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Publica la Asociación Cultural "Rastro de la Historia".

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El Rastro de la Historia. NÚMERO DIEZ

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La huelga de tranvías de Barcelona de 1951

 


Doce años después de finalizada la guerra y asentado el régimen de Franco, más ahora que veía luz después de atravesar el túnel, se produjo la que se ha considerado primera manifestación popular de rebeldía contra el franquismo.

Al finalizar la década de los cuarenta no se atisbaban mejoras de vida de los trabajadores tras un periodo ya largo de duras condiciones económicas. En muchas zonas de España los umbrales de la miseria y del hambre estaban más que rebasados. En Febrero de 1949 el Delegado Nacional de Sindicatos, Fermín Sanz Orrio, le pedía a Raimundo Fernández Cuesta su personal mediación en el Consejo de Ministros para remediar situaciones pésimas como las que se estaban dando en Galicia.

Al descontento de los trabajadores se iba a unir el de los patronos que presagiaban una brusca subida de precios y las consiguientes peticiones de mejoras de salarios. En Agosto de 1950 más de doscientos diez mil españoles se encontraban en paro con fuertes aumentos en los tiempos inmediatos anteriores. Este contingente de parados se acumulaban en Madrid y en Andalucía. En esta última región Jaén se llevaba el triste primer puesto en cuanto a situación angustiosa: el 22% de las muertes en España por enfermedades carenciales se originaban en aquella provincia.

El encarecimiento de la vida llevó a la creación de un plus salarial compensador que aliviara en algo la situación, pero esa cantidad se percibía con retraso lo que aumentaba el malestar de los trabajadores. En algunas localidades españoles los propios Jefes de las Secciones sociales de los Sindicatos instaban a éstos a mantener una actitud de bajo rendimiento e, incluso, se hablaba de recurrir a la huelga si persistía la demora en recibir el plus compensador.

El Sindicato Nacional del Metal resultaba especialmente afectado en este tiempo. Empresas de este sector como La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona o Torrás Herrería y Construcciones de Barcelona vivían tensiones por el no conseguido plus compensatorio. Altos Hornos de Vizcaya vivía una situación similar y desde el Sindicato del Metal y desde el Ministerio de Trabajo con José Antonio Girón al frente se pedía el Consejo de Ministros un urgente acuerdo para evitar el estallido laboral.

Las restricciones de energía eran causa del repliegue industrial y del consiguiente engorde del paro. Esta lacra, que vulneraba aquellos principios esenciales expuestos en el Fuero del Trabajo (carta magna de escaso cumplimiento) mostraba oscilaciones considerables en periodos corto de tiempo, lo que era muestra de la existencia de gran cantidad de empleo precario sujeto a la falta de solidez en la estructura de muchas empresas.

Barcelona, como núcleo fundamental de la industria española, exigía de un seguimiento preferente. Preocupaba a la Delegación Nacional de Sindicatos la escasez de materias primas por la repercusión en la producción y sus efectos en las condiciones laborales. Para completar el tenebroso panorama el abastecimiento en la capital catalana era deficiente y el nivel de consumo bajo. El aumento del costo de la vida y los problemas de suministro eléctrico en el otoño de 1950 daban un panorama nada halagüeño. Se estaban perfilando las condiciones favorables para un movimiento de protesta.

El 30 de Octubre de 1950, el Delegado Nacional de Sindicatos comunicaba a Raimundo Fernández Cuesta lo siguiente: "…De todo lo anteriormente expuesto, se desprende que existe un un fuerte malestar social como consecuencia de la inseguridad laboral y carestía de la vida, por lo que sería impopular y extemporáneo que, en estas circunstancias, se autorizara cualquier aumento en las tarifas de los tranvías y demás medios de transporte urbano como parece que se va a llevar a cabo por las correspondientes empresas, previa autorización municipal".

El sindicato vertical y el Gobierno eran perfectamente conocedores de la posibilidad de un estallidos social ante las lamentables condiciones de vida. Faltaba el detonante, el que, como se ve era también perfectamente conocido y el estallido llegó.

Paul Preston en su Franco "Caudillo de España" no duda en situar al Gobernador civil de Barcelona, Eduardo Baeza Alegría, en estado de escasa concentración ante lo que se estaba tramando por sus paralelas ocupaciones con una artista de cabaret. El historiador británico no duda en que la común respuesta de adjudicar el movimiento de protesta a "agitadores profesionales al servicio de ideologías políticas de triste memoria" eran causas simplistas. La participación de clases medias, gentes de la HOAC y falangistas locales fue un hecho y transcribe palabras de la embajada británica acerca de que tenía "pruebas irrefutables" de que la huelga había sido inicialmente planeada por radicales del grupo de veteranos falangistas conocidos desde 1949 como la Vieja Guardia".

El 13 de Marzo de 1951 el periódico La Vanguardia informaba de los hechos ocurridos en la capital catalana. Siguiendo la línea oficial de adjudicación de cualquier protesta a los comunistas (Todo lo que se movía era rojo) también ésta fue organizada por ellos. Se transcriben las frases más significativas acerca de los hechos: Se hablaba en el prestigioso periódico barcelonés de que "los cursantes de las octavillas (convocantes) de inequívoca filiación", de que "La falta de asistencia al trabajo dio lugar a que las calles se llenaran de público, siendo aprovechada la coyuntura por agitadores profesionales…Por la calle de Junqueras y hacia la Vía Layetana bajó igualmente una manifestación que, entre gritos subversivos, amenazas y finalmente intentando cantar "La Internacional" pretendía dirigirse hacia el puerto, cerrando los comercios que hallaban al paso… A mediodía salieron a prestar servicio de orden público las fuerzas de la Guardia Civil…Las fuerzas de la Guardia Civil se distribuyeron en patrullas por las vías de la ciudad, manteniendo el orden más absoluto con su sola presencia, que no en vano goza dicho Cuerpo de un prestigio tan notorio como meritoriamente logrado" .

Un informe de las llamadas JANS (Juntas de Acción Nacional Sindicalistas) surgidas en el seno de la milicia de FET y de las JONS, o sea, de la Guardia de Franco, nos sirve como fuente primaria de enorme valor como testimonio de contraste.

Considerada como la primera gran huelga contra el régimen, las causas hay que buscarlas en la crisis económica que sufría Barcelona y el detonante en el aumento de 0,50 a 0,70 ptas. en el billete de los tranvías. Octavillas "infantiles" (así definidas en informe de las JANS) y desprovistas de color político, fueron el primer aviso. Se pasó luego a la protesta universitaria, rotura de lunas de tranvías etc. La respuesta primera por parte de la autoridad fue bastante pasiva, pero hubo una campaña para soliviantar a la población hablando de heridos y muertos. En consecuencia se registró una menor afluencia en los tranvías por protesta de unos y por miedo de otros.

El 1 de Marzo comenzaron a circular los tranvías, pero sin gentes "empezando la huelga más original de usuarios, conocida hasta las fechas en el mundo". Calles llenas de gentes que acuden al trabajo andando, con comentarios acerca de "la prueba de civismo" y "unión de un pueblo harto de abusos".

Los mandos de la Falange ordenaron, a los afiliados que subieran a los tranvías "cometiéndose la torpeza de publicar en dicha Cía. (en un tablón de anuncios) que no se cobrara a todos aquellos que subieran en los vehículos y exhibieran el carnet del Partido, ya que se interpretó que lo que se pretendía era enfrentar al Partido contra la población general..." Hubo una negativa de los falangistas a secundar lo ordenado y se registraron incidentes los días 3, 4 y 5 de Marzo en la Jefatura Provincial con los mandos nacionales.

Ante la falta de entusiasmo para romper la huelga de los falangistas, el gobernador civil, y no podemos olvidar que también Jefe Provincial de la F.E.T., recurrió sin éxito a las Cámaras, corporaciones, Organismos oficiales y Organización Sindical.

El día 6 se bajaron los precios y los falangistas subieron a los tranvías para "romper el hielo". Se registró algún incidente con grupos de mujeres en las proximidades del mercado de San Antonio que intentaban que los viajeros bajaran de los tranvías. Ese mismo día, el Delegado Sindical y el Vicesecretario de Ordenación Social convocaron una reunión de enlaces sindicales (dependientes orgánicamente del Partido único), a la que acudieron tres mil de ellos. El clima estaba caliente, se oyeron insultos contra el Vicesecretario de Ordenación Social ("el cual goza de profundas antipatías por su inoperancia, despotismo inmoralidad en su vida privada y falta de competencia y capacidad para el empeño de su cargo"). Abucheadas las jerarquías salieron con pánico del lugar mientras arreciaban los insultos de toda índole incluso "mueras" al general Franco "caso inaudito y no registrado hasta ahora en ningún lugar ni circunstancia". Los trabajadores, dueños del local, pedían la libertad de los detenidos. Los mandos estaban desbordados lo que, según los informantes falangistas, no hubiera ocurrido "si en aquellos momentos hubiera habido un auténtico falangista al mando de la C.N.S".

Una comisión de enlaces partió hacia el gobierno civil para pedir libertad de detenidos. Algunos de ellos hablaron a la asamblea pero ésta no se dio por satisfecha, aunque se disolvió, por agotamiento de los reunidos, hacia las tres de la tarde, tiempo después que los mandos sindicales hubieran desaparecido "como si se los hubiera tragado la tierra".

El informe interno que llegó al Delegado Nacional de Sindicatos hablaba de ataques de algunos concentrados y culpaba de ello a la Ley electoral sindical y al apoyo prestado por el Vicesecretario de Ordenación Social, el Jefe del Departamento de Organización y el Vicesecretario de Obras Sindicales. No se olvidaba ese informe de destacar la actitud de Garcia Ribes y de Melchor Baixas de Balau que definía de cobarde ya que no habían dado la cara en todo el asunto. La búsqueda de esos culpables, bastantes e incrustados en la dirección del sindicato se hacía para pedir su depuración y la consecuente renovación de cargos.

El informe y las conclusiones acerca de una actuación falangista en el sindicalismo barcelonés habían sido remitidos por el consejero de las JANS de Barcelona. De su lectura salían mal parados jerarquías sindicales y la propia dinámica de la OS quedaba tocada por lo que al Delegado Nacional, Sanz Orrio, también la correspondía su cuota de responsabilidad. Tales denuncias que llegaron a poder del Delegado Nacional de Sindicatos produjeron cierta tensión entre ese organismo y la Vieja Guardia, apaciguado por el Inspector Nacional de esta última organización, Alberto García Ortiz, en base al consabido bien de la Falange y a la importante subordinación que, al fin y al cabo, la donación económica de la OS, alma mater, madre nutricia, hacia inevitable.

La situación era tremendamente delicada, el Delegado Nacional de Sindicatos, celebró una reunión con los procuradores en Cortes de Barcelona con el fin de que incrementasen su apoyo con las autoridades para restablecer la normalidad. Simultáneamente enviaba con plenos poderes a José Sanz Catalán para una actuación que el propio Delegado Nacional calificaba de "enérgica" y cursaba órdenes al Delegado Provincial de Barcelona de la destitución de todos los enlaces sindicales o vocales de Juntas interesados aun mínimamente en los incidentes.

Un hecho resultaba cierto y era que desde la propia organización sindical, a través de sus enlaces se había gestado aquella protesta. Sanz Orrio se sacudía el muerto de encima con dos argumentos: el primero, consistía en insistir sobre la pasividad de la autoridad gubernativa en un primer momento lo que tiene bastante coincidencia con el vivo sin vivir en mí que señalaba Preston ; el segundo, de una torpeza inaudita, en entender que los enlaces sindicales no eran cargos de confianza de la OS sino representación de los obreros. Esta curiosa afirmación realizaba el 14 de Marzo de 1951 en un escrito "urgente y reservado" al Secretario General del Movimiento. Establecía un divorcio en el Vertical, tan real como formalmente negado, que era peligroso para la propia supervivencia del aparato sindical.

La táctica seguida por todo poder de minimizar los problemas arguyendo que se trata de minorías revoltosas no podía estar ajena en la mente del Delegado Nacional de Sindicatos que salvaba la actuación de su sindicato y culpaba del alboroto a unos cuantos enlaces "que son poquísimos"(97).

A la policía barcelonesa le fue entregada una nota con relación de individuos participantes en la organización de los paros. Entre ellos José María Simón, enlace sindical de la empresa Llavines SA, Juan Alvarez Martínez, enlace de la Empresa industrial del Papel y Cartón S.A. Juan Fontanet Dosda enlace de la empresa Jaime C. Carbó, Bernabé Ortega Sánchez enlace de la Obra del Instituto Nacional de Previsión y Felipe Puigali Torres enlace de Española de Desinfección. Además de estos enlaces figuraban el auxiliar de cocina Manuel González, el acomodador del Gran Price Enrique Blesa Trompeta ("sujeto de malos antecedentes") Martín Gelida "un hermano suyo, y otro individuo apellidado Puerto" y María Manubens ("separada de su marido que está en Francia").

El 13 de Marzo, la Delegación Provincial del Sindicato remitía un informe en donde hablaba de que la mayoría de los trabajadores se reintegraban a sus puestos de trabajo, aunque algunos eran incitados a abandonarlos por parte de personas dirigentes de las empresas. En la Empresa Industrias Derivadas del Azúcar se acusaba a un excombatiente y falangista de haber dirigido una arenga con palabras subversivas y que consiguió el abandono del trabajo por la gran masa de trabajadores.

Según denunciaba el Delegado Provincial la agitación estaba comenzando nuevamente a organizarse aportando el dato concreto de tres individuos que en la calle Trafalgar recibían a los ciclistas que iban llegando y les aportaba consignas.

Para la información necesaria acerca del desenvolvimiento laboral, la Delegación de Sindicatos contó con la colaboración de ciento sesenta falangistas de los de más confianza que en ochenta coches servirían de informantes y que ejercerían una labor disuasoria en aquellos que se mostraran indecisos

El 14 de Marzo se reunieron vocales de la Compañía del Metro de Barcelona para solicitar aumento de sus salarios de forma urgente (curiosamente la autoridad gubernativa había justificado la subida de los tranvías con el argumento de la subida de los salarios). Tal reunión que según manifestó el Jefe del Sindicato del Transporte de Barcelona era ilegal parece ser que se celebró en dependencias de las JANS. Mientras que los falangistas de las JANS pretendían la reconducción del movimiento obrero, elementos afectos a la Provincial de Barcelona prestaban servicios parapoliciales (protección a edificios públicos (Diputación, Ayuntamiento, a locales de la Compañía Telefónica, en Correos y en emisoras de radio y periódicos). Cuarenta escuadras se dedicaron a la apertura de comercios y fábricas de los doce distritos y otras sesenta escuadras para "distintos cometidos". Trescientos hombres del Movimiento se distribuyeron entre las comisarías de policía. Otros doscientos hicieron rondas volantes en grupos de cinco por los pueblos y ciudades del cinturón de Barcelona.

Los edificios del Movimiento se protegieron con una centuria estacionada en la Jefatura Provincial y tres escuadras en cada uno de los doce distritos. Cien militantes transportaron y escoltaron 100.000 kilos de carbón desde el puerto a la fábrica de gas. Se movilizó a un total de tres mil quinientos hombres de los hogares de los distritos y mil quinientos de la Guardia de Franco y de la Vieja Guardia según consta en un informe con aires exculpatorios que no conseguirían la eliminación del rebrote de militancia que suponían las JANS. Los días de esta organización estaban contados.

Estamos ante otro más de los episodios contradictorios de la militancia falangista. En este caso concreto se ha observado la negativa a acatar las órdenes de los superiores por entender que se les quiere enfrentar con la población cargada de razones para la protesta. Resultaba evidente que la militancia de primera línea del Partido único tenían la sensación de que los sindicatos verticales eran órganos burocráticos, una pantomima alejada de sus presupuestos dinámicos. No desaprovecharon, tampoco, la ocasión para echar tierra a los mandos sindicales que eran, no se olvide, mandos del Partido y se llegó a pedir la depuración de jerarcas sindicales, algunos de gran prestigio y de gran proyección futura dentro del Sindicalismo franquismo como Vicente García Ribes (fundador de la Organización Sindical en Barcelona, procurador en Cortes por el tercio sindical desde 1943, vocal del Puerto Franco de Barcelona como representante de la CNS). Naturalmente, el final estaba anunciado. Las altas esferas sindicales, sumisas, correa de transmisión del gobierno, con el Delegado Nacional de Sindicatos al frente, ordenaba la destitución de enlaces, es decir, la depuración de los rebeldes.

Es posible aceptar la entrada de algunos infiltrados en puestos de enlaces sindicales, en esa línea se mueve la historiografía comunista, pero es seguro que la imposibilidad de actuar, incluso lo más mínimo, en contra de las disposiciones gubernativas, tuvo que llevar a muchos, a la fuerza, a engordar otros sectores para la reivindicación. El régimen del general Franco, medularmente anticomunista, ayudó, muy a su pesar, a aureolar el movimiento comunista.