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El Rastro de la Historia. NÚMERO ONCE

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El Congreso de FET y de las JONS de 1953

-Adaucto Pérez-

 

Un hito en una nueva coyuntura internacional.

1948 había significado el final del túnel para el franquismo. La condena del 46 por parte de la ONU iba a entrar en caminos distintos al compás de los acontecimientos internacionales. Una nueva forma de tensión, la Guerra fría, venía en auxilio del régimen de Franco, significado sobre todo por su anticomunismo y con España en una situación geoestratégica envidiable en caso de necesidad.

El pretexto para la convocatoria del Congreso radicaba en el intento de dar mayor participación política a la FET. Terminado el tiempo donde se teorizó con la conquista del Estado y los proyectos neofalangistas de control del régimen, el partido único había encontrado su acomodo en ser lo que legalmente se le suponía: intermediarios entre la sociedad y el Estado, intermediación dirigida, ensanchada o reducida según las conveniencias del régimen; pero se había ido convirtiendo sobre todo en el partido del general Franco. Para conseguir ese objetivo de mayor participación política, se realizaría un examen de los trabajos que los Consejos Provinciales habían elaborado en base a un temario que había sido remitido por la Secretaría General del Movimiento y cuyas conclusiones una vez aprobadas se "elevarían" al mando nacional. 

1953 significaba un hito en el régimen franquista. No sólo es que se hubieran logrado buenas relaciones con USA sino que además éstas cristalizaban en el Convenio a la ayuda mutua para la mutua defensa de 26 de Septiembre de 1953 con un preámbulo significativo:"Frente al peligro que amenaza al mundo occidental los gobiernos de los Estados Unidos y de España, deseosos de contribuir al mantenimiento de la paz y de la seguridad internacional…". En el interior de España hubo quien vendía aquello como el resultado de la profética mente del Caudillo Franco, incomprendido en su momento.

Pero si resultaba un triunfo para el asentamiento del régimen aquel acuerdo, el 27 de Agosto se había firmado con la Santa Sede un Concordato (que fue presentado ante las Cortes el 26 de Octubre) en donde se confirmaban y se ampliaban los acuerdos de 1941 (catolicismo como religión oficial, nombramientos de obispos, dotaciones al culto y al clero, enseñanza religiosa en los centros oficiales, etc) Y puestos tan hercúleos pilares, ya en faena, un impensable acto de tipo interno que tan solo unos pocos años antes hubiera sido inviable se iba a realizar: la celebración de un congreso del Partido único, de la FET y de las JONS respondiendo a su definición primigenia, la ya dicha de organismo intermedio entre la sociedad y el Estado.

Ambos acontecimientos tendrían su particular reflejo en el Congreso, en el que la Falange decía asumir la defensa de Europa. Y otro acontecimiento de política interna iba a estar presente, la "tercera vía" propuesta por Rafael Calvo Serer y hacia la que se lanzarían las oportunas advertencias desde el Congreso.

 

¿Qué hacer con el Partido?

Un tanto tapada la organización política unos años antes, a la que se veía como partido político residual emparentado con los derrotados del 45, se la podía, ahora, airear e incluso dar la imagen de organización pujante. Había que hacer algunos retoques imprescindibles como olvidar u obviar parte del pasado o reinterpretar la doctrina; pero ¿no se había hecho ya algo parecido desde los tiempos de la Unificación y luego con Arrese? Por la cabeza del Jefe Nacional tuvo que pasar el "esto son mis poderes" en aquella demostración de "fervorosa adhesión". Pocos años más tarde sabemos de primera mano cuál era la opinión del Jefe Nacional

José Antonio Girón analizó aquel tiempo para la Falange "como un instante de oro", sintiendo que la madurez y los logros del régimen (para él de raíz falangista) habían llegado. Había llegado también para el falangista palentino "la oportunidad de demostrar todo el profundo valor inédito de la democracia orgánica". Pero un saborcillo de disgusto también le dejó aquel Congreso "que no estuvo a la altura de su profundo significado".

Refiere (y asume) Paul Preston lo que el corresponsal de Le Monde Jean Créac´h indicaba acerca de que "el 80% de los asistentes eran campesinos o jornaleros desempleados que habían sido traídos en autobuses desde las provincias con un día de paga". Atribución torpe del movimiento social que arropó ( guste o no, por inercia o por consentimiento con el poder) al general Franco, que podrá satisfacer a quienes busquen respuesta fácil al populismo franquista, pero que no respondía a la verdad. Y tan burdo proceder en el análisis contribuyó más al sostenimiento del régimen que a su caída. Pequeñas muestras contrastadas de entre los asistentes de algunas localidades al Congreso no confirman la frase del corresponsal galo. Pudo haber acompañantes coyunturales, de mariachis o de "extras" ad hoc - exactamente igual que en cualquier masiva concentración de apoyo al poder- junto a una militancia no boyante ya por aquellas fechas, pero de ahí a despachar con el ochenta por ciento de mercenarios del jornal hay una distancia considerable. Quizás El periodista realizó algún serio muestreo que desconocemos, pero más parece aserto de fe que contraste riguroso de hechos.

 

Congreso y congresistas.

El Congreso se organizaba en la Universidad madrileña de San Bernardo, en torno a su Presidente, una Secretaría del Congreso, una Comisión Permanente, las Comisiones de Trabajo y el Pleno. Formalmente en este último aparecían los nombres de miembros de la FET desligados de sus faenas de primera línea desde hacía ya tiempo y pasado al distanciamiento o pensando en oposiciones (Serrano Suñer, Dionisio Ridruejo) junto a personalidades provenientes del tradicionalismo (Bilbao, Iturmendi) o falangistas disidentes (Eduardo Ezquer).

Había también Obispos (Eijo y Garay), militares (García Valiño, Luis Nieto Antúnez, Muñoz Grandes, Pérez Viñeta, García Rebull, Garicano Goñi) o historiadores (Mario Hernández Sánchez Barba, José Maluquer Cueto) e incluso personajes como José Ibáñez Martín, Alberto Martín Artajo o Fernando Suárez de Tangil y Angulo, que no comulgaban precisamente con el bloque falangista del régimen.

Eran miembros del Congreso los pertenecientes a la Junta Política, los Consejeros Nacionales, los que había recibido la Palmas de Plata de la Falange, los Delegados y Secretarios Nacionales, Jefes y Subjefes Provinciales, los Delegados Provinciales de la Vieja Guardia., nueve ponentes por cada jefatura provincial y aquellos falangistas designados por el Ministro Secretario.

La inauguración, el 29 de Octubre a la misma hora en que había comenzado veinticinco años antes el discurso del Teatro de La Comedia, corrió a cargo de Eugenio Montes con un discurso historicista, en donde la trama metafísica de la España eterna no podía faltar, para incluir en ella al régimen del General Franco. Si otrora el fascismo italiano había constituido el punto de referencia para Montes, ahora ese fenómeno político se consideraba "respuestas falsas a problemas verdaderos". La sensación de permanencia e intemporalidad de la doctrina se explicaba poéticamente con una frase de Goethe "sin prisa ni pausa como las estrellas" que algún oído atento, llamado en su día a comunicar a los españoles la muerte del Caudillo, utilizaría para explicar el "espíritu del 12 de Febrero" en los tiempos del tardofranquismo.

 

Retórica, desahogo, despedida y cierre.

Las aspiraciones del Congreso estaban en la línea del más puro retoricismo y visto el antes y el después consistieron, en gran parte, en una magnífica exhibición de fuegos artificiales. Cierta radicalidad en el discurso de algunas ponencias encontró el bálsamo en las palabras "prudentes" del Secretario General que, tras el desahogo y subasta por ver quién era más falangista, correría a ver al Jefe Nacional para manifestarle la inquebrantable fidelidad de quienes en un acto de esquizofrenia o de histrionismo habían pedido un cambio radical en la política del régimen. Dos muestras para empezar: 

·          Plena efectividad del Consejo Nacional (que como se sabe estaba con vida inútil prácticamente desde 1938, con la preparación del Fuero del Trabajo )

·          Desaparición de cuantos aspectos de la vida nacional conserven espíritu liberal, capitalista y decadente de épocas anteriores (precisamente cuando el capitalismo era lo que se iba consolidando, cada vez con mayor fuerza y en poco tiempo sus versiones más liberales o neoliberales iban a dar la impronta económica al régimen de Franco)

Y curiosamente esa realidad, la no presente del Consejo Nacional y la presente, del capitalismo autoritario se hacían en un contexto donde pretendidamente la revolución de la Falange se había hecho. En efecto, a la militancia un día combatiente se la pedía su encuadre en las organizaciones de Excombatientes "…convirtiéndose en una unidad de reserva espiritual-heroica, que represente en todo momento la garantía de una fuerza combativa, por si un día, la vacilación o la traición pusiera en peligro nuestra revolución" ¿Qué objetivos revolucionarios se habían conseguido en 1953 de aquellos que se preludiaban en tiempos de la Falange histórica? Quizás, la respuesta difícil de dar quedaba solucionada con la frase magistral del Ministro Secretario Fernández Cuesta que lo resolvía con que "El falangismo, que, más que un problema concreto y como tal perecedero, es una actitud y un entendimiento de la vida"- 

Diez fueron los temas tratados en un abanico que iba desde la consideración de la FET como inspiradora y base del Estado español a las opiniones en torno al sistema económico, la revolución nacional, la expansión, el encuadramiento y disciplina interna, o la culturización y propaganda. Al frente de cada ponencia figuras destacadas como Julián Pemartín, Correa Véglison, Javier Martínez de Bedoya, Jesús Suevos…

La competencia interior existente en el régimen era un reto para los falangistas que pensaban que con una fuerte disciplina podrían suprimir a los otros grupos políticos (y que curiosamente tenían nominalmente presencia en el Congreso como se ha indicado más arriba) grupos y personas "que nos distinguen con su enemistad y con los que no hay que soslayar la lucha conducente a eliminarlos radicalmente por medio de una total superación, con una actividad intensa y eficaz y haciendo amplia e inteligente difusión de nuestras aspiraciones y modos"

El resumen de las peticiones de las ponencias fue el siguiente:

·          Definir las competencias del Movimiento en los órganos estatales de educación popular y ampliar la acción de cultura popular de la FET.

·          El monopolio en la educación doctrinal de la juventud española, mediante instituciones propias o supervisando y controlando determinadas actuaciones de entidades privadas: "Debe prohibirse rigurosamente la existencia de toda clase de organizaciones juveniles dentro de las cuales no se inculquen a la juventud los principios de nuestra Falange" (Tema VI). En clara referencia a algunas de las organizaciones juveniles de la Iglesia.

·          Aplicación de medidas de justicia social como el acceso a la propiedad de los arrendatarios, la consideración de delito social el impago de salarios o las cuotas de previsión social, la necesidad de viviendas dignas, la supresión de limites en situaciones de larga enfermedad, la ampliación de la seguridad social al campo, la escolarización total de los niños españoles o la mejora académica -y política- de los maestros.

·          La reorganización de la estructura del Partido mediante la creación de delegaciones de Información e Investigación, Prensa y Propaganda y Deportes.

·          La vuelta a las antiguas estructuras de control de las "circulares totalitarias" en grandes ciudades: organización de distrito, barrio, casa y bloque.

·          El invertir la realidad municipal existente: "El jefe local asumirá siempre el cargo de Alcalde Presidente del Ayuntamiento. Si en algún caso especial no ocupase ambos cargos habrá de ser militante y formará como consejero nato, en el Consejo Local del Movimiento" .

·          La dirección de la política económica de la nación por los Sindicatos Verticales. Se entendía que lo realizado anteriormente no era doctrina falangista (a pesar de que había que defender la "revolución" conseguida), pero se comprendía el desviacionismo por lo transitorio de la situación postbélica y el bloqueo.

·          La obligatoriedad de signos externos en los actos de carácter falangista

Las Bases de Acción Política elaboradas por la Permanente del Congreso resumían algunos de los puntos trabajados por las ponencias, y donde merece la pena destacar:

·          La exigencia del predominio político "Bajo ningún pretexto consentiría la Falange la ilegítima actuación de camarillas que pretendan mermarle su condición de única inspiradora del Estado y, consiguientemente, la autoridad de su Jefe y Caudillo". 

·          La inequívoca unión de la Falange con Franco, cuya dirección no es puesta nunca en discusión, sino que al contrario se recurre a su engrandecimiento

 ·          La interpretación de que la política del trabajo de la Falange resume los mandamientos de Cristo y los principios del Movimiento. Esta fusión, de acuerdo con los cánones del nacionalcatolicismo del régimen, era la primera referencia religiosa explícita de todo el Congreso.

 ·          La Falange considerada ante todo como fuerza anticomunista para la defensa de Europa en esta época de guerra fría y en donde se recordaba a la División Azul con la consideración de "vanguardia de la defensa europea"

En el discurso que Fernández Cuesta pronunció en el paraninfo de la Universidad de Madrid señalaba al Movimiento nacional como una realidad más amplia que la de la propia FET, pero subordinada a ella. Tal consideración le permitía un análisis donde las responsabilidades de malas actuaciones, de comportamientos delictivos, fueran asumidas por quienes integrando el Movimiento no respondían a una afiliación falangista. En este punto citaba sin nombrar que el único caso de pena de muerte aplicada por delitos económicos fue el de un falangista. Ocultaba el nombre de Pérez de Cabo como distorsionaba también el tema, pues este falangista había estado comprometido en las actividades disidentes de la Falange auténtica y quizás por ahí pudiera entenderse mejor la dura condena.

Para los grupos políticos que prestaban su apoyo al régimen y que no eran falangistas se anunciaba el interés en su desaparición. Radicalismo verbal como se encargaría de mostrar la tozuda realidad futura, pero resultaba curiosa la conclusión 4ª del Tema X Disciplina, estilo, ejemplaridad y austeridad del falangista, bajo la presidencia del Teniente General José Moscardó en donde se decía: "Sin una disciplina enérgica y bien llevada no estamos en condiciones de suprimir otras orientaciones políticas, ya que por debajo del sistema proclamado por nuestro Estado hay grupos políticos, más o menos larvados, que nos distinguen con su enemistad y con los que no hay que soslayar la lucha conducente a eliminarlos radicalmente por medio de una total superación, con una actividad intensa y eficaz y haciendo amplia e inteligente difusión de nuestras aspiraciones y modos"

Para evitar malentendidos y en cumplimiento de la costumbre, el Ministro Secretario anunciaba su veloz salida para dar testimonio de fidelidad y lealtad al Jefe Nacional.

Dos actos de rancia coreografía cerraron la sesión. El Consejo Provincial de Jaén pidió la Palma de Oro para el Caudillo y el Consejo Provincial de Vizcaya pidió guardia permanente en el sepulcro de José Antonio de dos escuadras provinciales cada semana, una de la Vieja Guardia y otra del Frente de Juventudes (acción que apenas duraría un año).

La movilización de falangistas para asistir el 29 de Octubre al magno acto que se celebró conllevó 43 trenes especiales y 9 ordinarios, sumando en total 688 unidades que transportaron a 48430 falangistas. Por carreteras, tanto en autocares como en automóviles llegaron 51.189. De la provincia de Madrid acudieron 8110 y de la capital en torno a los 40.000. Además 2500 mujeres de la Sección Femenina, 4000 del Frente de Juventudes y 1500 de la Guardia de Franco. Un total en torno a los 156.000 falangistas. A ello contribuyó decisivamente el Jefe Provincial de Madrid, Carlos Ruiz, altamente valorado por la militancia falangista, creador de múltiples establecimientos educativos o sanitarios en la provincia que aún hoy llevan su nombre.

Esta cifra en torno a los ciento cincuenta mil asistentes se daba en la prensa de Argentina y Portugal. A todas las provincias se les había asignado un cupo variable de asistencia. Zaragoza, Toledo, Navarra y Ciudad Real no pudieron cumplir con él, ni tampoco Guipúzcoa que se excusó por razones de la inundación habida. El costo de los desplazamientos supuso 5.076.924 de pesetas lo que, sumado a algunos desperfectos en el estadio de Chamartín, impresos y demás elevaron la cifra de gastos a 5.097.618 de ptas.

El general Franco, con el uniforme de Jefe Nacional de la FET,. en el acto de clausura volvió a poner las cosas en su sitio :"La Falange está por encima de las contingencias...flanqueando y respaldando la fuerza constituyente de nuestro ejército".

La masiva movilización permite conocer la variopinta militancia presente en zonas rurales venidas a Madrid y que hay que suponer como militancia excepcional, en parte cohorte de figurantes (pero sin llegar a las exageraciones comentadas más arriba) porque casi inmediatamente después del Congreso había jefes provinciales que lamentaban comunicar la inexistencia de organizaciones de la FET en muchos pueblos en 1954.

¿Puede pensarse en una recomposición falangista? la respuesta tiene que ser negativa, ni en cuanto a la organización ni en cuanto a los teóricos fines políticos de la Falange. Existe constancia de los primero por comunicaciones de los Jefes Provinciales que no pintaban precisamente un situación boyante y también por la misma naturaleza de los presentes en el Congreso, bastante huérfanos de doctrina, oportunistas o cobijados. De lo segundo cabe afirmar que la Falange se desplegaba de fuerza auxiliar del gobierno de turno. Una buena prueba de ello iban a ser las elecciones de 1954.

El dotar de legitimidad al régimen era la tarea fundamental que acometía el Movimiento, utilizando, ahora sí, el marco prefijado para ella en Abril del 37. Había que incluir la actividad política para demostrar que el régimen podía funcionar. El instrumento del Plan de Acción Política Provincial sería llevada a cabo por los hombres del Movimiento. Para este Plan de 1954 que debían elaborar los Jefes Provinciales y luego debía ser aprobados por la SGM tenían que celebrarse asambleas locales y comarcales de afiliados al Movimiento.

Si algunos de los acuerdos se pusieron en práctica, no iba a significar aquello el predominio falangista. Esos acuerdos de tipo instrumental servirían para que funcionara la maquinaria del régimen, pero apenas en el sentido que algunos de los francofalangistas querían. Tan solo un año antes había señalado Fernández Cuesta que era la inamovilidad lo que definía al régimen. Quedaba presente también la preocupación social puesta de manifiesta en el Congreso y aparece el interrogante de qué hubiera sido el franquismo sin el aporte social de los falangistas incrustados en él. Faltaban tres años para que en la encrucijada del 56 se evidenciara la vía por la iba a optar el franquismo.