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El Rastro de la Historia. NÚMERO DIEZ

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Sobre

Soldados de Salamina

-Elías García de Santos-


En el número 8 del Rastro de la Historia, Carmelo García Franco, en la miscelánea de la revisita, publicaba un breve comentario sobre el tan difundido libro de Javier Cercas, Soldados de Salamina, en donde en un ejercicio de síntesis que honra a su autor concluía, tras mostrar su enfado, el rechazo a la tesis que Cercas manifiesta en su obra: el descrédito como político y como persona de Rafael Sánchez Mazas mientras procede al elogio de aquellos que fueron sus enemigos políticos y muy en particular a los de adscripción estalinista. 

Dado que otros, de apellido Sánchez, mucho más versados en el arte de escribir, con espacios suficientes en órganos de difusión, y que por obligación moral hubieran estado obligados a las aclaraciones y rectificaciones oportunas, ni lo han hecho, ni me temo mucho que lo vayan a hacer, no queda otro remedio que indagar en la tan publicitada novela, envuelta en un halo de perfección compartido por la crítica literaria, los escritores mismos que otorgan civiles laureadas y los lectores compulsivos. Ha dado en el blanco.

Resulta evidente que se ha producido el fenómeno goebbeliano de la difusión, (o el de Mac Luhan - el medio es el mensaje- como bien nos explicara José Lorenzo García) es decir, ¿cuántos españoles del año 2000 sabían algo de Rafael Sánchez Mazas? Pocos, muy pocos. Todo lo más, historiadores de la España contemporánea (más por referencias que por haber acudido a su obra) e investigadores interesados en la Literatura española del siglo XX. Trapiello, Mainer, Carbajosa, Juaristi y algún otro Incluso de aquellos que continúan participando en el discurso de la Falange tengo mis fundadas dudas de que hayan acudido al Lances de boda o a la Vida nueva de Pedrito de Andía. Quizás sí a la Oración por los muertos de la Falange. Y tal desconocimiento es lógico. En el régimen anterior la publicidad de la obra de Sánchez Mazas no fue precisamente extensa, reservada a minorías a lo que contribuyeron sin duda sus prolongados periodos improductivos, el elitismo de su escritura o su voluntaria reclusión.  

La transición política envolvió en el silencio, como primer acto para el olvido, a este fundador de la Falange. Pena justa para Javier Cercas. O sea represión cultural válida y urdida de manera sutil. Y es que hay una represión grosera con censores oficiales de por medio (levita o sotana, tijeras) y otra más fina, de censores que no lo parecen pero lo son, también de por medio. La clave está en la mentalidad colectiva y en quien la domina. ¿Cómo puede entenderse, si no, que para quien califica de buen escritor al ideólogo falangista pueda al tiempo justificar el ostracismo al que se vio sometido su obra? (…porque durante un tiempo Sánchez Mazas pagó con el olvido su brutal responsabilidad en una matanza brutal…". Sin embargo Javier Cercas ha conseguido lo que era una labor casi imposible: que miles de españoles conozcan al confinado del Viso o al embaucador falangista. Y es posible que muchos de esos lectores no se conformen con la visión ofrecida y lleguen a descubrir más sobre el protagonista de la novela. 

Soldados de Salamina se dispone en tres capítulos: Los amigos del bosque, Soldados de Salamina y Cita en Stockton. Vulgares el primer y tercer capítulo (como el noventa por ciento de lo que se publica) y soberbio, en mi opinión, el segundo. La seminovelada primera parte sirve para conocer desde dónde parte Cercas. Cuáles son sus presupuestos ideológicos, qué se lleva por el noreste español, dónde residen los modelos literarios de una novia vulgar (en donde se resume la vulgaridad de la mayoría) a la que de vez en cuando, la pica el chocho (sic) o la afición por el conejo en la dieta del escritor. La última, en la indagación de un final que queda en interrogante, sirve para confirmar lo que demostró en el primero, pero con mayor certeza. Apología del soldado republicano comunista, listeriano y por tanto estalinista. En uno de los sermones que lanza en la parte final deja claro cuál es su pensamiento real y se debe agradecer al novelista que lo haga. Si Cercas ha vendido tanto, si encuentra un alto grado de empatía en los lectores, no es sólo porque su novela sea buena, ni porque la factoría Polanco le avale, sino porque hay mucha identificación del lector con el autor. Desde la aparente mesura, tolerancia y demás posturas de bien llevar, tan miméticas en la sociedad española actual ("Yo no creo que nadie merece ser fusilado") tan vulgares como la afición literaria de su novia, se llega con el estado de ánimo cargado a conclusión algo distinta ("Porque si alguien merece que lo fusilaran ese fue Sánchez Mazas"). Se asume el discurso del radical, del soldado estalinista convenientemente maquillado de anciano conformista y residente en La France. ("Si hubieran liquidado a tiempo, a él y a unos cuantos como él, quizá nos hubiéramos ahorrado la guerra, ¿no cree?")

Para el conocimiento histórico disponemos de una batería de elementos normalmente más imperfectos cuanto más difusores. Películas históricas, de historia-ficción (estamos ya preparándonos ante la versión cinematográfica del menor de los Trueba sobre el asunto), novelas históricas, reconstrucciones novelescas de hechos históricos, libros de historia…Desde esta publicación se han defendido obras literarias no ya por como estuvieran configuradas ni por la veracidad mostrada, sino porque el conocimiento del trasunto por el escritor puede ser tan suficiente que, con independencia de la ficción y de su secreción ideológica, resulte revelador el tiempo histórico o el conocimiento profundo de los personajes. ¿Lo hace Cercas? En momentos sí.

Conduce el texto al contraste entre el ideólogo falangista y el soldado comunista. Para el primero algún reconocimiento de su escritura y el desprecio por la actitud personal; para el segundo la comprensión más absoluta. "…se puede ser un buen escritor siendo una pésima persona (o una persona que apoya y fomenta causas pésimas)…" Es así el juicio sobre el primero, la idealización del segundo, que ocupa múltiples renglones, se hace en contraposición con la miseria de Sánchez Mazas y de sus camaradas. Fueron éstos quienes provocaron el conflicto civil, la masacre, la escabechina (hombres cultos y refinados fundadores de Falange llevaron a España a la guerra). Afirmación que así dicha es rigurosamente falsa y bien lo sabe Cercas. A la guerra española fueron mucho quienes la condujeron, entre otros quienes luego se convirtieron (y aún hoy se convierten) en plañideras de la sin par Constitución republicana, a la que se pasaban cuando en gana les venía por el arco triunfal (con acudir nada más al Claridad de Largo Caballero o al Leviatán de Araquistain ya sería bastante). Convendría que Cercas se acordara (o no quisiera olvidar) a quienes por haber vivido aquello o por haberlo estudiado en profundidad saben algo más del asunto. De Manuel Azaña, pasando por Abad de Santillán y llegando a Pío Moa (ninguno de los tres tiene la menor vinculación con la España nacionalista) podía Cercas haber encontrado un poquito más de luz… pero hubiera vendido muchos menos libros. Resulta complicado que una agrupación minoritaria, todo lo rabiosa que se quiera, pero en cuadro, fuera capaz de llevar a España a una guerra ¿No habría otros muchos que también la buscaban? ¿No se daban las circunstancias precisas para que España se inmolara en sangre?

Curiosamente el templado discurso de Cercas acaba asemejándose enormemente con el que en día parió Enrique Líster y en una obra que le suena a Cercas "…pero escribo pensando en los que cayeron peleando bravamente y en los que después de la derrota han sabido continuar siendo dignos de ella, y escribo, sobre todo, pensando en los que no han hecho la guerra, nuestros hijos, los de quienes hemos luchado de los dos lados de las trincheras y los de todos los demás españoles que cada vez unen más estrechamente sus esfuerzos para poner fin a las secuelas de la guerra 1936-1939, y abrir para España la senda de la libertad." (A modo de introducción, Nuestra Guerra, p. 10)Y este general del ejército rojo, que fue con gran posibilidad según Cercas quien ordenó el fusilamiento de Sánchez Mazas y de otros cuarenta y nueve acompañantes no creo, (de verdad que no creo) que luchara por conseguir la España americanizada de comienzos del XXI. 

Para Cercas el ideario de la Falange consistía en "un expediente de urgencia en tiempos de confusión". Quizás acierte en lo primero, pero ¡que guante blanco para lo segundo! El expediente de urgencia llevó a jugarse la vida a quienes querían una España diferente. Se vuelve a repetir el mito arcadiano de la República y eso, que es correcto para los jóvenes bachilleres, por pura repetición perversa de los manuales escolares, sabe Cercas que es mentira. Esta edulcorada visión sólo puede entenderse acudiendo a la disciplina debida, a la militancia o la adscripción ideológica incapacitante. ¿Olvida el literato la persecución a muerte a la que se vieron sometidos muchos españoles por no aceptar los presupuestos más radicales de la experiencia republicana? Tan poco apetecida era aquella república para muchos que hasta su héroe, el comunista Miralles, si a tal adscripción había acudido, no sería precisamente por salvar una república burguesa.

Es posible que Sánchez Mazas no fuera un ejemplo de gallardía, sin embargo el propio Cercas reconoce rasgos humanos de dignidad en el falangista y que ahí quedaron. El agradecimiento que tuvo para quienes le ayudaron, el haber salvado de la pena de muerte a Miguel Hernández, la intercesión inútil a favor de Julián Zugazagoitia a quien"…Sánchez Mazas intentó sin éxito de librar del pelotón…" Le adjudica, con cierto exceso, propio del interés que se ha tomado en su estudio, ser "el principal ideólogo y propagandista" de la Falange. Le concede una admirable situación de desinterés, de "pasotismo" en donde medían la experiencia vivida, el desdeñoso elitismo del intelectual o quizás el desengaño político. Pero echa de menos que Sánchez Mazas no demostrara tácitamente su rechazo al régimen de Franco. Insinúa veladamente que tras el "ni me arrepiento, ni me olvido" bullía todo lo contrario, pero no pasa del camino de la conjetura y lo que le resulta imperdonable es el que " tampoco lamentaba haber contribuido con todas sus fuerzas a encender una guerra que arrasó una república legítima sin conseguir por ello implantar el terrible régimen de poetas y condotieros renacentistas con el que había soñado, sino un simple gobierno de pícaros, patanes y meapilas". Colaborar en el establecimiento de una España mediocre y burda

Acierta, mediante una elaborada sintaxis, en el proceso de transmutación, del estilo falangista hacia una coreografía hueca en el régimen de Franco, pero aquí hincha mucho el pecho, y hacer tal ejercicio en el 2000, con lo que ha llovido, no deja de parecer tan histriónico como alancear toros muertos. Faenas literarias muy bien acogidas por el respetable. Vuelve a acertar, con discurso rápido y elegante, en el proceso de reconducción de la Falange, en aquella metamorfosis inversa que transformó la mariposa en larva, el vuelo azorado en rutinaria arrastrasuelos.

¡Ay Carmelo! Los lonjas en donde se merca la historia no ofrecen el producto que a ti te gustaría ver. La amenaza roja en tiempos de la 2ª República es "burda falacia" tal y como anuncian textos descaradamente dispuestos en los anaqueles de las librerías. Los únicos héroes que se están creando eran seguidores del Octubre rojo. Bien lo dice Cercas: Miralles es el único héroe de la novela (El País 6.01.02) Todavía no te has enterado que la misión de la 3º Internacional, sus consignas y delegados, las órdenes de Stalin no eran para crear en España una dictadura del proletariado, una sociedad comunista. Su finalidad era conseguir una democracia parlamentaria, más o menos la que vivimos. Toma nota, Carmelo.