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El Rastro de la Historia. NÚMERO DOCE

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FALANGE E IGLESIA

-Francisco Blanco -


A partir de la obra de Guy Hermet Los católicos en la España de Franco  y de la consulta a textos que hacen referencia al tema que aquí se trata, se ha elaborado una síntesis acerca de las relaciones entre la Falange y la Iglesia. Asimismo se han consultado fuentes primarias depositadas en el Archivo General de la Administración.


 

  Hablar de la Iglesia y la Falange requiere, de entrada, precisar. En propiedad, aquélla es la comunión de los fieles cristianos, con el mismo Cristo a la cabeza, presidida en la tierra por el Papa, su vicario. Y la Falange, en rigor, es el movimiento político fundado por José-Antonio Primo de Rivera, con la intención, en su expresión más precisa y poética, de implantar en España una justicia social profunda, para que, sobre esta base, los pueblos vuelvan a la supremacía de lo espiritual. En este trabajo, sin embargo, no nos referimos a una ni a otra en tan exactos e inexorables términos, sino en otros más pedestres y aproximativos: nos referimos a la Iglesia española más como estructura clerical que como comunión de fieles, y a la Falange, más como aquello que surgió de la guerra civil, que acaso todavía no se llamaba Movimiento, pero era ya el partido único de Franco, bien lejano ya de las purezas y las ortodoxias fundacionales, realidad poliédrica.

Si hay licencias poéticas, también acaso las pueda haber históricas, y nosotros las reclamamos para tratar nuestro asunto.  

Así vistas, puede decirse que tanto la Iglesia como la Falange, entendiendo por ellas su conjunto, fueron dos pilares fundamentales del franquismo. Jugó cada una baza distinta en el proceso político del régimen, pero quedó claro que mientras la Iglesia desarrollaba una estrategia mucho más pensada, la Falange (a la que en este trabajo aludimos como tal) no hizo más que plegarse a lo que su Jefe Nacional quiso que hiciera, y como comparsa suya funcionó hasta su muerte; aunque algunas actitudes contestatarias de falangistas aportaran rasgos de originalidad política que se distanciaba de la del Caudillo y fueron abortadas por su inconveniencia, bien con los tiempos internacionales por los que se producían, bien porque no entraban en los esquemas generales dominantes del régimen.  

Al final, lo que para algunos pudo parecer combate tuvo un vencedor claro. La corpulencia histórica de la Iglesia poco tenía que ver con la aparición fugaz de una pequeña agrupación política que por los azares de la guerra se catapultó a primera fuerza nominal en el seno del franquismo. Pero dichas así las cosas no puede entenderse que entre ambas fuerzas no hubiera lugares de entendimiento, más bien todo lo contrario. Incluso se dieron casos de "falangistización" de los católicos profesionales, sobre todo en los primeros tiempos. Fernando-María Castiella, Adolfo Muñoz Alonso, José-Mª Ruiz Gallardón o Enrique Jiménez Arnau sirven como botones de una muestra mucho más amplia.   

No fue infrecuente en aquellos tiempos que los órganos rectores de la Iglesia, al pretender controlar (compartir no se les hacía fácil) los resortes que hacen posibles la conformación de las mentalidades (propaganda y educación) hicieran surgir la desconfianza. Tal recelo era más por el temor de lo que pudiera ser que por lo que realmente era. Como apunta Ramón Serrano Suñer, "entre el clero con referencia a la "Falange", se habló más de una vez de estatolatría, de panteísmo hegeliano y de otras cosas análogas" . Desde luego, ninguno de los Ministros Secretarios del Movimiento o Viceministros (Vicesecretarios) en funciones, dieron pie a este tipo de desconfianzas. Hubo responsables de primera fila de la FET que provenían del profesionalismo católico, como ocurrió con Gamero del Castillo. El propio Ramón Serrano Suñer tenía su origen en las Juventudes de Acción Popular. Y los hubo, también, caso de José Luis Arrese, que reelaboraron la doctrina primitiva, por si alguna duda había, ajustándola a los moldes más ortodoxos posibles del catolicismo,  extirpando cualquier semilla de potencial disidencia, real o especulada.  

Posiblemente a la jerarquía eclesial le resultaban más cómodos los partidos confesionales, creados o inducidos por ella, o aquéllos en donde se hacía del catolicismo un título, pero de ahí a juzgar de panteización del Estado los presupuestos del falangismo había un abismo. Si acaso, muy al principio, núcleos reducidos de la Falange pudieron justificar, ante un estado de hipersensibilidad eclesial, la puesta en guardia de la Iglesia, pero pasado un breve espacio de tiempo, que no va más allá del año 42, tan solo quedaban algunos resabios trasnochados de totalitarismo (argumento acusatorio) en el interior de algunas parcelas dominadas por la FET; pero con referencia al fenómeno religioso tales actitudes eran inexistentes. E incluso en algunos de ellos, caso de Sección Femenina, si había algún resabio era de "totalitarismo católico" y no de otra especie.  

Falange unificada y catolicismo institucional español: dos inquilinos de un mismo edificio entre los que se suscitaban rencillas, por el control de las mismas parcelas. Esta competencia es la que provocaría algunas chispas.  

 

LA FALANGE DE PREGUERRA.  

Las figuras más destacadas que actuaron como ideólogos del conglomerado político que cuajó en el 1934 con la denominación de Falange Española y de las JONS, fueron Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma y José-Antonio Primo de Rivera.

Onésimo Redondo era un joven abogado de Valladolid, relacionado con los pequeños propietarios agrarios, muy influido por la idea corporativa católica, exalumno de los jesuitas y miembro de la ACNP. Su sindicato remolachero pertenecía a aquella línea de actuación fomentada por la Iglesia y por sus miembros seglares desde los finales del XIX y principios del XX, como valladar de contención con las agrupaciones obreras de izquierdas. Aquella provincia había sido la cuna de la primera Federación Provincial de Sindicatos Católicos, en el lejano 1912. Entroncaba, pues, el pensamiento de Redondo con la doctrina social de la Iglesia. Para Guy Hermet incluso, la posterior creación de los sindicatos falangistas CONS, debido al influjo de Redondo, no fueron sino una variante de los sindicatos católicos . Tal argumentación, que puede resultar una interpretación válida, no debe descuidar otros derroteros de las Centrales falangistas donde la influencia no se restringía solo a Redondo, ni a la Iglesia. En cualquier caso, el núcleo primitivo de acción de Onésimo fue Castilla la Vieja: dominio del campo, ausencia de irritantes contrastes en cuanto a la propiedad, y mentalidades fuertemente inspiradas por la Iglesia.

Ramiro Ledesma Ramos era una pieza de material distinto. Su formación filosófica hegeliana le condujo en aquellos años a una postura religiosa de agnosticismo. Ello no obstante, su pensamiento tenía en cuenta el respeto y la aceptación del papel fundamental que la Iglesia católica había tenido y tenía en España. Así, en la circular de Julio del 31 decía:

"No constituimos un partido confesional. Vemos en el catolicismo un manojo de valores espirituales que ayudarán eficazmente nuestro afán de reconstruir y vigorizar sobre auténticas bases españolas la existencia histórica de la Patria.."; aunque dejaba claro que "no aceptamos la disciplina política de la Iglesia”. 

En el Manifiesto de las JONS de noviembre del 31. al parecer por la influencia de Onésimo Redondo, con quien había llegado al acuerdo de unificación entre las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, JCAH y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, JONS, se incluyó un punto de mayor aproximación política: "máximo respeto a la tradición católica de nuestra raza. La espiritualidad y la cultura de España van enlazadas al prestigio de los valores religiosos" .

No parece que tal redacción, juzgada por algunos como aproximación a lo confesional, deba ser calificada de tal, habida cuenta de que el propio Redondo rechazaba la "confesionalidad" del Estado  El pensamiento de Ledesma acerca de la Iglesia Católica, que resultaba un tanto atípico, en contraste a los de Primo de Rivera y Redondo, llegaría a ser manipulado en la década de los sesenta y setenta por ciertos grupos de la Falange alternativa, que quisieron creer ver en él, invocando, entre otras razones, su frialdad hacia la Iglesia, el fermento revolucionario más potente de la Falange. Es decir: pretendieron identificar la revolución o lo revolucionario con la privación del sentimiento religioso o su contestación. No parece aventurado decir que en algo emparentaban con ese sentimiento anticlerical español del palo o la vela que sigue al cura en los vaivenes de la historia de España.

 Otra visión más "católica" sobre el pensamiento de Ledesma menguaba su innegable agnosticismo de aquellos años, contrastándolo con los últimos testimonios que de él se tienen. Y es que, según datos fiables, Ledesma acabaría encarando la muerte en el seno de la Iglesia. .  

La personalidad más importante, sin duda, de las tres, y la más influyente, fue la de José-Antonio Primo de Rivera. La faceta religiosa de éste se nos presenta con una claridad meridiana. Tanto su conducta personal como sus declaraciones políticas se insertaban, sin margen de duda, en el marco del catolicismo: "la interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera; pero es además, históricamente la española". 

 Del cristianismo en su vida personal dan amplio testimonio quienes le conocieron, y de ello queda huella en lo que al respecto han dejado escrito Ximénez de Sandoval, David Jato , Narciso Perales , o Alejandro Corniero .Una evidente confirmación de sus convicciones queda además en sus más sinceros escritos como, por ejemplo, en su testamento .

El estudio de la personalidad religiosa de José-Antonio ha sido objeto de un trabajo profundo de Cecilio de Miguel . Este autor ha analizado la religiosidad en las actuaciones del fundador de la Falange, evidenciando su devota vida religiosa, con seguimiento del rito y liturgia, práctica de la oración y frecuente lectura de las Escrituras, en una época en la que, por cierto, esos usos no eran nada frecuentes en seglares cultivados. Todo ello, por cierto, no obstaba para que las recomendaciones a los falangistas más tibiamente religiosos no pasaran de eso, de recomendaciones ("ni puedo, ni debo mandarlo como jefe")  La revisión de su perfil humano, de su carácter, de incluso su tarea profesional como abogado (no admitía causas de divorcio), le situaban plenamente dentro de la convencida militancia católica.

El único punto de vista de su teoría política susceptible de crítica, desde la perspectiva de la Iglesia, era aquél en donde se pedía la separación de la Iglesia y el Estado, fijado por norma programática de Falange Española. Antecedentes sobre el tema había en las enciclicas de León XIII Cum multa, Humanum genus; de Pío X Vehementer nos, y de Pío XI Dilectíssima Nobis, en donde se condenaba la separación completa entre Iglesia y Estado y pesaba la excomunión para los católicos que la apoyaran (Nous avons lù, de Pío XI contra Action Française o Non abbiamo bisogno, rectificando al fascismo italiano). Sin embargo, no hubo tal trato hacia la Falange porque en su ideario no se prescindía de la Iglesia en el comportamiento social sino que se le asignaba un papel tan relevante, como el del propio Estado, aunque de naturaleza distinta. Así al menos lo expresa Cecilio de Miguel en el texto de referencia.

La norma programática 25 de la Falange decía: "Nuestro movimiento incorpora el sentido católico‑de gloriosa tradición y predominante en España‑ a la reconstrucción nacional. La Iglesia y el Estado concordarán sus facultades respectivas, sin que se admita intromisión o actividad alguna que menoscabe la dignidad del Estado o la integridad nacional" .

Esta afirmación, que no jamás fue contestada por la Iglesia, se hubiera podido calificar como errónea si de ella se hubiera entendido que el Estado sometía a la Iglesia sin reconocerla sus derechos. La doctrina de la Iglesia en este asunto había quedado expuesta en la encíclica Inmortali Dei de León XIII, publicada en 1885, y en la anterior de Gregorio XVI, Mirari vos, que había visto la luz en 1832, en donde se arremetía contra los que querían separar Iglesia y Estado rompiendo la concordia. Esta idea de ruptura, obviamente, no aparecía en la idea subyacente a la norma programática citada. Pese a ello, aquella norma 25 sería aprovechada por algún destacado adherente falangista, como el marqués de la Eliseda (que claramente se había equivocado de localidad), para marcharse de la Falange. La justificación de su apartamiento amparándose en el no catolicismo de la Falange, fue respondida por José-Antonio de forma contundente:

"...la declaración sobre el problema religioso contenido en el punto 25 del programa de la Falange Española de las JONS coincide exactamente con la manera de entender el problema que tuvieron nuestros más preclaros y católicos reyes, y segundo, que la Iglesia tiene sus doctores para calificar el acierto de cada cual en materia religiosa; pero que desde luego, entre esos doctores no figura hasta ahora el marqués de la Eliseda".

En vísperas de la sublevación del 18 de Julio, José-Antonio se había manifestado en contra del nacionalcatolicismo, porque consideraba la tolerancia como norma inevitable y había mostrado su desacuerdo con las tendencias intransigentes de los carlistas y otros integristas ; no, evidentemente, en lo referido a sus creencias dogmáticas, sino en la proyección que de esas verdades hacían en su praxis política.

La separación Iglesia y Estado y la no confesionalidad resumían el planteamiento hacia la Iglesia-institución de la Falange primitiva. Ni el "intimismo religioso" de José-Antonio, ni el rechazo de los partidos "cristianos" eran patrimonio novedoso de Primo de Rivera.

En el pensamiento religioso de José-Antonio parecía pesar, si tenemos en cuenta la opinión de su amigo Serrano Suñer, un tipo de religiosidad más intimista, más privada. El que fuera Ministro de Interior y Exterior, emparentaba a Primo de Rivera más en la línea cristiana de Cruz y Raya de Bergamín que en ninguna otra. El desacuerdo con los partidos confesionales por parte de católicos no sólo se daba en España. En esa línea de creatividad cristiana se insertaba Emmanuel Mounier. Este pensador, crítico tanto del sistema comunista como de la democracias occidentales, cristiano militante, no dudaba en atacar a los partidos católicos o demócrata cristianos. La política confesional no entraba en el pensamiento de Mounier. "Es de toda la política, no solamente de la derecha, de donde Mounier entendía que había de disociar lo espiritual. Siempre se opondrá a los que por compensación se sientan tentados a asociar lo espiritual con la izquierda. Esto será uno de los ejes favoritos sobre los que girará su acción política, en lucha constante contra los que pretenden comprometer y confundir lo espiritual con lo temporal luchando para distinguirlos en una jerarquía de valores, ya sea con la derecha; con la Acción Francesa, El Eco de París y el general Castelneau, o con la izquierda como el autor de un folleto Socialistas porque somos cristianos, o con los animadores de la revista Tierra Nueva (cuya portada lleva la hoz y el martillo sobre una cruz, o incluso más cerca de nosotros con la Unión de cristianos progresistas". ¿Existe una política cristiana? se preguntaba Mounier en junio de 1934: su respuesta era negativa..."la experiencia ha demostrado que esos partidos confesionales traían como primer resultado, atraer la atención, devolver energías y fijar corazones satisfechos sobre "esta proyección sociológica de la religión que es su constante amenaza interior... Una acción concertada entre cristianos en el dominio temporal político no tendrá, por consiguiente, eficacia más que en un conjunto de juicios históricos y prácticas determinadas. Quizás reuniría una minoría de cristianos, unidos a los demás por la comunidad sobrenatural, que hará que no se encuentren solos en su idea política. Ellos habrán escogido por móviles cristianos, la creencia más conforme para ellos con la justicia, pero por razones personales que nunca comprometan al cristianismo..."

Hubo, dentro de España, quien no aceptó la proyección política de la Iglesia en partidos populares o demócratas cristianos. La postura eclesial llevada a la política quedaba puesta en entredicho por Miguel de Unamuno:"¿Qué es eso del cristianismo social? ¿Qué es eso del reinado social de Jesucristo, con que tanto nos marean los jesuitas?¿Qué tiene que ver la cristiandad , con la sociedad de aquí abajo , de la tierra? ¿Qué es eso de la democracia cristiana?  Quizá por ello, entre otras razones, Unamuno pasó a ser uno de los ideólogos de determinados falangistas y sujeto de crítica feroz por parte de la Iglesia.  

La crítica a los partidos confesionales estaba presente en Primo de Rivera. Hacia la CEDA tenía recelos por no intentar limar el anticlericalismo de la constitución del 31. Al mismo tiempo se enfrentaba a esa formación "católica" por su carácter político, inútil, pactista con los antiguos tragacuras del corrompido partido de Lerroux. Política aséptica que llevó al "bienio estúpido"  Nunca se atacó su creencia, a lo más, se echó en cara su sumisión al vaticanismo, su clericalismo de sacristía o la "robotización carente de sentimientos a que conducían algunos órganos del profesionalismo católico (Cfr. Arriba 28.03.35). La distinción entre fe viva y clericalismo precisaba de una diferenciación tan importante como difícil de entender en aquellos tiempos, y no es raro que se diera la confusión.

Hay autores de peso que vieron en la Falange primitiva versiones de ideas sociales pontificias. Stanley Payne considera que la doctrina católica del corporativismo presente en la Quadragesimo Anno, con enorme vaguedad, fue adoptada por la Falange con una variante del corporativismo católico a la que llamó nacionalsindicalismo . No obstante, poco apoyo tuvo entre las masas creyentes el pensamiento falangista, al que en medios clericales se consideraba muy radical  y no lo bastante católico. Núcleos integristas en algunas zonas de la geografia española o la variante más acomodaticia, más presentable, de la CEDA, significaban opciones más seductoras para la masa católica española, y a ellas se afiliarían, en vez de a la Falange ; aunque algún destello de filofascismo pudiera divisarse también en ellas, como el deslumbramiento por la Italia de la época, que había hecho mella en el lider católico Sánchez Juliá.

Sigfredo Hillers en su Ética y Estilo falangista afirma que la Iglesia católica, como depositaria de un cúmulo de verdades, no ha aceptado la utilización exclusiva ni excluyente de esas verdades en beneficio particular de una organización o de un grupo de personas . Pero, siendo cierta esta expresión, es también verdad que la promoción eclesial ha favorecido a determinadas líneas de actuación política de algunos católicos en detrimento de otros. Por tanto, hablar de "católicos", con referencia exclusiva a los miembros de la CEDA o AE y prolongar este vocablo en el régimen del general Franco con significado diferenciador, puede conducir al yerro, aunque en el vocabulario histórico haya quedado grabada tal calificación.

La idea que subyacía en la Falange era una idea católica y la Iglesia, que se sepa, no anatemizó la doctrina falangista. Pero en las sacristías florecían con más facilidad otras plantas políticas.

El espíritu religioso de la parte pensante de la Falange, de la Falange doctrinaria, era bien patente, sin que ello significara que tal aceptación fuera común a todos sus miembros.

Ocasionalmente, respecto del asunto religioso, pudo haber alguna postura personal de radicalismo laicista, más radicalismo verbal que otra cosa,  como resultó el caso de Angel Alcázar de Velasco. Pero si la hubo, no pasó de lo anecdótico.

Resulta interesante cotejar lo hasta ahora expuesto con el pensamiento expresado por un falangista de filas, Pérez de Cabo. Éste había elaborado algunos bosquejos doctrinales en los que José-Antonio encontró “lagunas doctrinales” y a los que calificó de “imprecisos” , pero con los que también había importantes coincidencias de pensamiento, como él mismo también confesó . La obra de Pérez de Cabo, de la que ya se ha hecho mención en Rastro de la Historia por su conocimiento del fenómeno de Iberoamérica y por su fusilamiento en 1942), llevaba por título Arriba España . Y su postura bien podía representar la de bastantes falangistas hacia la Iglesia en la etapa anterior a la guerra.

 

Admiraba Pérez de Cabo en la Iglesia la disciplina y el orden jerárquico "en que todo está previsto, todo está calculado"; el culto a la aristocracia: “a los cuadros de mando sólo pueden ir naturalmente, los que son dignos de ascenso por su capacidad y por su esfuerzo". Lo cual no obstaba para negar radicalmente el sometimiento: "esta admiración despierta nuestra simpatía, pero no somete nuestro Estado al imperio en que la Iglesia Católica consiste"  y "jamás por otra parte se pondrá el estado nacionalsindicalista al servicio del proselitismo eclesiástico" , misión que debe acometer la Iglesia. La religión tenía la consideración de sentimiento humano irrenunciables: "no hay verdadero falangista en el hombre que no siente y cultiva la emoción religiosa" . Acerca de la confesionalidad del Estado opinaba que éste "no puede tocar la cuestión de las confesiones, ni auxiliarlas ni perseguirlas mientras sus dogmas y su moral no sean contrarios a la existencia y a los fines imperiales del Estado nacional español" . Las afinidades con otros partidos nacionalistas extranjeros eran negadas en lo tocante al sentimiento religioso pues para Pérez de Cabo "estamos tan lejos del espíritu ateo‑católico proclamado por la Action Française de Charles Maurras como de la persecución a la Iglesia cristiana. Y aprovechamos esta oportunidad para proclamar que aborrecemos el neopaganismo por su carencia de sentido trágico y proscribimos el racismo por su carencia de sindéresis" . La moral del Estado falangista no tenía dudas ya "no puede ser otra que la moral católica. Catorce siglos gravitan sobre la conciencia del estado español, y la iluminan y transfiguran con la luz del Sermón de la Montaña. Menguado estadista el que desconozca la fuerza de ese factor histórico"  Con lo que se volvía a emparentar la religión no ya con la verdad filosófica sino también como resultado de una elaboración histórica.

Tras ver los perfiles que presentaba la Falange en su postura hacia la Iglesia, convendría también trazar algunos rasgos definitorios de ésta. La postura de la Iglesia católica tenía por bases de posicionamiento social, en la década de los 30, un marco muy similar al trazado por el Profesor Montero  en el comenzar del siglo, con la salvedad, de enorme importancia, surgida más tarde, de los partidos laicistas (entiéndase laicismo como anticlericalismo, no como condición laical, que es la propia de todos aquellos hijos de la Iglesia que no han hecho votos ni recibido órdenes). Este marco se definía en el plano político por una actitud antiliberalista, asumiendo sin embargo (a pesar de proyectos correctores) la teoría económica subyacente, es decir, el capitalismo. En la dinámica de relación con el Estado y los sectores sociales integrados en él, se apreciaba una actitud integrista con rechazo expreso del aconfesionalismo y de la colaboración con los no católicos. Por el contrario, se daba una tradición de convergencias entre el catolicismo social y el reformismo conservador. En lo referido al intervencionismo estatal, éste no era aceptado por los núcleos más reaccionarios, aunque mayoritariamente no resultaba contradictorio, habida cuenta que la tradición intervencionista del nacionalismo décimononico, prolongada en la Dictadura de Primo de Rivera, era un proceso ya conocido y soportable.

No sin licencias cabe encontrar, en la Iglesia en España, tres núcleos: la Iglesia catalana, la vasca y la propiamente española (configuración regional que requeriría muy necesarios matices: tanto el cardenal Gomá como el cardenal Plà y Deniel, primados de la Iglesia española y colaboradores en primera línea del alzamiento de Franco, eran catalanes), una figura de enorme relieve: el Cardenal Primado y una cúpula dirigente de obispos o metropolitanos, que asumían una visión eminentemente conservadora.

En este marco, por mucho que la Falange participara de la cosmovisión católica, no resultaba fácil la sintonía entre la modernidad de algunos de sus postulados y los aquellos inquilinos incuestionablemente reaccionarios del edificio de la Iglesia. Ello era determinante del olvido de la opción falangista como opción anhelable.

A pesar del poco entusiasmo del catolicismo oficial hacia la Falange, los acontecimientos políticos iban a traer importantes variaciones en el comportamiento seguido hasta entonces. A partir de febrero del 36 y como consecuencia del triunfo del Frente Popular, se produjo un considerable trasvase de las Juventudes de la CEDA hacia la Falange. Y no parece que fueran determinantes de ese trasiego aquellos conatos de ataques y presiones que, según Hermes  se dieron por parte de los estudiantes falangistas y carlistas contra la Confederación de Estudiantes Católicos, alineada con la tendencia moderada de la CEDA, para lograr la ruptura de su inercia en unos momentos que exigían mayor dinamismo.

Ramón Serrano Suñer dejó patente en las charlas de El Escorial la profunda antipatía que experimentaba José-Antonio hacia aquella agrupación estudiantil. Y resulta creíble que personalidades falangistas bien vistas desde la derecha, como Giménez Caballero u Onésimo Redondo, ayudaran a la radicalización de las JAP y a su masiva entrada en aquella Falange de preguerra, ya acéfala. La Falange se presentaba entonces como tabla de salvación, última trinchera de resistencia, para no pocos católicos atemorizados

 

Parece que fueron impulsos políticos y no de credo religioso los que motivaron el traslado de una formación a otra. Aunque, en pura lógica, algunos tratadistas del tema, hayan visto más correcto -por coherencia lógica- el marco de la Falange como más idóneo para el quehacer político de los católicos con inquietudes, que su encuadre en otras formaciones. En esa línea de pensamiento, Salvador de Brocá afirmaba que "la Falange era el único grupo que aunaba la modernidad consciente de su programa con la atención cuidadosa a la tradición nacional y con fidelidad a la interpretación católica de la vida" .

No obstante, en aquellos meses de desconcierto y violencia desatada, debió resultar más convincente para los trasvasados la belicosidad falangista que el descubrimiento "intelectual" del catolicismo de la Falange.

FALANGE E IGLESIA DESPUÉS DE JULIO DEL 36.-

La identificación del régimen de Franco con la Iglesia, y el aliento de ésta al mantenimiento del Estado surgido el 18 de Julio (recuérdese la Pastoral del 37) ha sido la causa de que la gran mayoría de los tratados con referencia al período franquista refieran ese maridaje Iglesia‑Estado como una conjunción en donde se reflejan tímidamente las fisuras. El Profesor Tusell, en un intento de acreditación eclesial ante el repugnante francofascismo, revisaba esta formulación tradicional:

"Sin embargo, es muy fácil exagerar la identidad existente entre Estado e Iglesia, entre otros motivos porque bien clara resulta esta identificación en la documentación más fácilmente disponible y de manera especial en la prensa y en la propia experiencia vivida en aquellos momentos. El hecho de insistir en la identidad nacional‑católica de todos los sectores agrupados en torno al caudillaje de Franco no nos puede, sin embargo, inducir a creer que no hubiera tensiones. Por el contrario, estas existieron y fueron, además, en algún momento, graves" .

Tendríamos por tanto que, junto a una clara línea de colaboración, ha de admitirse que hubo desacuerdos dentro de la dinámica de relación entre la Iglesia y Estado. Por lo que aquí concierne el estudio se centra con el Partido Único (el que, a partir de abril del 39, se llamó FET y de las JONS), como integrante del Estado, y la Iglesia católica.

 

Las hipotéticas discrepancias doctrinales no obstaculizaron que algunos sacerdotes alentaran, ya en tiempos de guerra, una política de conjunción con la Falange. Esa línea que presentaba muchos y variados nombres tiene su arranque de manera pública con Fermín Yzurdiaga, antiguo capellán de la ACNP de Pamplona y director del primer diario de la Falange, el Arriba España, y, después, de la revista Jerarquía. El padre Yzurdiaga, nombrado por el Jefe Nacional del Movimiento consejero nacional del FET, se vería privado del reglamentario permiso de su obispo para acudir a las sesiones del Primer Consejo Nacional celebrado en el Monastario de las Huelgas Reales de Burgos, y pronto sería destituido de su cargo de responsabilidad por presiones. El recelo episcopal ante la decidida participación política se hacía a pesar de que el núcleo falangista de Pamplona no presentaba el temido totalitarismo achacado a otros centros falangistas. El Profesor Suárez entiende que los núcleos fuertes del propagandismo de la Falange, ubicados en torno a Salamanca, Pamplona y Valladolid, no reflejaban, salvo este último, ninguna proclividad al nazismo.

No resultó casual la elección de Pamplona, núcleo del carlismo, como lugar para la publicación del Arriba España. En aquella ciudad, refugio de los obispos de Vitoria, Córdoba, Valencia y Toledo "los falangistas intentaban eliminar sospechas sobre su ortodoxia e insertarse en el sentido confesional del requeté" , aunque –cosas de la época- lo mismo formaban una escuadra de honores para el Cardenal Primado que amenazaban de fusilarle con ella por el desaire recibido del Prelado .

A pesar de ese cambio de modales surgieron algunos roces, por el crudo planteamiento falangista de la cuestión social, entre el Diario de Navarra, y es que éste –grave pecado para algunos chapelgorris- había dado trabajo a antiguos afiliados a sectores de izquierda.

Los tradicionalistas recelaban de la religiosidad, ahora tan manifiesta, de la Falange, y más la achacaban a un panteismo poético que a la ortodoxia católica.

El Arriba España utilizaba una trama argumental que, si bien no se contradecía con la etapa anterior falangista, sí enfatizba fervores poco usuales hasta entonces. Se mostraba interesado en demostrar la búsqueda del cristianismo por parte de la Falange y en su proclamación de catolicismo, en defender la restauración de la Compañía de Jesús y en la necesidad de colaboración de la Iglesia con el Estado. Lo que luego se denominará como nacionalcatolicismo pudo tener en esta publicación un punto de arranque histórico. En aquel cargado ambiente de Pamplona, magistralmente descrito por Rafael García Serrano en La Gran esperanza, resulta difícil comprender la referencia de que la Falange acusaba a Monseñor Olaechea (que se había negado a bendecir sus banderas de voluntarios que partían hacia el frente) de mostrar simpatías con los socialistas . Más convincente resulta la argumentación contraria, es decir, la acusación de la infiltración de ideas y hombres de la izquierdas o sin escrúpulos en las crecidas filas falangistas. Táctica habitual seguida por los sectores conservadores y no carente en algunos casos de pruebas para ello .

A las múltiples y conocidas acusaciones sobre la infiltración de "rojos" en la Falange, carta del Conde de los Andes al General Franco en donde le decía acerca de la Falange:" más adelante, y sin que nadie pudiera evitarlo, los rojos vencidos hallaron causa explicable en esta ideología".  y queja del jefe local de la Falange del Valle del Mena en Burgos de ser tachados de rojos por los elementos reaccionarios de la provincia

El miedo a la contaminación de la Falange o de la idea que cada cual pudiera tener de ella, no sólo era patrimonio de falangistas puros o auténticos, o de sectores tradicionalistas, El cardenal Gomá, en Octubre de 1936 había mostrado a monseñor Pacelli su preocupación porque en la Falange se "estaban acogiendo.. muchos aventureros, o ventajistas, o indiferentes" . Pero es que a la Falange, como tabla de salvación, se arrimaban muchas gentes que no podían demostrar su "pureza de sangre"; para estos nuevos advenedizos ya se prepararía con el tiempo la depuración correspondiente. Si antes de la guerra y en los primeros meses del conflicto fueron gentes de CEDA y JAP, ahora arribaban personajes de otros bandos, incluso sacerdotes afines al nacionalismo vasco que, para evitar el exilio, se hicieron falangistas 

Para el Cardenal Primado, los falangistas tenían considerable fondo de fe cristiana y sentido de la Patria, pero le preocupaban las influencias totalitarias y los muchos sindicalistas y socialistas que estaban entrando en sus formaciones. Había miedo al contagio, lo que no era extraño, dada la corta edad, la naturaleza infantil de aquella Falange descabezada y la admiración no muy informada que algunos experimentaban hacia ciertas experiencias con base en Alemania. Más que nada, un ejercicio de simbolización, de proyección mental sobre un fenómeno deslumbrante. Pero esas reticencias están más que demostradas. El Profesor Suárez indica que, en reunión de Gomá con el entonces Secretario de Estado Vaticano, Pacelli, mientras le mostraba su confianza total en Franco, manifestaba sus miedos al falangismo o, al menos, a algunas de sus derivaciones "hacia actitudes socialistas o totalitarias" .

En Mayo del 39 se produjo un cruce de cartas entre Gomá y Franco. La Religión, la Patria, España, habían vencido a sus enemigos. En esa lucha habían participado activamente las milicias de la Falange, Sin embargo, los Arzobispos, reunidos en Toledo del 2 al 5 de Mayo del 39, se llegaron a plantear la base documental de la prohibición a sacerdotes y religiosos de inscribirse en la FET. Su postura final se limitó a pedir que no colaboraran en organizaciones falangistas. La respuesta de algunos fue la ignorar tal petición que, al poco tiempo, caía en saco roto, aprestándose altas jerarquías de la Iglesia a la colaboración con servicios dependientes de la FET.

En Junio del 39, el hombre fuerte de la Falange unificada, Serrano Suñer, firmaba en el Vaticano unos acuerdos centrados en el tema de provisión de vacantes de obispos, administradores apostólicos, etc; y el Estado, en contrapartida, se comprometía a establecer negociaciones, respetando los cuatro primeros artículos del Concordato de 1851 (resumidos en la exclusividad de la religión católica; en la instrucción en todos los niveles conforme a la doctrina católica; en el respeto, ayuda y apoyo a los prelados; y en ser la Iglesia la encargada de la pureza de la fe y de las costumbres y de la educación religiosa de la juventud).

Desde Roma, el Papa, con su encíclica Summa Pontificatus, prevenía contra el estatalismo de moda en Europa por aquellos años, del que no se privaban sectores falangistas partidarios del Estado totalitario. Enseñaba el Pontífice que el Estado no era omnipotente y que había de someterse al orden moral y que la Iglesia ‑custodia de ese orden‑ no podía, en consecuencia, someterse al Estado. Ciertamente, la argumentación no era nueva y enlazaba con disposiciones papales anteriormente expuestas. El caso de España demostraba que tales principios se sabían y aceptaban. Los sectores con más proclividad al nazismo del interior de la Falange intentaron la censura de la encíclica, en la que podían verse de alguna forma reflejados. Eran pataletas contra un gigante, por parte de sectores minoritarios, que tenían algunas parcelas de poder, pero que nada podrían a la larga. Franco retiraría su apoyo a estos sectores y se encargaría de tener perfectamente controlada bajo sus órdenes a la gran masa de la Falange Tradicionalista.

Al año de la victoria de las tropas de Franco, el Cardenal Segura, una de las "dos figuras descoladas de un retablo ochocentista", según Maura , se negaba a que fueran grabados los nombres de José-Antonio y de los caídos de la zona nacional en la fachada de la catedral de Sevilla, tal y como se estaba haciendo en iglesias y catedrales de toda España. Argumentaba el Cardenal disposiciones del Derecho canónico y amenazaba con fulminar las más graves penas, incluida la excomunión, contra los que no obedecieran sus mandatos. La postura del cardenal, expulsado de España en época de la República, excéntrico donde los haya, chocaba con la síntesis entre la ideología azul del Régimen y los ideales cristianos que preconizaba, un ejemplo entre otros, el obispo de Madrid‑Alcalá y Patriarca de las Indias Occidentales, Eijo y Garay.

La consideración de la Falange unificada como enemiga del Ejército y de la Iglesia en unas conferencias del 43, serían nuevas invectivas de Segura contra FET. En aquél para quien caudillo era lo mismo que capitán de bandoleros, las posturas sorprendentes eran cotidianas. Y entre las más chocantes, que aquel cardenal enemigo de la Falange, se mostrara "cariñosísimo" con el II Jefe Nacional de FALANGE ESPAÑOLA de las JONS, Manuel Hedilla Larrey, purgado por Franco tras el decreto de Unificación, todo lo contrario a la postura que mostró el primado Pla y Deniel .

El año 41 presentaba unos acuerdos de trascendental importancia para las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Por parte del primero, volvía a ser Serrano Suñer el encargado de realizar los tratados que supusieron una "goleada" al Estado por parte del Vaticano en opinión del Profesor Marquita . Por dichos acuerdos, la más representativa figura política del nuevo Estado y hombre fuerte del Partido, Ramón Serrano Suñer, dejaba en manos de la Iglesia el control moral de la sociedad y de la juventud en particular, la enseñanza religiosa, la censura de publicaciones y la no entrada del Estado de forma unilateral un cuestiones mixtas que afectaran tanto al propio Estado como al Vaticano. Dichos acuerdos en donde el poder político se plegaba de forma inexorable a las peticiones de la Iglesia presidirán, según Marquina, las relaciones durante todo el franquismo .

Desde esa perspectiva de sumisión no resultará extraño que, con el paso del tiempo, la urdimbre legislativa fundamental del Estado fuera considerada por expertos en temas jurídicos (caso del que fuera Fiscal General del Estado, el socialista Leopoldo Torres) como una anacronía por las connotaciones teocráticas reflejadas .

En Noviembre del 42 y dentro de la lógica de la necesidad en que el general Franco se movía, como lugar de contraste de pareceres –curiosamente, cuando empezaban las dificultades a los aliados‑ se publicaba la Ley del Cortes en donde la entrada de prelados quedaba reflejada en el artículo 2 apartado I. El nacionalcatolicismo, conjunción del Estado con la Iglesia continuaba su marcha. El cardenal Vidal i Barraquer denunciaba al Papa en el año 42 que tanto seminaristas como profesores del Seminario español en Roma hacían el saludo fascista y cantaban el "Cara al sol". Y es que en los seminarios y allende nuestras fronteras, la configuración ideológica del nuevo Estado, el maridaje, se estaba produciendo.

A pesar de la sumisión y de los acuerdos, aún habría motivo de sobresaltos para la Iglesia por ciertas actitudes individuales. El catedrático paleojonsista, más tarde represaliado por el franquismo, Santiago Montero Díaz, despertaba la prevención de la Iglesia al proponer, en la debacle de Alemania, acompañarla en su muerte. Así lo había planteado el expresado profesor en su conferencia "Sócrates o la manera de morir".

Aquel radical planteamiento respondía a individualidades y no reflejaba el sentir general de una Neofalange que, con José Luis Arrese al frente, había entrado en el plano de la reconducción absoluta hacia los intereses que marcara el Estado. Las publicaciones del momento daban buena prueba de ello. El Boletín Oficial del Servicio Exterior de la FET, continuado a partir de 1946 con el nombre de Boletín Oficial de la FET era una muestra evidente de que el radicalismo (si es que alguna vez había hecho acto de presencia) había quedado atrás. Como ya se ha comentado desde artículos de Rastro de la Historia, la preocupación máxima por parte de la Falange unificada era, por aquel entonces, la de dejar patente su componente católica.

Las semanas siguientes a la Conferencia de Postdam, la policía detectó fuertes tensiones en el interior del régimen. Y es que, ante la derrota del Eje, no pocos tradicionalistas, militares y católicos empezaban a encontrar en la Falange un excelente chivo expiatorio al que cargar con la culpa de la pasada afinidad con las naciones derrotadas.

 

El estratega Franco ponía ahora en marcha, con más empuje que nunca, la unidad más idónea para el combate. Ahora le tocaba el turno a la Iglesia. Había que demostrar, todavía mucho más, que el régimen obedecía a una postura política de corte cristiano. En este marco se situaba el folleto que el jefe del Estado dirigía a los mandos juveniles ‑sector en manos del Partido‑ "Tres lecciones en la primavera", en donde se exaltaba el carácter cristiano y la obra del Régimen.

En la redacción del Fuero de los Españoles, en 1945, una ley que urgía sacar adelante en el nuevo contexto político, el tema religioso era inexcusable, y volvió a abrirse el debate entre las distintas facciones del Estado: fundamentalmente entre el integrismo religioso, en el que se encontraban tanto la corriente tradicionalista como los sectores clericales, y aquellos otros que pensaban que debía el Estado conservar una disposición menos comprometida con la Iglesia institucional; finalmente será el Vaticano quien redacte el artículo 6, consecuencia de los acuerdos del 41. Volvía pues la Iglesia a imponer sus deseos; aunque el cardenal Segura, opuesto por completo a la libertad de cultos, no evitará la ocasión de publicar un Informe opuesto al citado artículo .

Leopoldo Eijo y Garay, personaje sintético donde los haya, pilar del nacionalcatolicismo, en la conmemoración del año Santo de 1950 declaraba que "a la luz del derecho Canónico, las relaciones entre la Iglesia y el Estado son hoy en España los ideales, de tesis, no de hipótesis". Asesor Nacional del Frente de Juventudes, pensaba que, al fundirse las enseñanzas pontificias y la doctrina de la Falange, se formarían las generaciones que salvarán a la Patria. Tomando como base la postura de José-Antonio frente a la panteización del Estado, relacionaba directamente, en su especie de arenga, las enseñanzas sociales del fundador de la Falange con las de la Rerum Novarum. A primera vista podría pensarse que el Patriarca de las Indias Occidentales se plegaba a la ideología nominal del Estado, máxime teniendo en cuenta que, según Payne, Eijo y Garay fue el único prelado dispuesto a servir a Franco en el puesto de Consejero de Estado. Pero hay actitudes del prelado que demostraban que su puente tendido tenía muy en cuenta la orilla más firme en donde se anclaba, y que por supuesto era la Iglesia. De esta forma Eijo y Garay, "el obispo azul", fue el primero que dio cobijo al Opus Dei: la entidad de la que, con el tiempo, saldrían aquellos tecnócratas enemigos y vencedores de los sectores residuales de la Francofalange. El apoyo de Eijo al Opus Dei, al otorgarle un estatuto canónico, fue, muy posiblemente, para defenderle de los ataques de que le hacían objeto los francofalangistas .

 

Si el Obispo de Madrid fue efectivamente un personaje sincrético entre la ideas de la Iglesia y las de la francofalange, tampoco conviene magnificar su posición en el sentido de que olvidara su función de dirigente de la Iglesia. Desde esa función dirigía severas advertencias al Asesor Eclesiástico de la Organización Sindical por una posible animadversión con la HOAC . No olvidaba Eijo que, antes que del Estado y, por supuesto, del Partido, él era dirigente de la Iglesia.

El Régimen de Franco se aprovechaba (con beneficio mutuo) de las actitudes conservadoras y reaccionarias de que hacían gala algunos miembros de la Iglesia que, unidas a las ideologías de otros grupos presentes en el Estado, produjeron una simbiosis entre los postulados de ambos dando lugar al fenómeno conocido como "nacionalcatolicismo", que estaba produciendo "la más notable restauración tradicionalista, religiosa y cultural que se haya visto en el siglo XX en cualquier país europeo" .

El término nacionalcatolicismo fue divulgado en los años 60 por González Ruiz, un canónigo malagueño que buscaba el arrimo del progresismo, pero ya antes había sido utilizado por José Pemartín y por el cardenal Gomá. Expresaba la identificación entre lo nacional español y lo católico. La Neofalange, poliédrica, lo mismo ponía en juego su faceta agnostizante que servia de confluencia sincrética para desarrollar el nacionalcatolicismo, en donde se contaba con el concurso de otras fuerzas y muy especialmente del adaptacionismo de los medios eclesiásticos.

En la preparación de aquel fenómeno confluían factores de diversa índole. De gran importancia resultaba lo que se podría denominar como "factor agrario". No resultaba ajena a ello la conversión de un país todavia agrícola, con mentalidad agraria en tránsito hacia soportes económicos distintos. Resulta un síntoma la fuerte significación que Castilla la Vieja tenía para la Iglesia y para la Falange.

En el "Nuevo Estado" la práctica pastoral quedaba resumida en la palabra "rerruralización", como en eco levítico del grito falangista "Arriba el campo". Tanto para la Iglesia como para la FET, el ámbito rural era visto con valores de los que la sociedad urbana estaba huérfana . Y la plasmación cinematográfica de aquella postura quedaba manifestada de manera impresionante en el magistral film Surcos, del entonces director falangista José-Antonio Nieves Conde.  Aspecto de la lucha entre la ciudad y el campo, manipulada esta lucha los elementos más conservadores ha sido esbozado por Carlos Hermida (Historia 16 )

Desempolvando los textos de Jose Aragón Montejo(de la Asociación de Agricultores de España), de Emilio Zurano ("el horror del campo y los errores de la ciudad") y Daniel Guerrero de la Iglesia ("Campo contra ciudad"). Extrae como conclusión el citado autor que la ciudad era buscada como chivo expiatorio de los males que aquejaban al campo y lo era por aquellos que mantenían una situación de dominio en este medio. Dando por sentado que la base electoral de la CEDA se encontraba en los territorios campesinos castellanos , aunque no votantes de la Falange, anduvieron prestos a dejarse llevar por el discurso falangista en los albores de la guerra, durante y después.

 Los campos de actuación y los lugares de búsqueda de la masa humana que incorporar a los contingentes al ejército de la Iglesia o al de la Falange tuvieron similitudes. Según el estudio de Hermet sobre los lugares de práctica religiosa, de los reductos nutrientes de seminarios y de asistencia a actos religiosos había bastante coincidencia con los núcleos en los que la Falange buscaba adeptos . La Falange misma era, en sus organizaciones juveniles, un nada tibio ni menguado semillero de vocaciones religiosas.

En la genealogía del Nacionalcatolicismo intervinieron, como elementos del factor político, los conservadores (Acción Española), el catolicismo social (ACNP) y falangistas con distintas tendencias. La primera fuerza citada será el motor principal, en cuanto conseguirá plasmar sus planteamientos ideológicos en el entramado del nacionalcatolicismo.

Los rasgos definidores del fenómeno  serían, como modelo: la cristiandad; como antimodelo: la modernización; como reacción saludable: la contrarrevolución fascista. Se trataba del triunfo definitivo de las fuerzas del bien a través de la Cruzada Española, que habría traído como consecuencia la restauración de la cristiandad y del modelo político imperial. El predominio de los presupuestos ideológicos en manos del pensamiento conservador con la consiguiente supeditación a este pensamiento de la ideología falangista.

 

La imbricación de elementos religiosos, políticos y militares fue muy importante. Surgieron contratiempos, pero posiblemente, en su conjunto, la colaboración fue el factor determinante para la supervivencia del Estado y unieron más los enemigos comunes que las diferencias.

Esa colaboración, que se había dado secularmente en España y que contó con paréntesis en el XIX y durante la segunda República, encontraba otra vez más, condiciones propicias para establecerse. Cuando a Casimiro Morcillo en una etapa en que en medios eclesiásticos se rumiaba ya el desenganche, le preguntaban por su labor como procurador en Cortes respondía:

"Comienzo por decir que a mi, personalmente no me agrada ser procurador en Cortes, y si lo fui es porque consideré, tras las debidas consultas con mis autoridades superiores que era un cargo que tenía que aceptar. En cuanto a la tesis general no veo incoveniente en que haya un número de obispos procuradores en Cortes, sinceramente no lo veo. En primer lugar hay una larga tradición, y no sólo en España, sino en todos los países europeos que han sido cristianos. En nuestro país, por no remontarnos muy lejos, he de recordar que en tiempo de la monarquía eran senadores, por derecho propio, todos los arzobispos e incluso algunos obispos. En segundo lugar, es una forma de lograr esa inteligencia , de que antes hablábamos entre la Iglesia y el estado. Finalmente una representación de la Iglesia en los órganos en los organismos legislativos no deja de tener sus ventajas, especialmente para velar, en cuanto sea posible, porque las leyes respeten el derecho natural".

La reconducción hacia los moldes católicos era un hecho. Cierto anticlericalismo de los falangistas quedaba limado por la práctica, de uso corriente, en actividades programadas por la Iglesia. Para Javier Villalba, en aquellos tiempos , los propios falangistas demostraron un fervor inusitado en ellos hasta entonces, recibieron según parece ‑la multitud de ejemplos y de conversiones es tan grande que se puede aseverar‑ órdenes precisas de ir a misa, de confesar y comulgar. Tal postura coincide (por testimonios orales recibidos) con la actitud comprobada de ciertos militares y falangistas agnósticos, que participaron con fe inusitada en los cursillos de cristiandad, dando muestras de una conversión acelerada en su particular camino hacia Damasco .  

Al comienzo de los cincuenta, con los trabajos preconcordatarios en el interior de España, se planteaba el dilema apertura laica y estatismo contra tradición eclesiástica y enseñanza privada. Integrantes de esa intelectualidad falangista (revisionistas y críticos ya por esas fechas), serian llamados por el ministro de Educación, Ruiz Jiménez para colaborar en su Ministerio.  

Se presentaba un panorama que Calvo Serer, en 1953 desde "Ècrits dè Paris", definiría como de dos fuerzas en la política interna de España; la izquierda falangista y la derecha democristiana. Mientras tanto, sectores dóciles de la Francofalange como la Sección Femenina acudían a Roma para la proclamación por el Papa Pío XII del dogma de la Asunción de la Virgen Maria.  

Según Luis Suárez "Las camisas azules mostraron al Papa que Falange era, con toda su carga política propia, un movimiento católico". . Las romerías falangistas con destino al Vaticano no se limitaron a la agrupación de mujeres. El Frente de Juventudes y la Organización Sindical harían sus preparativos también para dar testimonio de su catolicismo militante.

El francofalangismo más católico estaba presente en el gobierno del 51. De Ministro Secretario, el dócil Fernaández Cuesta y en Trabajo, José-Antonio Girón, quien en 1954 dará el gobierno de la Universidad de Gijón a la Compañía de Jesús.  

El afianzamiento del régimen con el establecimiento del Concordato y el acercamiento a USA, impulsaban curiosamente al Partido Único. El sector menos presentable de cara al exterior de entre los integrados en el Estado, cobraba bríos en este preciso momento, y volvía a sacar de su repertorio antiguos resabios de totalitarismo (Cft. El Congreso de 1953, en Rastro de la Historia 11). Bien es cierto que sólo a niveles verbales o con proyectos pronto neutralizados por otras fuerzas o por el propio General Franco. Si el SEU había comenzado una etapa de revitalización en 1951, la FET celebraba en 1953 su Primer Congreso donde nuevamente el radicalismo verbal se constituía en la forma de expresión del francofalangismo. Se confundían los deseos con la realidad y se diseñaba una política de intenciones tendente a autoafirmar algo que cada vez estaba más lejos: la creación de un estado falangista: "bajo ningún pretexto consentirá la Falange la ilegítima actuación de camarillas que pretendan mermarle de su condición de única inspiradora del Estado"  

En el año 56, cuando el proyecto constitucional de Arrese está en vía muerta, atacado por los cardenales Pla y Deniel, Arriba y Castro y Quiroga Palacios, que probablemente recibieron órdenes superiores, bajo el pretexto de que se tendía a un Estado totalitario de tradición extranjera, no española y carente de la unidad que significó el 18 de Julio, el Vicesecretario Salas Pombo pasaba unas consignas a las Falanges provinciales advirtiendo de maniobras que pretendían enfrentar a la Falange con el Ejército y con la Iglesia: "Hemos de estar alerta contra todo intento de provocar fricciones contra la Iglesia" . La Junta Suprema de la HOAC, apadrinada por los obispos, dirigía a éstos un memorando contra las leyes propuestas y pidiendo la supresión de la Delegación Nacional y de las provinciales de los Sindicatos.

En la política española hacían su aparición pública algunos miembros del Opus Dei, que se verán comprometidos en la política del Estado y desarrollarán su tarea dando lugar a la llamada tecnocracia. Si bien el Opus Dei pregonaba que las acciones de sus miembros dedicados a la política tenían carácter exclusivamente individual, de modo que cada miembro de la Obra era plenamente libre y, por tanto, plena y personalmente responsable,  no lo veían así muchos miembros de la francofalange que, celosos de que alguien ajeno a ellos alcanzara puestos de relevancia pública, no se resignaban, e iniciaban una campaña de desprestigio contra la institución, sin pararse a considerar la presencia de falangistas en el entorno fundacional de la Obra (Alberto Ortega), o la evidencia de que algunos de sus más caracterizados miembros (Vicente Mortes, Herrero Tejedor) eran también francofalangistas. El 10 de Abril del 57, el Servicio de Información de FET presentaba un informe sobre la situación universitaria, que se hizo llegar a manos del general Franco; en él se aseguraba que, desde el Colegio Mayor Moncloa (vinculado al Opus Dei) se orquestaba una trama para desacreditar a la Falange. Ésta y otras coyunturas, como las suscitadas por la concurrencia a oposiciones de cátedra de candidatos del “Moncloa” y del seuísta “César Carlos” darían lugar a enfrentamientos que en ocasiones se saldaron con algún mamporro , llevando la peor parte los de este último Colegio Mayor, por el inestimable apoyo prestado a los del “Moncloa” por uno de sus colegiales, un japonés estudiante de español que resultó ser maestro de judo.  

La retirada de elementos de la Francofalange del gobierno de Franco del año 57 propició, en la competencia acostumbrada por la apetencia de poder, reacciones en contra de los tecnócratas católicos. Participaban de la contestación los Paris Eguilaz, Funes Robert y el grupo de Velarde, Fuentes, Rojo Duque, Sampedro y Tamames . Desde los Órganos universitarios del Movimiento se producirán ataques contra la apertura de la Universidad de Navarra, obra corporativa del Opus Dei, hasta el punto de que el Ministro de Educación, Jesús Rubio García-Mina, próximo a la Francofalange, no acudió a la ceremonia de inauguración de este centro.

 

Indica Hermet en su libro que en el año 64 aparecieron panfletos de la Falange contra la monarquía, el capitalismo y el Opus Dei y que tras esta campaña se intensificaron los cenáculos de falangistas de izquierdas que escaparon del control del partido. Aunque es cierta la oposición hacia la línea política de los tecnócratas por parte de los elementos de la francofalange, que se veían marginados en el reparto de poder, nada tiene que ver con la aparición, en esos años, de quienes, proclamándose falangistas joseantonianos, decidían organizarse al margen del Movimiento. Y es que estos no eran candidatos a ningún reparto de poder, sino militantes de una revolución que decían pendiente y traicionada por el franquismo.

 A la elección de Montini como Pablo VI, el diario Arriba hubo de corregir ataques recientes al prelado milanés, ahora Papa, entre ellos el que le había dirigido uno de José Maria de Llanos, en tono de viejo falangismo 

Desde el Movimiento, para intentar vitalizar una estructura cada vez más sin vida, se intentó la promoción de algo muy querido por la Iglesia: la participación familiar. Con tal fin y a impulso fundamental del Delegado de Asociaciones del Movimiento, Fraga Iribarne, se asistió a Congresos Internacionales sobre la familia (agosto de 1960, en la Universidad de Columbia, en Nueva York) o se celebraron Congresos de la Familia en España, que contaron con el apoyo eclesial desde sus más altas instancias. Fruto de aquello fue la salida a la calle de la revista Familia Española en donde se conjugaban las tesis del Movimiento con el modelo familiar de la Iglesia y, por tanto del matrimonio indisoluble, "contra el que únicamente la legislación de la Segunda República quebró una línea de conducta" . Su redacción era un compendio de ambas instituciones: Manuel Fraga, Eijo y Garay, Muñoz Alonso, Fernández Cuesta o el Obispo Vicente Enrique y Tarancón se sumaban a aquel esfuerzo que, tras unos años de vida, entró en vía muerta.

A pesar de que el general Franco insistía en que la tarea de la Organización Sindical era "la función práctica de forjar la conciencia social de los españoles dentro de los principios que el magisterio de la Iglesia católica nos enseña"; tales manifestaciones no pueden ocultar el desenganche de la Iglesia con el Estado en el periodo siguiente al Concilio Vaticano II. 

Los intentos de revitalización del Movimiento con la Ley Solís sobre asociaciones de familia y mujeres casadas, dentro del Movimiento, eran contestados por los obispos, con Olaechea de protagonista, acusando al proyecto de ir contra el derecho natural por intentar someter las familias al Movimiento.  

En la muerte por inutilidad manifiesta del SEU, en 1965, la revista Eclessia, aludiendo a las doctrinas pontificias pedía estructuras más representativas .  

Los años 60, marcados en política por la presencia de los grupos de la Falange alternativa, tuvieron una postura religiosa muy definida y que puede considerarse heredera de las distintas ópticas que en el mundo de la Falange había tenido la religión. El primer núcleo disidente agrupado bajo las siglas FES procuró incluir en sus contenidos doctrinales la postulados de la Iglesia católica por considerarlos esenciales en la idea de la Falange. Partían del presupuesto de que lo esencial en el pensamiento de José-Antonio era la baza espiritual e intentaron aplicarla a su actuación política. Oraciones en las reuniones de militantes, retiros espirituales‑políticos, albergues, celebraciones mediante actos religiosos de los aniversarios de sus caídos o la publicación de un libro que, a modo de guía espiritual, iba a resumir sus planteamientos políticos y que intentaba ser un libro de cabecera del militante falangista, eran muestras claras de su preocupación religiosa.  

Tal postura iba a ser respondida por otros grupos de la Falange alternativa que por escisiones irían surgiendo. La polémica planteada en la Falange de la preguerra de matiz ideológico entre la opción ramirista y la joseantoniana, volvía a cobrar actualidad. Se acusaba al FES de querer que los obispos fueran al tiempo gobernadores civiles, de ser sus dirigentes miembros del Opus Dei, de considerar a sus publicaciones como "hojas parroquiales".. etc. Toda una gama de improperios, sin base alguna, que emparentaban el radicalismo verbal de éstos  con el lenguaje insultante que miembros de la Guardia de Franco dirigían años atrás a sectores de la Iglesia . El FES juzgaba las actitudes globales de aquellos núcleos como la de ser "fieles seguidores del Movimiento Nacional". 

La postura del FES con respecto a su relación con la Iglesia, redactada ya cuando se produjo su conversión en Falange Española Independiente, en 1976, se resumía en:  

  • Abogar por un Concordato.  
  • Pedir la supresión de privilegios que tenían los clérigos al considerar "que han perdido la autoridad moral ante el pueblo español..."(exención del servicio militar, exenciones fiscales, privilegios jurídicos...etc.)  
  • Distinción de los bienes eclesiásticos del clero entre aquel que cumple una función social, a quien es lícito respetar sus bienes y aquellos que no lo cumplen a los que habría que incautárselo o al menos impedir que los enajenaran.  
  • Negativa a la financiación o ayuda estatal, teniendo en cuenta las honrosas excepciones que puedan producirse.  
  • Control del Estado en las asignaciones voluntarias que los ciudadanos decidan entregar a la Iglesia, si ésta no opta por obtener fondos de la caridad pública.

  En lo referido a la moral católica:

  • Protección a la familia, nacidos, menores y los concebidos no nacidos.  
  • Negativa a la aceptación del Estado del papel de legalizador de uniones o separaciones matrimoniales.  
  • Consideración del aborto como un delito moral y jurídico, perseguible de oficio.  
  • Negativa a que el Estado marque una política demográfica, asignándole a éste el papel de repartidor de la riqueza para ayudar a las familias en general y a las numerosas en particular.  

Se observa pues una fidelidad total a los planteamientos morales de la Iglesia Católica, en la línea más rigurosa.  

Distintos grupos provocados por la escisión del núcleo FES, confluyeron, tras años de inactividad o de posturas más o menos gauchistas, en una organización denominada FE de las JONS Auténtica que con respecto a la Iglesia católica y a su moral, se resumía en presupuestos emparentados con los de la vieja Falange, a los que añadían parte de producción propia que escapaba de los márgenes comúnmente aceptados en la Falange:  

  • Separación Iglesia Estado. Negativa a establecer un nuevo Concordato, aunque se acepten en ocasiones puntuales, acuerdos entre ambas instituciones.  
  • Reconocimiento por parte del Estado del matrimonio civil sin inmiscuirse en el contrato que supones el matrimonio.  
  • Aceptación explícita del divorcio.  
  • Aceptación explícita de los anticonceptivos.  
  • Apertura de un debate en torno al aborto desde una postura defensora de la vida.  
  • Negativa a la planificación familiar dirigida al tratarse de un problema de conciencia.

 Aunque Fuerza Nueva no era una agrupación falangista sí contaba con militantes de esta tendencia. Se trataba de un conglomerado sintético a base de los principios más primitivos del Régimen; aglutinaba elementos del tradicionalismo, de la Francofalange y de los sectores más integristas del clero (algunos como el Padre Fernando Hernández Quirós, de una honradez personal a prueba de bomba). Gran parte de los números de la revista se dedicaban a la crítica contra el desenganche de la Iglesia del Régimen. Aquella preocupación religiosa no podía resultar extraña si se tiene en cuenta que el fundador del grupo (Blas Piñar López) procedía de la Acción Católica y que colaboradores activos de la revista eran sacerdotes (Vicente Marcos o Fernando Hernández -del que el autor de este artículo guarda grato recuerdo, admiración y respeto-) y además, contaban con la simpatía de los sectores más conservadores del clero agrupados en torno a la Hermandad Sacerdotal. La critica hacía la actitud postvaticanista de la Iglesia española no se centraba tan solo en los sectores progresistas de la Iglesia española, sino que llegaba a los obispos, a la Conferencia Episcopal. Se les tachaba de haber aceptado influencias protestantes cuando menos , de estar mediatizados por el marxismo  o de pérdida de fe . Su planteamiento religioso se movía en los sectores más integristas de la Iglesia, con postulados que diferían de la interpretación que del Concilio Vaticano II estaba dando una gran parte de la Iglesia española, que se actualizaba al compás del envejecimiento del general Franco.

LOS MARCOS FUNDAMENTALES DEL CONFLICTO  

El temor al totalitarismo del Partido Único se concretaba fundamentalmente en las parcelas de Propaganda y Educación. A continuación se estudian las tensiones surgidas en torno a estas dos parcelas y también en lo referido al mundo del trabajo, dado que una vieja aspiración de algunos sectores de la Iglesia consistía en formar sindicatos católicos, a los que la configuración unitaria del régimen no dio cabida.

LA PROPAGANDA

Sectores de la FET con gran proclividad al Nuevo Orden europeo, se encargaron de la tarea de Información y Propaganda en el Nuevo Estado. Desde el Ministerio del Interior, Ridruejo, Jiménez Arnau y Antonio Tovar controlaban los moldes de difusión del Nuevo Estado, llamados por Ramón Serrano Suñer a colaborar con él.

La publicación de la encíclica "Con ardiente preocupación" (Mit brennender Sorge), en donde se criticaba el totalitarismo de los nuevos estados, con especial atención a Alemania, procuró la animadversión de la prensa de aquel país contra el documento y contra el Vaticano. En España a través de El Adelanto de Salamanca se reprodujeron los ataques en escala proporcional contra el documento papal, pero ello no fue obstáculo para que todos los boletines episcopales en 1938 publicaran la encíclica . Según el Profesor Suárez, la Alemania nazi presionó ante Serrano, ya en Marzo del 37, con la finalidad de que se diera publicidad a la Encíclica Divini Redemptoris en detrimento de la otra. Ambas fueron publicadas el 17 y 19 de Marzo del 37. La de la condena al paganismo nazi, fue traducida desde el francés por Gomá y resumida por el Primado en una Pastoral para asegurar su difusión  Emparentado con la Mit Brennender Sorge, el cardenal Gomá expresaba el temor de que el nacionalsindicalismo pudiera evolucionar a posturas nacionalsocialistas, y así lo expresó en su pastoral "Catolicismo y Patria". Tal preocupación se vería sin fundamento con el paso del tiempo y no puede olvidarse que la admiración por lo alemán también se daba desde los portavoces del catolicismo. De esta forma el Diario Ya (3.9.42) elogiaba "el periodo de reconstrucción admirable" acaecido en aquella nación. Pero resultaba evidente que el acercamiento, la afinidad (término muchas veces utilizado por entonces) entre el Partido Único español y el régimen alemán, justificado por una acusada admiración hacia el fenómeno nazi, preocupaba a los medios eclesiales.

En Junio del 40, la Secretaria de Estado Vaticana se propuso enviar a la Embajada española puntos de agravio centrados en el tema de encíclicas, el caso del obispo Vidal i Barraquer, en el supuesto auge del neopaganismo en organizaciones juveniles y la desaparición de la prensa católica . El cardenal Pla y Deniel lograría parar la nota y que se la diera curso, pero el malestar quedaba evidenciado.

Un nuevo roce entre la Francofalange (FET) y los sectores más servidores de la Iglesia llegaría con el intento de publicación en España de la obra de Rosemberg El mito del siglo XX con la II Guerra Mundial en pleno apogeo. La instalación oficiosa en España de una Delegación de la Francia Libre en colaboración con Monseñor Galindo Romero y Monseñor Albareda Herrera, ambos del Opus Dei, hicieron que el Ministro de Educación, Ibáñez Martín, influyera para que la obra no se publicara. En estos tiempos se intensificaban los esfuerzos de las organizaciones católicas y se publicaban encíclicas papales.

Al compás de las derrotas alemanas, un velo vaticanista cubría todos los apartados del régimen. La Vicesecretaria de Educación Popular, un arma propagandística en manos teóricas de la Francofalange, terminaría pasando en 1945 del aparato del Movimiento (FET) al Ministerio de Educación con Luis Ortiz, un discípulo de Ángel Herrera a la cabeza y también colaborador del Partido Único . Aquello significaba un triunfo para la línea vaticanista. El desmantelamiento del sector proalemán de la Falange y la destitución de Ridruejo y Tovar en Mayo del 41 tuvieron que representar una buena satisfacción para los sectores clericales. Franco hablaría con personajes del Partido Único mucho más dóciles, "más católicos que socialistas, más racionalistas que hegelianos, más españoles que ninguna otra cosa": serán los Girón, Arrese, Primo de Rivera. Estos peones le resolvían las fricciones entre la Iglesia y el Partido, porque evitarían cualquier enfrentamiento. El Secretario General Arrese ordenó el 20 de Noviembre del 41 la expulsión del partido único de aquellos miembros que se opusieran a la Religión y a la Iglesia  en una nueva depuración uno de cuyos ideólogos era el Subsecretario de Presidencia, Luis Carrero Blanco. El propio Franco reconocía en 1945 los servicios prestados por este personaje a su maniobrera política adaptativa: "pocas personas habrán servido mejor al país como el Ministro Secretario en su estupenda labor de transformación del espíritu de la Falange en estos tres años apartándola de cuanto el hitlerismo o el mussolinismo predominante en la época tenían de neoliberal y pagano para hacer de ella un elemento cristiano y español" .

La moral o mejor las costumbres o usos sociales de la Iglesia, chocaban con una más abierta actitud de la Falange. Se fomentaron medidas de depuración de la inmoralidad y a favor de unas costumbres en demasiadas ocasiones pacatas, aceptadas mayoritariamente por la sociedad. El castigo del corte del pelo a las bañistas en el verano del 39  o la purgas con ricino son muestra de ello.

El libro del falangista García Serrano, La fiel Infantería fue colocado en el Índice por la Iglesia por una actitud moral condenatoria. Pero las prevenciones ante conductas obscenas o presuntamente obscenas alarmaban más a la Iglesia cuando no de ficciones sino de almas embutidas en cuerpos se trataba. La posibilidad, ya que no pasó de la categoría de rumor, de que 10.000 jóvenes alemanas llegarían a España, puso en guardia a la Iglesia ante una posible corrupción masiva de la juventud española. La defensa del sexto y noveno mandamiento a todo trance movía a Segura y Pildaín (dos enemigos de la FET) a prohibir a sus fieles la visión de la revista teatral La Blanca Doble. La publicación, portavoz del episcopado, Ecclesia protestaba también por la autorización de Las Leandras. No por falangistas, claro, sino por inmorales.

La apertura turística del Ministro Arias Salgado (conocido como "el todo tapado" ya en los 50 era considerada para el integrista Segura el tiempo de promoción del pecado. En aquella sociedad de usos y costumbres cortados por el patrón de la los sectores eclesiásticos más obsesionados con la longitud de las faldas, se producían inexplicables protestas. Una de ellas venía motivada por la actitud de los empresarios de salas cinematográficas, encuadrados en el Sindicato Vertical del Espectáculo, que pensaron en retirar los anuncios de la cartelera del diario Ya, como protesta por la calificación moral que se hacía sobre los filmes y que naturalmente coartaba la libre decisión de acudir al visionado de una película que, por supuesto, ya había pasado el cedazo de la censura. Esta supervisión estaba plenamente controlada por la Iglesia, como demostraba el Secretario General de Cinematografía y Teatro, Guillermo de Reyna, en respuesta al Cardenal Primado . Este mantenía que la Iglesia tan solo gozaba del derecho de alzada, cuando en realidad tenía y ejercía el derecho de veto, conforme al artº 13 del Reglamente de la Junta Superior de Orientación Cinematográfica, en donde se permitía que el vocal eclesiástico pudiera imponer su veto en materia de moral y dogmática tantas veces como quisiese. En la Junta Superior, radicada en Madrid, había dos vocales nombrados por el Obispo de esa diócesis y un observador nombrado por el Primado de Toledo que informaba a la Comisión de Metropolitanos. La aplicación de la censura era tan estricta que solo en los diez primeros meses de 1950 había vetado total ‑no proyección‑ o parcialmente ‑corte de escenas‑ a las siguientes películas:

 

Romance Musical, Unas páginas en negro, Una Vida marcada, El diamante de Mahajara, Marco Antonio y Cleopatra, Julia se porta mal, Los tres randas, El tercer hombre, El manantial, Lo que cuesta ser estrella, Un soltero difícil, Ladrón de bicicletas, Berlín Occidente, La casa está vacía, Historia de una escalera, Pasión gitana, Drama en alta mar, El halcón y la flecha, Jezabel, Lo que el viento se llevó, Se escapó la suerte, That Forsyte Woman, Torturados, El perseguido, Doña Diabla, El Portero, A rienda suelta, Mi secretaria brasileña y La noche del sábado.

El control de la propaganda, como vemos, fue un continuo marco de choque. Desde los sectores más reaccionarios, se atacaba la libertad de prensa, definida por el Cardenal Segura como "conquista de los impíos". Este cardenal utilizaba toda la batería de encíclicas y disposiciones papales para anatemizar las interpretaciones históricas.

La libertad de Prensa había sido condenada por Pío VII en Diu Satis (11.05.1800), por Pío IX en la LXXIX proposición del Syllabus y en Nunquam fore (15.12.1856); por León XIII en la Inmortale Dei (O1.11.1885) y más recientemente por Pío XII en el Discurso Internacional de Periodistas Católicos (febrero de 1950) Cfr. Boletín Oficial Eclesiástico. Arzobispado de Sevilla nº 1631. 1.12.52. 

Un caso de despiadado revanchismo fue el trato dado a Miguel de Unamuno. Tras la guerra mundial y al socaire de la situación internacional, se hizo preciso mostrar la cara menos totalitaria y en esa época la FET realizó nítidas manifestaciones de su catolicidad, sin ello obstar a que, en la veta de la búsqueda de los valores hispánicos, se sacaran a la luz personajes de talla intelectual con los que se encontraban afinidades. Tal fue el caso de Miguel de Unamuno, atracción de los falangistas de Salamanca, y luego de otros núcleos azules. Este señero pensador, había sido enterrado en Salamanca (tras su caída en desgracia por los sucesos que protagonizara con Millán Astray) con el ritual de los muertos de la Falange. Mas a esta polémica figura algunos medios clericales la consideraba casi "bestia negra" por sus planteamientos filosóficos.

La conjunción entre los falangistas y Unamuno producía para algunos eclesiásticos una mezcla inaguantable. El jesuita Quintín Pérez llegó a editar el libro El pensamiento religioso de Unamuno frente al de la Iglesia, en donde, al lado de citas de textos escritos por el Rector de Salamanca, se fueron calificando sus tesis, extraídas de contexto y analizadas aisladamente como "errores en la fe, herejías, aproximaciones a la herejía o temerarias...." Este pormenorizado ataque a una de las figuras más señeras y originales del pensamiento español no era algo aislado. Esta actitud ofensiva se manifestaba también en el prólogo que encabezaba la obra del jesuita citado, de la pluma del obispo de Jaén cuando decía:

"Triste es la obra de Unamuno, obra trágica y agónica, para servirnos de los títulos de sus libros; pero es más triste convertirle en ídolo e imponerlo con desacertada propaganda a una juventud generosa, ávida de horizontes risueños y luminosos, que tiene derecho, en esta hora de crisis tan profunda en las ideas y en la vida, a nutrir su espíritu con algo más que con nieblas de escepticismo y con gusanos de sepulcro".

Y preguntaba alarmado " Estas doctrinas falsas y no pocas veces antiespañolas y heréticas, ¿son las que estos momentos se pretenden esparcir y cacarear? ¿A qué obedece el novísimo afán de divulgar las obras de Unamuno?" 

Con más mesura, Pla y Deniel, Primado y conocedor de Unamuno en Salamanca señalaba quec"no debe caerse en el fetichismo respecto de los hombres intelectuales").

La filosofía que expresaba Unamuno no era conformista con la ortodoxia tradicional del pensamiento español y esa, precisamente, era la única que la Iglesia española estaba dispuesta a aceptar. Para mayor abundamiento en la mixtura que se producía entre lo religioso y lo político, el jesuita Quintín Pérez no dudaba hacer en su libro una interrogación retórica "¿Se puede ‑sin grave responsabilidad ante Dios y ante la patria‑ presentarle como formador en Institutos y Universidades católicas o del estado donde estudian jóvenes católicos?" .

Da en el blanco Luis Suárez cuando observa que Unamuno tenía la consideración de maestro por parte de la Falange (de algunos sectores, habría que matizar) y que un modo de disparar contra ella era precisamente combatir las doctrinas del rector de Salamanca. El obispo Pildaín, vasco nacionalista y reaccionario, inició una campaña contra Unamuno calificándolo "hereje máximo y maestro de herejías" (81).

Muchos entendieron que se trataba de una campaña de Pildaín contra la Falange y que establecía nexos entre la vida de milicia falangista y el pensamiento subyacente en El Sentimiento Trágico de la Vida. Aquella campaña tuvo eco en los ambientes nacionalistas, reaccionarios y burgueses del País Vasco. Y acaso como pequeña y significativa revancha, trajo causa de que, sin que nadie lo advirtiera, al bueno de Don Miguel se le colocara entre los santos, en el mosaico que ocupa la monumental bóveda subterránea de la basílica del Valle de los Caídos: artística y muy irregular canonización que hasta hoy allí permanece.  

EL MUNDO DEL TRABAJO

La elaboración de la que fue primera Ley Fundamental del Régimen, el Fuero del Trabajo, estableció una pugna entre la Falange y los "católicos" que intentaron influir en su configuración. Influencia y triunfo, si tenemos en cuenta que en la pugna entre los postulados presentados por González Bueno frente al de Conde‑Garrigues, finalizó con un texto intermedio que dio satisfacción a las dos tendencias . Sobre los influjos católicos o estatistas en el Fuero hay interpretaciones para todos los gustos. Para Hermet más influjo hay en Fuero del Trabajo de la Carta del lavoro italiana que en la doctrina social de la Iglesia . Tal aserto encontraría su replica en Chueca quien afirma que "el modelo italiano corporativo era muy parecido al de la Iglesia si no era el mismo " .

Entendía Eijo y Garay, interpretando los textos de Primo de Rivera, que el Sindicato vertical es una corporación de unidad que confirma la convivencia y no la separación entre los hombres.  En opinión de Hillers y Ellwood, hay en la Ley principios de raíz falangista.  La configuración del sindicalismo vertical, su contraste con el sistema de encuadramiento sindical del fascismo quedaron reflejados en el libro de Legaz Lacambra y Bartolomé Aragón, Cuatro Estudios sobre Sindicalismo vertical . Para ellos "la filosofía social del fascismo se mueve en el mismo plano que la filosofía social de la Iglesia",  donde radica la diferencia es en la filosofía política, en cómo poner en relación la filosofía social con el Estado. Las doctrinas de la Iglesia representadas por el populismo y las tendencias católico‑ corporativas presentaban como principios de la filosofía política: lo más posible de libertad, lo más posible de sociedad, lo menos posible de autoridad, lo menos posible de Estado.

Naturalmente que en la construcción de un Estado totalitario los argumentos anteriores no sirven. A pesar de ello, para Lacambra y Aragón: 

"los sindicatos verticales responden con bastante aproximación a la idea corporativa expuesta por los corporativistas católicos. Los sindicatos verticales son los "organismos bien constituidos que agrupan a los hombres, no ya conforme a la posición que ocupan en el mercado de trabajo, sino conforme a los diferentes ramos de la actividad social a que se dedican", de que habla la Quadragessimo Anno"..  

La traslación a la política del mensaje católico era ya un hecho. Para Yanguas Messía, primer embajador del gobierno de Franco en el Vaticano, en conversación con la Congregación de Asuntos Extraordinarios, afirmaba que Franco había colocado como mandos de la Falange a personas de intachable catolicismo y el Fuero del Trabajo se inspiraba en las Encíclicas de los Papas.  

Luis Suárez ve en el Fuero la plasmación de la doctrina social del cristianismo, visualizado al hombre como ser trascendente. Tal complacencia con el pensamiento católico no resulta nada extraña. Cuando pudo surgir la duda entre postulados radicales de la Falange o la actitud más moderada de la Iglesia, Franco optó por la segunda. Su régimen con las variantes ditirámbicas que se quieran, respondió a la tradición española y no aceptó posturas que se pudieran entender como revolucionarias por más que la retórica verbal del régimen proclamara su quehacer político como el logro de la "revolución nacionalsindicalista"  

De la variedad en las interpretaciones que estudiosos del tema han aportado se pueden deducir al menos tres conclusiones: 1ª.- El Fuero del Trabajo, primera Ley fundamental del Estado, tenía inspiración falangista, si no al completo, sí en gran parte. 2ª.- El Fuero del Trabajo respondía en sus planteamientos a los de la Doctrina social de la Iglesia. 3ª.- Por parte de teóricos del falangismo, constructores o revisores de la doctrina del nacionalsindicalismo, se hacía hincapié en el influjo social del catolicismo en la realidad legislativa social que se iba elaborando.

 En cualquier caso, aparte de interpretaciones, la vinculación con los principios católicos se declaraba en el Fuero de forma explícita, tanto en el Preámbulo, como en los capítulos I (art.3) y II (art. 2‑3)

 "Renovando la tradición católica, de justicia social y alto sentido humano que informó nuestra legislación del imperio...." . (Preámbulo).

Capítulo 1 art. 3.- "El derecho de trabajar es consecuencia del deber impuesto al hombre por Dios para el cumplimiento de sus fines individuales y la prosperidad y grandeza de la Patria".

 

Capitulo 2 art. 2.- "El Estado mantendrá el descanso dominical como condición sagrada en la prestación del trabajo".

Capitulo 2 art. 3.- "Sin pérdida de la retribución, y teniendo en cuenta las necesidades técnicas de las Empresas, las leyes obligarán a que sean respetadas las festividades religiosas que las tradiciones imponen, las civiles declaradas como tales y la asistencia a las ceremonias que las Jerarquías nacionales del Movimiento ordenen"

La Organización Sindical, marco de encuadramiento de empresarios, técnicos y productores del régimen de Franco, tuvo en su recurrido histórico sus roces con la Iglesia. No czabe olvidar que sus organizaciones habían desaparecido y que los absorbentes sindicatos nacionales monopolizaran las relaciones sociales.

La Ley de Unidad Sindical de 26 de enero de 1.940 disponía que la Organización Sindical de la Falange era:

"la única reconocida por el Estado para hacer llegar hasta él las aspiraciones y necesidades que en el orden económico y social sean sentidas por los elementos productores de la Nación, y es, a su vez, el vehículo por el que llegan hasta estos las directrices económicas de aquel" (art. 1).  

Por tanto y conforme al art. 2 y 3 de la citada Ley, todas las demás asociaciones obreras permitidas en el nuevo Estado quedaban integradas bajo la disciplina del Sindicato único. Por otra parte, la Ley de Bases de constitución de Sindicatos del 6 de diciembre de 1.940, en su artículo 2, otorgaba a la Delegación Nacional de Sindicatos de la F.E.T. la jefatura de todos los españoles que colaboraran en la producción. Quedaban, por tanto, desarbolados los grupos obreros católicos existentes hasta la fecha. Algunos residuos como la Confederación Nacional Católico Agraria, entrarían en vía de integración por disposición del 23 de septiembre de 1941.

 El antecedente legal para la imposibilidad de libertad sindical había estado en el Decreto de 21 de Abril de 1938, consecuencia del Fuero del Trabajo. Tal medida legal, posiblemente entendida en la fase bélica, se iba a prolongar en el tiempo con otras disposiciones cuyo fin principal se resumían en la existencia de un único sindicato en el interior del Estado. 

El temor a la absorción y a falta de independencia se manifestó por parte de los obispos en la reunión de Metropolitanos en San Isidoro de Dueñas, al mostrar su desacuerdo con la renuncia a su histórico derecho de asociación, que se veía coartado por la obligatoria sindicación en FET . El proceso de integración con las correspondientes tensiones venía de atrás. Según Hermet, las CONS, en septiembre del 36, estuvieron ya contra el proselitismo de la CESO y en el año 37 se habían registrado incidentes entre organizaciones católicas y falangistas en Béjar, Zamora, Badajoz, Cáceres, Ávila, Zaragoza y Sevilla . Mientras que Payne minimiza las discrepancias al opinar que apenas hubo protestas contra la absorción o reducción de la organizaciones seglares . De hecho, el Congreso de Burgos (15.5.38) con el decorado de crucifijos, banderas y retratos del Caudillo, supuso el acuerdo voluntario de la CESO de integración en el sindicalismo unitario. El líder obrero del propagandismo, tristemente célebre por el asesinato de García Lorca, tras resaltar el valor de la unidad, finalizaba con el ritual falangista "España, Una, Grande y Libre".

Había más una lucha de poder que una lucha de principios. La conformación mental en los moldes del Magisterio de la Iglesia Católica era la función que el General Franco otorgaba a la Organización Sindical, pero el hecho de la desaparición de organizaciones como tales, absorbidas por los nuevos Sindicatos, junto a la dirección de los mismos en manos de falangistas no alegraba precisamente a la Iglesia. Esa falta de poder protagonista era lo que más podía enfadar a la Iglesia, porque su magisterio quedaba en manos de personas hacia quienes se mostraba enorme desconfianza.

El temor a la infiltración de rojos, elementos degenerados, seguía presente en la Iglesia que, ya desde el 36, observaba con preocupación la entrada de antiguos izquierdistas en los espacios dominados por la Falange. En la elección de los primeros jurados de empresa en el año 44, hubo quejas a Franco de esa supuesta infiltración . También en las Jornadas sacerdotales de Las Palmas en 1950 se produjeron ataques, aunque de naturaleza distinta, contra los Sindicatos .

El Consiliario de la Accesoria Eclesiástica Nacional de Sindicatos escribía en febrero de 1.950 al Secretario General, Fernández Cuesta, informándole de su discurso en las Jornadas Sociales Sacerdotales de las Palmas, en dónde según el propio asesor "previendo lo que se avecinaba" , había decidido centrar su charla en aspectos económicos. Al igual que otras organizaciones de la FET, la Delegación Nacional de Sindicatos proyectó su correspondiente viaje a Roma a fin de ganar el jubileo en 1.950. El grandioso proyecto diseñado por Sanz Orrio, Delegado Nacional de Sindicatos, que estimaba en 5.000 personas el número mínimo de "productores" españoles que acudirían, sufría una notable merma en octubre dónde la cifra que se barajaba no rondaba más allá de los 500 peregrinos.

El 31 de agosto de 1.951, el presidente de la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos (C.I.S.C.) dirigió una memoria al Jefe del Estado cuya copia fue también enviada a todos los Obispos españoles , en donde denunciaba al régimen sindical español por su falta de libertades. Este documento influido muy posiblemente por elementos del Sindicato de Trabajadores Vascos (S.T.V.)  que estaban integrados en la Confederación, tuvo su réplica  desde el campo sindical falangista, donde además de tachar de injerencia en asuntos internos españoles el contenido de la misiva de la C.I.S.C., se justificaba la unidad sindical española frente a los sindicatos que habían pretendido destruir la España cristiana. La base doctrinal para la argumentación falangista se tomaba de textos de autores cristianos defensores o justificadores de la unidad en la sindicación. La tradicional apelación de la F.E.T. de ser vanguardia del cristianismo volvía a aparecer en la réplica, donde la Organización Sindical se presentaba como paladín de la doctrina social cristiana y "donde actúa una Asesoría Eclesiástica presidida por un Prelado designado por el Cardenal Primado, y una red de sacerdotes consiliarios de los Sindicatos que se extienden a todas las regiones de España". 

Desde 1.951 una escisión se STV trabajaba en el interior de España, no conformándose con la labor de agitación exterior desde el Comité con residencia en Biarritz. En junio de 1.953 la policía de San Sebastián desarticulaba el núcleo interior de ELA en Guipúzcoa siendo detenidos 18 militantes. Carta del Gobernador Civil Graciano Goñi a Raimundo Fernández Cuesta (30/6/53)  

La afirmación del Presidente de la Confederación, Tessier, y del Secretario, Serraren acerca de que los Obispos españoles pedían la supresión del régimen sindical vigente era calificada de "suposición mentirosa del todo". En el colmo de la exaltación sobre la perfección de la Organización Sindical se afirmaba la existencia de libertad sindical aportando como prueba el funcionamiento de la H.O.A.C. sino como Sindicato si como Asociación .  

Aquella crítica exterior a la labor del sindicalismo español tenía aportaciones interiores y si desde el episcopado aún no se había dado, el texto de Tessier era premonitorio.  

Monseñor Pildaín denunciaba en 1954 que los Sindicatos españoles no se ajustaban a las enseñanzas papales ; la Organización Sindical también se convertía así en punto de mira de la Postmisión social, creada al calor del concordato del 53 y con influencias del Instituto León XIII, (sector progresista emergente de la Iglesia). Aquella censura al Sindicato Vertical contrastaba con el apoyo que se daba a una nueva realidad del sacerdote urbano, que con el tiempo plantearía no pocas tensiones: los curas obreros.

La existencia de la H.O.A.C., utilizado en la réplica aludida como garante de la libertad sindical, no gozaba de los requisitos que ella o sus protectores pretendían. Según relata el profesor Tusell, el Cardenal Pla y Deniel, en 1.951, se había dirigido a la H.O.A.C. con palabras de solidaridad: "no os arrollarán, ni arrollarán a la J.O.A.C., ni arrollarán a la H.O.A.C., porque deberían arrollar a la Iglesia y no la arrollarán" .  

El apoyo de los Prelados a los obreros de Acción Católica se ponía de manifiesto también en la carta que el Obispo de Bilbao enviaba al diario Hierro el 2 de octubre de 1.951. Aquello veníaa a cuento por las acusaciones que contra las organizaciones obreras católicas se hacían en el sentido de haber querido monopolizar la influencia para que el Jefe del Estado concediera un indulto a huelguistas. Aunque el Obispo intentara quitar, por favorecer, el protagonismo de la H.O.A.C., las quejas del falangista Genaro Riestra  Jefe Provincial de la FET de Vizcaya, sobre los intentos monopolizadores de H.O.A.C., ponían de manifiesto una actitud disidente por parte de esta. Posiblemente el celo del Jefe falangista resultaba excesivo con el Obispo Morcillo. Efectivamente, este Prelado no podía ser acusado con justicia de disidente del régimen. Su visita a Pío XII en diciembre de 1.952 y el relato de la entrevista con Su Santidad  muestran a las claras la opinión de Morcillo. Para este, H.O.A.C. y J.O.C. eran baluartes para impedir la infiltración comunista entre los obreros, (algo absolutamente contrario al papel de HOAC en los 60). Cuando el Obispo Morcillo recibía el encargo de trasladar la bendición papal a sus fieles, rogó expresamente a Pío XII su especial bendición para las autoridades civiles españolas por la enorme ayuda que prestaban. A lo que el Pontífice respondía: "Si, ya sé que tienen muy buenas autoridades".

La visión de disidencia de los obreros de organizaciones católicas, vendrá mucho más tarde con cambio de mentalidades de los protagonistas y con un Concilio de por medio. Por parte de los obispos lo que se hacía era una paternal defensa de estas asociaciones, consideradas valladar de la infiltración comunista en los medios obreros y centro de testimonio del obrerismo católico.

Las Asesorías religiosas en la Organización Sindical demostraban la presencia de la Iglesia en cuanto quedaron superados los comienzos organizativos sindicales del régimen, esto es, después de los fracasados intentos "totalitarios" de Salvador Merino y del final del espejismo "germanizante" de la Francofalange. Las funciones de estas Asesorías consistían en cristianizar los Sindicatos y evangelizar a través de ellos a las masas. Previamente a su constitución formal, la totalidad de obispos otorgaron su visto bueno; incluso muchos de ellos como los de Almería, Barcelona, Cartagena‑Murcia, Calahorra y la Calzada, Cuenca, Granada, Mondoñedo, Segovia... etc. hicieron enormes elogios entusiasmados de la creación de asesorías para las que ofrecían su colaboración. Consultada la Santa Sede sobre el tema a través del Nuncio Apostólico, se recibió contestación favorable por parte de la Secretaria de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios del Vaticano el 25 de abril de 1.945.  

Los religiosos encargados de esta misión asesora sindical o pertenecían a nuevas generaciones de sacerdotes o habían mostrado ya en otros campos su vocación social. Además de la Asesoría Nacional, a cuyo frente se encontraba un Obispo representante de los metropolitanos, funcionaba también como órgano de la misma la Asamblea de Eclesiásticos. El fin último que era encauzar a las gentes hacia sus parroquias se realizaba a través del apostolado industrial, del mar y del campo. Para formar ambientes de apostolado se realizaban Jornadas Sociales Sacerdotales aunque alguna de ellas, como la reseñada de las Palmas, no obtuviera precisamente el resultado esperado. Otros elementos de difusión consistían en cursillos, conferencias, ejercicios espirituales, misiones y cofradías. O sea toda una gama de variedades para poderse acercar a la masa trabajadora y en donde la Delegación de Sindicatos de la FET prestaba la infraestructura necesaria.  

La labor imbricadora de la filosofía cristiana en la legislación laboral había quedado clara. La praxis sindical única era perfectamente compatible con las enseñanzas de la Iglesia. Al aluvión demostrativo de que el caso español era singular en su seguimiento a las directrices del Papado se unía un informe de sintaxis dificultosa, elaborado ni más ni menos que por el Servicio de Información e Investigación de la Falange. Este organismo que abandonaba por el momento informes, fichas o escuchas, aportaba  también su granito de arena en la justificación teórica del influjo de las encíclicas. Se lamentaba la incomprensión de grupos católicos extranjeros hacia la política social española ya que "en ninguna época de la historia de la política española, se ha visto el derecho sustantivo social de nuestra nación, más influida, de un modo positivo, por la doctrina social de las Encíclicas". Acertaba aquí documento en señalar el escaso relieve que los sindicatos católicos tuvieron durante la II República comparados con las otras fuerzas sindicales y en la afirmación de que el general Franco carecía de ideología "que no fuese otra que la exaltación de lo nacional, una arraigada convicción católica un absoluto acatamiento a la Doctrina del Vaticano".

EDUCACION Y JUVENTUD

Desde los más remotos comienzos las organizaciones juveniles del régimen mostraron una actitud de respeto y sumisión hacia la Iglesia. Los planes formativos de la juventud, no sólo no olvidaban el componente católico del nuevo Estado, sino que forzaban al límite la entrada de valores religiosos en los presupuestos mentales de las juventudes.

Cuando aún no había finalizado el 1936, el Reglamento Provisional del Código del Flecha imponía una formación e instrucción religiosa para las juventudes encuadradas en la disciplina juvenil del Nuevo Estado. La normativa del Plan de Instrucción de Juventudes publicada al año siguiente (circular del 24.VIII.37) se subordinaba a los valores castrenses y religiosos. El Reglamento del 24 de Octubre de 1939 convertía para las juventudes en obligatorio el precepto dominical. Se imponía, además una conferencia religiosa a la semana, la censura de cine, teatro y biblioteca, la existencia de un asesor religioso, la vinculación con las parroquias y el control de los mandos del cumplimiento pascual. Tal machaconería legislativa en favor de la mentalidad católica hacía afirmar a Chueca  que ni la Acción Católica llegaba tan lejos en el cumplimiento religioso como se imponía a las nuevas juventudes del Régimen.

A pesar de todo ello, el boicot del Cardenal Segura se hacía patente en 1938. La Demostración Nacional de las OOJJ en Sevilla contó con la negativa del excéntrico Cardenal a la autorización para celebrar misas de campaña .

La ley de creación del Frente de Juventudes (06.12.40) traía como novedad "el intento de articular la política de juventud en el contexto global de la política educativa general, interconectando lo político con lo militar y lo religioso, como triple fuente de contenido en el seno del "estado totalitario naciente".  

Los modelos filosóficos de educación de la juventud podían tener otro punto importante de coincidencia en el modelo de caballero cristiano perseguido por la ideología falangista y la valoración que de tal modelo efectuó la Iglesia católica. Con García Morente de guía espiritual, se verificaba una recuperación de lo espiritual que se manifestaba a través del ascetismo y del heroísmo, tanto en las formaciones religiosas como en las políticas. La salida propia de una filosofía irracionalista, diría el análisis de Chueca, soportando sus conclusiones en la urdimbre filosófica del  marxista Luckacs.  

La organización juvenil del régimen, el Frente de Juventudes y su sección universitaria, el Sindicato Español Universitario contaron con las correspondientes asesoría religiosa de la Iglesia católica (a la cabeza de la del F de JJ se encontraba un obispo). Los asesores fueron enviados como mandos a esas organizaciones ya en el año 42 .  

En la estructura orgánica del Frente, de entre los principales dirigentes se mencionaba el asesor religioso (art.17 de la Ley del Frente de Juventudes). Esta entrada de hombres de la Iglesia se completaba con las capellanías provinciales del Frente de Juventudes y la "labor paternal" para la inclusión de religiosos en la organización por parte del Obispo Eijo y Garay . A pesar de la conjunción se dieron ciertas reticencias entre parte del clero y el Frente de Juventudes. No podía la Iglesia permanecer impávida en el relevo de encuadrar a la juventud, tarea acometida por la Falange. Pero ello no dejaba de ser una manifestación de la absorbencia eclesial porque los controles sobre la moral del individuo a través de la escuela y de la familia seguían en sus manos.  

Las tensiones entre los dirigentes juveniles y los de la Iglesia acabarían produciendo, en la opinión de José Luis Alcocer, una traslación histórica de unos acontecimientos ya vividos, "pleito antiguo entre la Falange y la CEDA se reflejaba casi matemáticamente". Pero resultaba evidente que una parte fundamental de la formación que se recibía era religiosa, que la religión que se suministraba era la católica, aunque algunas preceptos, como la asistencia dominical a misa, se hicieran voluntarias. Las asesorías de formación religiosa procuraron que en los cancioneros hubiera himnos litúrgicos y religiosos, lo que no era muy del gusto de los jóvenes del Frente de Juventudes.  

Aquellos roces entre el deseo falangista de abarcar a toda la juventud española y la envidia producida en el seno de la Iglesia, provocaba recelos e incluso enfrentamientos.  

La competencia en el dominio de masas juveniles y de las actividades de aire libre que practicaban, enfrentaba a organizaciones católicas y falangistas. Parece que en Cataluña, una región poco permeable a la doctrina falangista, sirvió como lugar de competencia o pugna en los años 40 por el control de las actividades de aire libre. Registrándose incluso el asalto de un campamento católico por parte de grupos falangistas según relataba V. Balcells.

De mayor preocupación para la Iglesia tuvieron que ser las posibles afinidades ideológicas con juventudes de países totalitarios. En 1942 se reunieron en Alemania organizaciones juveniles que elaboraron un documento final cuya conclusión final, alejada de cualquier rasgo de religiosidad, parecía conducir al retornar del paganismo. La Delegación española rechazó el texto de forma radical y presentó una contrapuesta de diez puntos; en el primero, asumiendo no ya la idea sino también el vocabulario falangista, se consideraba al hombre como portador de valores eternos, en el quinto se consideraba la religión como lo más preeminente de la vida espiritual ya que "sin ella no cabe afirmación moral". No había lugar para temores de neopaganismo por parte de la Iglesia acerca de las parcelas azules del régimen. Para David Jato la representación española en aquel Congreso había mantenido una postura gallarda . Para Sáez Marín "las evidentes muestras de distanciamiento ofrecidas por la actitud del Frente de Juventudes, manifestaron con elocuencia ante los sectores integristas que no existía motivo para la mínima sospecha de contaminación" .

En septiembre de 1.942 el Frente de Juventudes elaboraba  un informe tranquilizador sobre las relaciones entre la Iglesia y la Organización Juvenil del Régimen. Respondía aquel documento a inquietudes o desconfianzas por parte de ciertos sectores eclesiales hacía las juventudes falangistas. Los recelos se fundaban sobre todo en el artículo 10 de la Ley de Creación del Frente: " todos los alumnos de los centros de Primera y Segunda Enseñanza, Oficial y Privada, forman parte del Frente de Juventudes”.

“Las Jefaturas Provinciales del Movimiento, de acuerdo con las autoridades del Ministerio de Educación Nacional, concertarán en cada caso las formas de encuadramiento de los escolares para armonizar la disciplina propia de los Centros de Enseñanza con la del Frente de Juventudes".

El Frente de Juventudes establecía una doble formación determinada bien por la afiliación voluntaria (Falanges Juveniles de Franco) o a la juventud encuadrada obligatoriamente por disposición legal. En cualquier caso el Frente de Juventudes influido por la idea católica se ajustaba a las normas de la Encíclica papal Divini Illius Magistri, cometido que era voluntaria y gustosamente aceptado por el Frente. Proponía el informe con el fin de evitar fricciones con la Iglesia unas bases de entendimiento en dónde el Asesor de Religión y Moral fuera designado por la Santa Sede y la obligatoria presencia de Capellanías Provinciales, locales, campamentales que abarcaran todo el ámbito del Frente de Juventudes. Por parte de esa organización no se ahorraban esfuerzos con el claro fin de que la armonía reinara.

La Academia de Mandos José-Antonio creada el 2 de Septiembre del 41 tuvo como objetivo la capacitación de jóvenes que pasarían a ser dirigentes de las juventudes. Un lejano antecedente posiblemente estaba en el organismo encargado de formación de juventudes alemanas, los Ordensburgs, en donde las juventudes hitlerianas, tras tres años de permanencia, nutrían los cuadros de mando del nacionalsocialismo y formaban las clases directoras de la sociedad germánica. A pesar de que el modelo alemán pudiera haber influido en la formación de la Academia de Mandos, es lo cierto que en los presupuestos educativos de esta se estudiaba se estudiaba Religión en su historia, su moral y su dogma, existiendo actividades, no ya de estudio sino de vivencia religiosa tales como retiros, misas y rosarios.

El Sindicato Español Universitario (SEU), dependiente del Partido y del Ministerio de Educación, tuvo también planteamientos que disgustaban a las jerarquías de la Iglesia, fundamentalmente aquél pensamiento que entendía que la defensa de los derechos del Estado eran incompatibles con los intereses creadores de centros o asociaciones confesionales.

Naturalmente que no presentaba el Sindicato aspectos laicos contrarios a la creencia. Ello resultaba evidente. En 1949, universitarios falangistas, saltándose el protocolo (lo que no era nuevo por parte de las agrupaciones de la FET), intentaron ver a Su Santidad sin previo informe al Embajador español .

La espontaneidad pública del falangismo volvía a hacer su aparición en 1.950 con motivo del Año Jubilar. Tanto el Frente de Juventudes, como la Sección Femenina o la Organización Sindical se aprestaban para acudir a Roma. En octubre las mujeres de la S.F. con Pilar Primo de Rivera, Josefina Correa Veglison y Fray Justo Pérez de Urbel peregrinaban a Roma para ganar el Jubileo. El embajador en la Santa Sede informaba confidencialmente al Gobierno español de la generosa reacción del Papa ante las dirigentes de Sección Femenina. Tal impresión quedaba plenamente confirmada en la carta que Pilar Primo de Rivera dirigía a Raimundo Fernández Cuesta solicitándole una entrevista con el General Franco para relatarle la emoción tenida en la citada visita .

De contenido religioso pero con utilización de elementos folclóricos, posiblemente menos intimistas que los de Sección Femenina. fueron las peregrinaciones de otros organismos de la FET. La circular 151 del Frente de Juventudes presentaba a las Delegaciones Provinciales el proyecto de peregrinación a Roma "para dar testimonio ejemplar de su catolicismo militante".

También el SEU proyectó, desde comienzos de 1.950 su visita a la Ciudad Eterna. Su Jefe Nacional José Maria del Moral realizó los correspondientes trámites en el interior del Partido para preparar con el Ministerio de Asuntos Exteriores el viaje a Roma. En agosto de ese año, militantes del SEU realizaron una travesía en piragua desde Palma de Mallorca a Roma para ganar el jubileo. Contaron con el apoyo logístico del buque de la armada española "Cíclope". Se realizaba en aquel hecho una simbólica conexión entre la Iglesia la Falange y el Ejército.

La relación entre responsables de la Iglesia y el Frente de Juventudes eran un hecho evidente. En Noviembre de 1952, en fase preconcordataria, época de cierta tensión, la Delegación Nacional de la Juventud  enviaba al Secretario General del Movimiento un amplio informe en donde se incluían reportajes gráficos de las visitas de prelados a campamentos del Frente de Juventudes y a sus actos religiosos, además de los favorables juicios que los metropolitanos hacían de la obra juvenil del régimen y la conducta ejemplar, en los moldes católicos de los dirigentes juveniles. Por si fueran escasas las anteriores credenciales se incorporaban las colecciones de folletos elaborados por la Asesoría religiosa y de la vinculación estrecha de sacerdotes o seminaristas con la "obra predilecta del Régimen".

No había ninguna reticencia hacia el magisterio del Sumo Pontífice, las discrepancias surgían en las interpretaciones que de las palabras del Papa se tuvieran. Así, para el nuevo Jefe Nacional del SEU, Jorge Jordana era preciso distinguir entre la fuente original y las versiones: "Es preciso en los movimientos católicos distinguir bien las declaraciones pontificias de las interpretaciones políticas que después se le han dado". Más aun, pensaba Jordana que quien podía llevar a buen puerto las ideas pontificias no eran, en ocasiones, las agrupaciones que se autotitulaban de "católicas", sino otras, como la Falange, que partiendo de una cosmovisión netamente católica, eran capaces de llegar a la sociedad con una nitidez mucho más contundentes que aquellas:

"Si las directrices pontificias no han tenido en la interpretación de los movimientos oficialmente tildados de católicos, el éxito que su verdad absoluta parecía predecir, su semilla ha germinado en ocasiones, en campos políticos no adscritos exclusivamente a una calificación de disciplina confesional. Este es el caso español, tan rico en realidades desde 1933 para acá y sobre cuya filosofía política, sin embargo, han tendido los ambientes intelectuales una lastimosa conjuración del silencio" .

Los estudios o proyectos que el SEU  realizaba sobre la asignatura de Religión en los niveles universitarios, no contaron con la comprensión de los sectores más reaccionarios de la Iglesia (Cardenal de Sevilla y su Vicario General) y eran interpretados como un ataque a la Institución. Los mencionados responsables eclesiásticos veían, en lo que no era más que una especulación teórica, en campaña contra la Iglesia, cuyo origen lo databan en los "Cursos de Problemas Contemporáneos" de la Universidad de Santander, celebrados el verano de 1.951. La ponencia que sobre "Formación religiosa en la Universidad" preparaba el Jefe del SEU para el primer Congreso Nacional de Estudiantes preocupaba al Secretario General Fernández Cuesta. Jorge Jordana intentaba quitar los temores remarcando que la tal ponencia se hacía por el deseo de colaborar con la jerarquía eclesiástica a la que por supuesto se sometían. Aquella ponencia antes de su exposición pública había sido conocida por el capellán seuísta López Gallego y por el Obispo auxiliar de Madrid, García Lahiguera. El jefe del SEU entendía que su aportación era puramente técnica y en las conclusiones de la misma se pedían la existencia de Capellanes y claustro de Profesores de religión, la enseñanza religiosa a través de tres cursillos, la sustitución del examen de religión por un trabajo sobre el tema y la creación de Cofradías y Hermandades religiosas, cultos solemnes periódicos y ejercicios espirituales. Como queda bien claro la actitud del SEU ante la enseñanza religiosa universitaria (siempre y cuando las universidades fueran del Estado) iba mucho más allá del respeto hacia la Iglesia.

No obstante esta sumisión el SEU reprochaba a la Iglesia ciertos aspectos que consideraba erróneos en su actitud y que acarreaban en la juventud universitaria una especie de desilusión. Entre estos se criticaba el que el apoliticismo de ciertas obras y Diócesis de la Iglesia española pudieran aparecer a los ojos de los universitarios como una muestra de apatía opositora. Asimismo, no se juzgaba conveniente el que en la Iglesia prevaleciera el "catolicismo" y no el profesionalismo en la búsqueda de puestos universitarios. La actitud de la Iglesia era cerrada incluso en aspectos que eran totalmente susceptibles de discusión. La persistencia en usos sociales periclitados hacía que los calificativos de "piadosísimo" o "ñoñeria" se identificaran con la actitud que mantenía. Pero sin duda el aspecto de mayor relieve para el SEU estribaba en los intentos de creación de entidades paralelas al Estado (Universidades católicas o Sindicatos católicos). Tales aspiraciones a las que el Sindicato falangista era opuesto, se las calificaba tímidamente de "inoportunas" en el tiempo.

A partir de mediados de los 50, las parroquias acogerán a grupos juveniles que, en muchos casos y de forma cualitativamente importante, comiencen a ser críticos con el régimen. El Primer Congreso de FET en 1953, temiendo la dispersión de la formación juvenil advertía:

"Debe prohibirse rigurosamente la existencia de toda clase de organizaciones juveniles dentro de las cuales no se inculquen a la juventud los principios de nuestra Falange" (Tema IV. Proselitismo, captación de jóvenes y trabajadores. Intervención en Vida política y encuadramiento).

También en lo referido a la reconciliación la Organización Juvenil fue pionera. Según José Luis Alcocer  en el año 55, muchachos del Frente de Juventudes del hogar Cid Campeador de las FFJJ de Valencia se negaron a ir a misa a El Saler para rezar por los muertos de los paseos republicanos si no se hacia también por los otros.

Para Alcocer "el sentimiento religioso se vivió de muy peculiar manera; al principio sin el menor maniqueísmo lo que provocaba un enfrentamiento con el clero de aquellos días. Luego más tarde, cuando la grande y universal estrategia conciliar llegó a estas conclusiones, han sido muchos de sus burócratas quienes se apresuraron a tachar de fascistas a los mismos muchachos a los que entonces reprimían y limitaban" .

El sentimiento católico continuaba impregnando las labores del Frente de Juventudes en la década de los 50 y se prolongaba en la organización de la Organización Juvenil Española, continuadora de la labor del Frente cuando se procedía a desaborlar de ideología "fascista" los reductos azulados del franquismo.

Entre las normas de moral y estilo, las primeras obligaciones establecidas eran los Deberes con Dios que se establecían de la siguiente manera:

  • Amor a Dios
  • ‑Conocimiento, vivencia, propagación y defensa de la palabra divina.
  • ‑Aceptar con rendido acatamiento las decisiones de la Iglesia, depositaria e intérprete infalible.
  • ‑Hacer con palabras y actos válida la idea de José-Antonio acerca de la interpretación católica de la vida como la verdadera y la española.

Había un oracional Juvenil campamental, manual de los acampados de juventudes, preparado y prologado por el padre Mariano Gamo, otrora Capellán Provincial de Juventudes de Madrid. En el texto, fechado en el año 1963,

Preces lítánicas:

2.‑Por los muertos de todos los colores, de todos los bandos y de todas las políticas de España.‑  

9.‑Por aquellos que a consecuencia de la guerra han muerto en la cárcel, en el exilio o bajo el rigor de la pena capital.

 La educación reglada era otro campo de conflictos entre el favorable estatismo del Partido y los deseos eclesiales. En un esquema globalizador de la legislación sobre política educativa tendríamos una primera etapa desde el 36 al 45 en donde la contraposición entre el Partido Único y la Iglesia por el control educativo llevaba a la conquista de distintas parcelas por cada uno de ellos.

Una forzada fusión en el conflicto de intereses de unos y otros se personificaba en los Ministros de Educación. Pertenecieron en su gran mayoría al sector "católico" del régimen, pero al mismo tiempo eran Delegados Nacionales de Educación de la FET. Aunque por algunos fue el intento de aproximación (Ruiz Jiménez) pero hubo detalles que no pasaban deapercibidos. Así por ejemplo. el Ministro Ibáñez Martín se mostraba pertinazmente olvidadizo del pago de su cuota como miembro de la FET  y organizaciones del Magisterio católico recibían cuantiosas subvenciones para certámenes o reuniones por parte del Ministerio de Educación, que se mostraba cicatero para asignárselas al Sindicato de Maestros del Partido (SEM) a pesar de ser mucho más elevada la representatividad de estos últimos.

Las primeras disposiciones del Nuevo Estado en materia de educación afectaban al bachillerato y a la enseñanza universitaria.  

La Ley del 20 de Septiembre de 1938 pretendía la regulación del bachillerato en el sentido de influir en la transformación de la sociedad y en la formación moral e intelectual de las futuras clases directivas. Mayor importancia tuvo la Ley de Ordenación Universitaria de 29 de Julio del 43 en donde se afirmaba el monopolio estatal de la educación universitaria. La Universidad tendría como guía suprema el dogma y la moral cristiana, pero el control ideológico y funcionarial quedará en el poder Partido ya que los principios del Estado eran los de la Falange, según se redactaba en la Ley. Tras estos devaneos entre partido e Iglesia y ya en el 45 al socaire de la derrota del Eje, el rumbo toma otros derroteros formales y con la Ley de Enseñanza Primaria de 1945 queda como triunfadora absoluta la Iglesia a quien se le reconoce "el derecho que de manera supereminente e independiente de toda potestad terrena le corresponde para la educación". La religión es el principio fundamental de la enseñanza.

 A este primer periodo seguirá uno claramente confesional y luego otro, el del modelo tecnocrático, en donde la Iglesia disfrutaría de preponderancia total aun cuando no se descarten los enfrentamientos muy puntuales con el Estado. Si en un primer momento el sentido estético del nuevo Estado creó ciertas leyes nominalmente favorables al partido, no será este el que detente el control de la enseñanza. Los núcleos claves de control ideológico centrados en la familia y en la escuela seguirán siendo controlados por la Iglesia. Los púlpitos como portavoces de una ideología y el Ministerio de Educación en manos del sector "católico" fueron las claves. En la España contemporánea, descartando breves paréntesis republicanos y etapas de roce que al final volvieron las aguas a su cauce, la Iglesia católica, aceptada por la práctica unanimidad de los españoles ha dispuesto de recursos legales para el control de la enseñanza.  

 El Reglamento Provisional de Escuelas de 26 de Octubre de 1838 disponía el estudio de la doctrina y de las prácticas religiosas en las escuelas primarias bajo la inspección del párroco o individuo eclesiástico de la Comisión Local. La Ley de Instrucción Pública de 9 de Diciembre de 1857, disponía en su art. II que el Gobierno habría de procurar que al menos, una vez por semana el cura Párroco repasara doctrina y moral cristiana con niños en escuelas elementales. El 24 de Junio de 1911 una Orden de la Dirección General de Primera Enseñanza confirmaba y recordaba lo anterior. Si en el 1913, se habilitó una dispensa para niños de padres de otra religión, todavía en el 1926 no se había desarrollado los principios de la Real Orden dispensadora, lo que la hacia inservible.

 Los impulsos totalitarios presentes en la LOU o la Ley del Bachillerato encontraron respuesta en la práctica docente, donde pesaba más que nada la catolicidad de los docentes o en su revisión mediante leyes que rectificaban estas. Así la Nueva Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 26 de Febrero del 53 acabó con la del 38. Más vida aparente tuvo la LOU lo que no obstó para la creación de Universidades de la Iglesia.

 Precisamente los intentos rectificadores de esa ley enfrentaban nuevamente al Partido y a la Iglesia. Los enfrentamientos entre la actitud de ésta, hacia su particular concepto de la libertad de enseñanza se oponían a nivel universitario con el Sindicato falangista (SEU). Su Jefe Nacional José-María del Moral dirigía al Secretario Nacional del Movimiento  un escrito en donde se oponía tajantemente al proyecto de modificación de los artículos 18 y 58 de la Ley de Ordenación Universitaria por el temor a la aparición de universidades libres que pudieran oponerse a los principios del Movimiento.

El contencioso se realizaba a pesar de que en la exposición de motivos de la LOU se señalaba en primer lugar su carácter confesional:

"por primera vez, después de muchos años de laicismo en las aulas, será preceptiva la cultura superior religiosa. En todas las Universidades se establecerá lo que, según la luminosa encíclica docente de Pío XI es imprescindible para una auténtica educación: el ambiente de piedad que contribuya a fomentar la formación espiritual en todos los actos de la vida del estudiante". 

Naturalmente tal planteamiento no era lo que molestaba a la Iglesia sino otro tipo de argumentaciones tales como "el fiel servicio de la Universidad a los ideales de la Falange, inspiradores del Estado...", es decir el que la LOU fuera "el máximo exponente de la exaltación ideológica en materia educativa” . Resultaba inadmisible un Estado confesionalmente católico y con el enorme poder social de la Iglesia constriñera en el más alto nivel de la enseñanza las apetencias eclesiales de dominio.  

Ni que decir tiene que la Iglesia estaba a favor de la modificación de la LOE aludida con el fin de incrustarse en este nivel de la enseñanza que había quedado bajo un pretendido monopolio falangista. Desde el semanario seuísta La Hora se atacaba la pretendida modificación. El SEU ponía en guardia a sus jefaturas de distritos universitarios ante los ataques que Eclessia  dirigía al Sindicato por negarse a la reforma de los artículos citados. Los falangistas sí estaban por un Estado fuerte y católico, pero recelaban de que Universidades de la Iglesia minaran la fortaleza estatal. La publicación católica mantenía la tesis tradicional sostenida por la Iglesia de que el Estado actuara como subsidiario en materia educativa: aquello naturalmente entraba en pugna con los principios de fortaleza y control apetecidos por el Partido.  

En la polémica surgida terciaron también importantes hombres del Partido, como Manuel Valdés  quien consideraba inadmisible los ataques eclesiales dado que abrían camino a posteriores críticas a la ideología del SEU.  

La labor modificadora de la Iglesia para las enseñanzas del bachillerato se ponía de manifiesto en la época de Ruiz Jiménez, que intentaba una labor de puente entre la Iglesia y el Partido, En esa labor mediadora recibía consejos el Ministro católico de relevantes personalidades enfrentadas a la FET acerca de que se inclinara de forma clara al lado de la Iglesia . Mantenía Ruiz Jiménez una actitud de optimismo en la creencia completa de que se llegaría a un acuerdo . Efectivamente, las pretensiones de la Iglesia quedaron incorporadas en la redacción final de la Ley.  

CONCLUSIÓN

En el periodo 1931‑1937 la Falange y sus antecedentes Juntas Castellanas de Actuación Hispánica y JONS, se hizo visible que los planteamientos doctrinales no se enfrentaban a los de la Iglesia Católica. Más bien ocurría todo lo contrario. Tanto Primo de Rivera como Redondo incluían en sus planteamientos personales el del catolicismo y no es extraño pensar que su postura religiosa intentara una plasmación en política, lo cual no acarreaba la sumisión a la línea católica tradicional. Para ello otras formaciones, apoyadas por la Iglesia cubrían el espacio político. Hubo también otras posturas más alejadas del fenómeno religioso, tal fue el caso de Ledesma Ramos, que encontró prolongaciones en el francofalangismo y que a la larga seria heredado por confusas manifestaciones de rebeldía falangista en el tardofranquismo y en el posfranquismo.

 Los intentos totalitarios proyectados por algunos falangistas, al compás de la guerra y de la situación internacional se verían frustrados. Las presiones eclesiales en el Jefe del Estado (a la vez Jefe Nacional de la FET) unido a la pérdida de sentido de unos ideales puestos en naciones que estaban siendo derrotadas generaron la aparición de una francofalange, más sumisa, más católica, más vaticana. Fue la época del Secretario General, Arrese Magra, dirigiendo los destinos del Partido y como hombre fuerte de la FET. Su segunda etapa en tal cargo, tras el fallido intento de vertebrar constitucionalmente el Estado, tuvo como colofón la frustración de sus planes, en donde la Iglesia participó de forma importante. La década de los sesenta con el apartamiento casi total de miembros de la FET en puestos de mando y con reconversión a la baja de su ideología parcelada en reductos del régimen vio el surgimiento de grupos de los denominados de "Falange alternativa" cuya postura con respecto a la Iglesia y a sus creencias han sido también analizadas ,junto a las prolongaciones en los programas que estas formaciones llevaron a las elecciones del 77 y que respondían al pensamiento que se había ido gestando en los años del tardofranquismo. Se ha hecho también mención también de Fuerza Nueva porque amalgama de productos varios, síntesis del nacionalcatolicismo, albergó en sus filas elementos falangistas o partícipes de esa ideología había llegado a ser en el transcurso del Régimen.

Si el término Falange puede presentar problemas en cuanto al concepto designado por las variantes aparecidas, no estaría de más concretar a qué hemos llamado Iglesia. Evidentemente no se trata de la Iglesia comunión de fieles. El término se utiliza con relación a una estructura con enorme poder social, acrecentado durante el franquismo con privilegios sinnúmero, producto de una historia en un lugar determinado, en nuestro caso España y con una proyección que trasciende lo propiamente espiritual para llegar a convertirse en fuerza de extremo poder controladora de mentalidades de la sociedad española; alrededor de la cual surgieron intensas filias y fobias. La Guerra española del 1936, definida como Cruzada, y sentida como tal por muchos es una muestra de que los contendientes además de dilucidar problemas de clase, se enfrentaban porque disponían de enfoques de mentalidad absolutamente divergentes, imposibles de solucionar por otras vías.

 

Al analizar los puntos de fricción entre la Iglesia católica, (entendida como estructura jerárquica, con proyección social en organizaciones laicas) y la Falange, (entendida en el amplio sentido del poliedro falangista) se ha observado un estado de prevención por parte de la Iglesia hacia la Falange concretada en un "temor al totalitarismo", es decir, al miedo a la suplantación del totalitarismo de la Iglesia en su visión del mundo por el de un posible Estado con connotaciones panteistas. Tal prevención se puntualizaba sobre todo en las cuestiones educativas (con el inevitable marco de la juventud) sindicales y propagandísticas.  

En la actitud de la Iglesia se produjo un cambio que pasa de un acercamiento, casi invasión, de sus formaciones políticas de masas a la Falange ‑JAP‑ cuando ésta no era apenas nada, a una actitud de rechazo, más tarde, cuando FET tenía ya parcelas de poder porque sus opciones políticas eran distintas.

 La Iglesia representaba en su papel controlador de las clases sociales una postura de naturaleza reaccionaria, unida a las clases acomodadas y también a fuertes núcleos de baja renta pero de mentalidad conservadora, frente a los intentos, al menos verbales, de cambio social revolucionario y desaparición de las clases sociales que quería Falange. En consecuencia la Iglesia que no puso en entredicho el capitalismo en su aspecto económico se encontraba con indicios de que Falange intentaba un nuevo orden económico‑social, aunque en el derrotero final se perfilara de guardia pretoriana del capitalismo que sostenía al régimen del general Franco.

No menos importancia tenían las opciones en las formas políticas deseadas para el Estado. El entramado reaccionario de la Iglesia española era partidario de la monarquía lo que no era de recibo por la Falange. El sentido jerárquico del "fascismo dinámico" primitivo se alejaba bastante de las ideas de pompas y rancios sabores preferidos por la Iglesia española y su cúspide, la Conferencia de Metropolitanos. Sin duda que muchas fricciones entre Iglesia y Falange precisarían de salirse del marco puramente eclesial o moral y abarcarían aspectos políticos con interpretaciones dispares de la tradición Conviene también destacar la fortísima evolución de la Iglesia española durante el régimen del general Franco que de un extremo pasó a otro, llevó a las grupos más progresistas de la Iglesia al ataque de los sectores pretendidamente más ideologizados del Estado, reductos algunos de la Francofalange. Los miles religiosos asesinados que mantuvieron la llama de su tradicional antiizquierdismo, fueron olvidados con el paso del tiempo en el proceso de "aggiornamento" de la Iglesia española, junto al enorme cambio social que se estaba produciendo.

Al estar la Iglesia y sus sectores más allegados con mejor consideración en Europa, mucho más relacionado que el "fascismo residual" de la Falange, y al ser proclives a instituciones ‑como la monarquía‑ o a tendencias políticas más acordes con las mentalidades impuestas en el occidente europeo, ha podido planear en algunos tratadistas una visión que precisa de matizaciones, la de que la Iglesia representó un contrapeso hasta cierto modo "liberal" frente a la concepción totalitaria de otra de las apoyaturas de poder del Régimen: de la Falange.

Resultó un hecho incuestionable que los lazos internacionales que procuró la Iglesia y sus sectores laicos al régimen fueron una inapreciable ayuda para el sostenimiento de la Dictadura y que el periodo 45‑57 la flotación del régimen tuvo mucho que ver con ese apoyo . Se llegó incluso a establecer una distinción que presentaba la creación de antinomias: falangistas‑católicos; laicos‑religiosos; totalitarios‑ discrepantes. Dado que todo análisis proviene de un razonamiento interesado, la aparición de estas contradicciones bien esparcidas pudiera servir a algún interés .

No creo errar mucho si centro el asunto en la necesidad que tuvo la Iglesia para recuperar su credibilidad social de hacer una forzada distinción entre el fascismo del régimen y su actitud de contrapunto. Todo ello a pesar de que desde el 1 de Marzo de 1938 al 31 de Diciembre de 1964, 354 disposiciones reglamentarias o concordatarias concedieron privilegios materiales, juridisccionales a la Iglesia o a que el Derecho canónico quedó integrado en el Derecho Público y los obispos tenían posibilidad de veto en sumarios judiciales contra sacerdotes y también, porque eximidos del servicio militar, se concedía a los príncipes de la Iglesia honores religiosos .

El planteamiento de una dialéctica "Cesarismo‑Clericalismo" resulta un tanto artificial. Fue cierto que en la política española, en sus leyes y costumbres, hizo su aparición el clericalismo que creaba patrones que iban más allá de lo que era la vivencia religiosa. También se comprobó en los primeros tiempos, en el periodo en que el régimen "flirteó" con el totalitarismo, una actitud cesarista en minoritarios reductos de la FET, pero a partir de 1942, las pretensiones totalitarias quedaban cada vez más arrinconadas y se reducían al interno de la familia falangista. La sumisión se había producido y confundir el disentimiento en los criterios con el ataque a la Iglesia mediante calificativos de "estatolatria", "neopaganismo" o "totalitarismo" resulta sacar los elementos de su órbita.