dacruz, Ramiro Campos Nordman, Manuel Fernández Álvarez, Jorge Jordana de Pozas Fuentes, Jesús Aguirre Ortiz de Zárate, Carlos Bousoño Prieto, Marino Barbero Santos, José Manuel Beiras Torrado, Manuel Broseta Pons, Pío Cabanillas Gayas, Manuel Cobo del Rosal, Elías Díaz García, Jaime García Añoveros, José Antonio García Trevijano Fos, Jaime Gil de Biedma y Alba, Lorenzo Martín Retortillo Baquer, Roberto Mesa Garrido, Raul Morodo Leoncio, Mariano Nicolás García, Jose Luis Pascual de Pobil, Juan Ramallo Massanet, Francisco Ruiz Ramón, Gonzalo Torrente Ballester, Aurelio Usón Calvo, Juan Luis de la Vallina Velarde... Sus currícula escapan a la brevedad de este artículo y pueden conocerse sin excesiva dificultad por cualquier interesado por la historia y como les será difícil encontrar en las mismas su antigua pertenencia al César Carlos queda ya dicha desde aquí.

Efren Borrajo

Efrén Borrajo,  Xosé-Manuel Beiras,  Carlos Bousoño, Inocencio Arias,  Torrente Ballester,  el Duque consorte de Alba:

fidelidad en algunos casos, adaptación y piruetas, en un sentido o en otro, los colegiales de aquel semillero de intelectuales falangistas que fue el "César Carlos" no han pasado desapercibidos en la historia más reciente de España

Hombre tan querido para la izquierda de verdad como era el insoportable Louis Althusser, no dudaba en afirmar que los aparatos ideológicos del Estado tienen como meta la reproducción de las relaciones de producción y que cada uno de ellos “concurre a este resultado en la forma que les propia”. El aparato ideológico escolar en sus más elevadas categorías con implicaciones directísimas para formar élites reproductoras le salió rana al franquismo. Muy pocos de los elegidos optaron por la reproducción ideológica en el benéfico supuesto que la hubiera. Quizás este hermeneuta del marxismo-leninismo tenía razón y al final los hijos no pródigos apartándose de los presupuestos teóricos del padrefranquismo consolidaron el afianzamiento de las relaciones de producción que ya estaban creadas y consolidadas. La paradoja lampedusiana volvía a repetirse.