Números de la revista:

 

 

Publica la Asociación Cultural "Rastro de la Historia".

Todos los textos de esta publicación están convenientemente registrados, y no se permite su reproducción sin permiso expreso de la Asociación, que se reserva todos los derechos.

Correo-e: rastroria@rumbos.net 

 

El Rastro de la Historia. NÚMERO NUEVE

Volver al índice

En torno a la Falange: bibliografía (I) 

-Elías García de Santos-

 

El presente artículo se organiza en dos partes: en la primera se hace una reflexión sobre la producción bibliográfica acerca del nacionalsindicalismo; en la segunda se someten a un comentario seis obras significativas sobre el mundo de la Falange, ninguna de ellas elaborada desde las filas de los falangistas, más bien todo lo contrario. Obras criticas, aunque alguna pudo mostrar empatías con algún tiempo y algún personaje del mundo de la Falange. Se han seleccionado tres "clásicos": la obra de Ricardo Chueca, la pionera de Payne y la síntesis de Ellwood en un primer bloque; y quedan para un segundo otras tres de más reciente aparición, dos de José Luis Rodríguez Jiménez y la Joan Mª Thomas.


 

Han pasado ya muchos años en que un folleto recopilador sobre la bibliografía falangista, preparado por Javier Onrubia, presentaba quinientas quince obras con una clara dicotomía entre los textos elogiosos y detractores acerca del mundo azul. Había existido un exceso de pasión de por medio al redactar esas obras. Si nos fijamos en aquellos textos que puedan ser calificados de históricos y en otros de más reciente aparición sobre aspectos parciales de la FET, observamos un denominador común: el de que se parte de supuestos que en ningún caso se desvirtúan a la hora de extraer las consecuencias.

Los textos elogiosos, con evidentes preocupaciones de ejemplarización y justificación, promocionados por la propia FET durante su existencia a través de sus servicios de publicaciones, llegaron a convertirse en rutinarios y se dedicaron mucho más a tratar los tiempos de la Falange histórica 1933-36 y de sus líderes que a acometer estudios sobre el tiempo siguiente. Los hubo, incluso, como la Historia de la Falange de Francisco Bravo que tuvieron que crear un final forzado para evitar entrar en tiempos espinosos. Algunos otros salvaron la mediocridad y sirvan de ejemplo el de David Jato sobre el SEU (La rebelión de los estudiantes) que, por críticas que reciba, siempre aparece de referente para el estudio del sindicato falangista y del entorno de época o Un pensador para un pueblo, ensayo filosófico de Adolfo Muñoz Alonso con desnivel de tratamiento en cuanto a los temas, pero de una altura intelectual fuera de dudas. Muchas obras, rituales y de obligada publicación salían de un semisótano de la calle Gaztambide, en el barrio de Argüelles, donde oficiaba un perpetuo recopilador, Agustín del Río Cisneros, cita obligada en las portadas de las ediciones del Movimiento, una especie de San Pablo difusor embutido tras los fuertes cristales de sus gafas. Pero hay quien dice que este polígrafo de la azulvisión llegó a confesar, en tiempos de chatarrería y desguace, herrumbre y óxido, almoneda del régimen, no ser más que un profesional, un funcionario, un "profesional" a fin de cuentas, que se ganaba el pan de aquellas formas como bien pudo llevar una habilitación de clases pasivas o un negociado en cualquier ministerio. Y fue San Pedro, que no San Pablo, el que negó tres veces.  

De la legión de detractores los hay que participan también de la crítica rutinaria y del vicio del encasillamiento en donde a modo de una receta esquematizan ejemplarmente la historia: Cójase un filosofo, pensador o ensayista, colóquense en su sistema los acontecimientos, incluso encajándolos a la fuerza, señálense algunas excepciones y todo listo para ser digerido. De tal forma que hay quienes consiguen sumergirse en el entramado y quienes se conforman con aspectos superficiales, producto de una indagación periférica, muy alejada de la observación del fenómeno. También están, los "incapacitados psicológicamente", así titulados por H. Southworth, y aunque calificaba de esta forma a quienes estaban anímicamente muy dentro del espíritu falangista, ocurre (y él es un claro exponente en su interpretación del "imperialismo" de la Falange) que ese etiquetado encaja perfectamente con los que tienen su ánimo muy afuera. 

En el exterior de España durante el régimen del general Franco, algunos estudios discrepantes, incluso con valoraciones contradictorias entre ellos, aportaron la necesaria inquietud para acometer cualquier tipo de investigación. La editorial Ruedo Ibérico, con toda su carga de sistemática oposición, en ocasiones panfletaria, contribuyó a mantener vivo algo que por estos pagos era difícil de encontrar: sacar a la luz acontecimientos ocultos y efectuar análisis divergentes de los que aquí se daban por buenos. Muy certero se expresaba el prologuista y traductor de la obra pionera de Payne (Falange. Historia del fascismo español), publicada en esa editorial, para quien la Falange era más conocida fuera de España que dentro y mejor por los que no eran falangistas que por los que si ostentaban tal condición. Tan ajustado juicio por parte del prologuista no podía ser ajeno a un pasado azul cubierto de compromiso y abandonado a la vera del camino.  

Con el cambio de régimen comenzaron una serie de publicaciones que más correspondían a las convulsiones propias del momento postdictatorial que a líneas coherentes de investigación histórica. Lo que con gran acierto Ángel Llorente ha calificado, tras entenderlo como inevitable fatalismo, de "...una amalgama impúdica entre el rigor historiográfico y los efectos de una compulsión antifascista militante"(2).

 Las mil y una publicaciones que aparecieron en prensa desvelando pactos, represiones y toda una gama de historia oculta de nulo valor, no puede hacer olvidar estudios rigurosos como el que hizo el profesor Viñas sobre los intentos de rescate de José Antonio (3) (vendido con histrionismo editorial) y otros que daban cierta luz a interrogantes aunque, todo hay que decirlo, desde una óptica apasionada, apasionadamente contraria a lo que acababa de pasar.

Si en 1976 Luis Álvarez Gutiérrez señalaba lagunas en torno a la Falange republicana, aun hoy las sigue habiendo. Es verdad que de aquella época o de la siguiente ha habido fuerte producción, pero espacios de vacío continúan sin llenarse y baúles repletos de información que amenazaban con abrirse, aparecieron como nubes pasajeras que se perdían por el horizonte sin dejar agua. Caídas estas, poquitas, algunas gotas tienen el interés de presentar la figura de José Antonio Primo de Rivera con más ricos matices, aun a riesgo de no gustar a los ortodoxos, que la linealidad percibida de siempre (4). Hay también estudios rigurosos con mayor simpatía hacia el fundador de la Falange y a su discurso como es el texto de Argaya (5) o utilizando de una neutralidad académica erudita, respetuosa y veraz como lo es el de Gil Pecharromán (6). Hay también quien, aprovechando tiempos de eclosión sobre temas falangistas, utilizó la mendacidad y la provocación porque es la única forma de hacer oír sus ecos. Tarea infecunda porque sabemos distinguir los ecos de las voces en esa producción de caos, ceguera o perversión "que es la negación o inversión de los valores", es decir, el resentimiento, que magistralmente estudió Max Scheler" (7). Fue César Vidal, aunque ya con la distancia de por medio más podríamos hablar de la conveniente vacunación a expensas de Primo de Rivera, pensada y premeditada, para defender más tarde, (una vez reconocido su "valor" al derribar al mito) cuestiones espinosas, aportando la cordura divergente ante tanto memo clónico, en donde su manifestación con tesis contrarias - y certeras- a la mentalidad dominante, al borreguismo informativo, puede resultar elogiable.

 En los estudios generales o síntesis sobre el franquismo se ha diluido en exceso el papel de la FET haciendo menciones de pasada sobre el desarrollo del falangismo. También en obras que abordan específicamente el tema hay un olvido manifiesto de ciertas parcelas de actuación. Un riesgo común de los estudios generales estriba en la generalidad unificadora otorgada a la FET que no observa los profundos matices diferenciadores aun cuando estos llegaron a ser de suficiente importancia. 

Por ello se puede afirmar, todavía hoy, la poca cuantía de trabajos de síntesis adecuados. En tanto que existe un variado número de obras sobre la Falange en el periodo 1933-37 o generales acerca del franquismo, son escasas las que historien la Falange Española Tradicionalista y de las JONS a pesar de ser una importantísima pieza para el análisis. Cuatro décadas de partido único con numerosos matices y con una conducta de acrisolada fidelidad al general Franco.  

El texto pionero de Payne, Falange. Historia del Fascismo español, importantísimo en su momento, no puede hoy resultar satisfactorio, como tampoco la excesiva concisión de la Historia de la Falange de Álvarez Puga. El diagnóstico sobre la Falange de Heleno Saña (8) realizaba una síntesis muy meritoria pero sin pretensiones de profundización. Quedaba como única obra de conjunto, casi hasta el final del milenio, la realizada por Sheellag Ellwood, Prietas las Filas, hábilmente tejida, muy amplia en su recorrido histórico pero que adolece de apreciaciones evidentes de animadversión, de falta de profundización en secciones de la FET y de algo tan fundamental como la utilización de fuentes documentales primarias (9). Para Ellwood, la Falange es un todo que abarca desde los prolegómenos de las JONS en el año 31 hasta la época testimonial y nostálgica del 83. Divide, eso sí, su trabajo en tres grandes bloques a los que titula "La Falange creada", "La Falange realizada" y "La Falange idealizada" como método de ordenación.

Una interesante aportación fue la realizada por Ricardo Chueca desde un enfoque metodológico muy distinto en donde el derecho y el pertinaz intento de demostración del irracionalismo filosófico de la Falange consumen demasiadas páginas.

El recorrido histórico varía mucho también porque la amplitud de Ellwood abarcando más de cincuenta años queda reducida en Chueca al primer franquismo y para el historiador americano el horizonte está en los años cincuenta, aunque el final del ciclo se ha dado tiempo atrás "lo de después, lo de ahora, poco a nada tiene que ver con los falangistas" escribía a finales de esa década.

Tanto para Chueca como para Payne el desarrollo temporal de la Falange se acoplaba con el de los fascismos, pasando luego a ser un elemento residual. Sin embargo, para Ellwood el apartamiento del falangismo por la historia no impidió durante todo el régimen la presencia de los mismos al lado del General, estando presentes en los momentos cumbres del régimen y prestando eficaz colaboración para su perpetuación. 

Tanto Payne como Ellwod utilizaron ampliamente las entrevistas. Muy justificadas en el primero tanto por la inaccesibilidad de otras fuentes como por la facilidad del testimonio y por la enorme cantidad de testigos vivos dispuestos a contar. Más valor aún el dado por Ellwood a esa forma investigadora, para quien las entrevistas personales "han sido la materia viva del estudio y su testimonio ha sido parte indispensable de las investigaciones realizadas". Algunos de los entrevistados por Payne ya no vivían cuando Ellwod realizó su trabajo y en cuanto a la filiación de los entrevistados, salvando a Von Knobloch y a Abad de Santillán, todos los demás encuestados pertenecieron a los mundos de la Falange.

Mientras que los dos autores extranjeros se situaron en las coordenadas de la historia narrativa, Chueca utiliza coordenadas de neomarxismo (utilizando el término de Stone para este tipo de historiadores) incidiendo muy especialmente en el papel de la ideología irracionalista de la Falange.

Englobando a la Falange en la galaxia de la extrema derecha, José Luis Rodríguez hace un recorrido que, si no profundo por la amplitud de formaciones y por el espacio temporal abarcado, supone una buena síntesis en donde además de lo ya conocido, introduce elementos novedosos en la historia de la Falange. Casi al tiempo, en el mercado editorial apareció un nuevo libro de Stanley G. Payne (cuyo título Franco y José Antonio despista en cierta manera) que constituye una aportación rigurosa por más que algunas apreciaciones o algunos recursos historiográficos utilizados puedan ser muy discutibles. Y desde luego, más antipática, más históricamente ortodoxa que su aportación pionera. 

No hay, como bien puede suponerse, obra sobre el franquismo que de una u otra forma no haga referencia a la Falange. El primerizo y arriesgado texto de Ramón Tamames, los de De la Cierva, Payne, Fusi, Preston o cualquier otro que historie en conjunto o por tramos el franquismo forzosamente han de referirse a la Falange. Merece la pena detenerse en uno de los historiadores que más producción bibliográfica posee acerca del franquismo, Javier Tusell. Una lectura atenta de sus textos forzosamente concluye en que los falangistas como fuerza interna al régimen fueron lo peor de lo peor. Esta animadversión se puede detectar con claridad en su sempiterna creación de antinomias internas del régimen franquista, donde el que no es Falange sale relativamente bien parado. El victimismo carlista tras la unificación del 37, la postura en cierto modo antifalangista de Martín Artajo o el cortar alas a los intentos falangistas del Almirante Carrero cuentan con la benevolencia (o cuanto menos con cierta comprensión) por parte del profesor Tusell. Naturalmente las posturas contrarias a cualquiera de estos casi pertenecen a seres abyectos (10).

 Por otra parte, conviene tener en cuenta que géneros literarios no propiamente históricos llegan a expresar de forma más nítida el entramado en que se movían personajes de la FET que obras históricas que tratan sobre el tema. Sobre éstos ya se han publicado en el Rastro de la Historia comentarios al efecto. El ambiente de la intelectualidad falangista y la personalidad de sus integrantes en el espacio salmantino de la guerra queda admirablemente expresado en fragmentos de La Leyenda del Cesar visionario; y ¿quién duda de la conveniencia del Tú estas loco, Briones de Fermín Cabal para comprender el estado anímico del francofalangista en la época de desguace del régimen aun con el aporte caricaturesco que supone esa pieza teatral?

 La subjetividad acompaña a cualquier observador. Desprenderse de la carga cultural adquirida con el tiempo es un empeño imposible. No existe la neutralidad ni en el ordenamiento de los materiales que se estudian, ni mucho menos en la interpretación; pero cuando un investigador se enfrenta a un tema con presupuestos tales como los descritos por reconocidas autoridades de la historia contemporánea (un paradigma lo tenemos en Paul Preston (11)) difícilmente podrá entenderse aquello que se estudia, porque el prejuicio se convertirá en motor del proceso y se hará imposible la observación de rasgos humanos en la conducta de estas nuevas versiones del "maligno", disfrazado para la ocasión con "camisa azul, gentil y postinera".

 El intento histórico ha de ser del todo distinto. Huir, por tanto, de lo que podría denominarse la "metonimia histórica" que consiste en identificar (bien de manera consciente, bien prendiendo en el ánimo de a quien va dirigido), la parte con el todo. De buscar la anécdota o el hecho y darle valor de ley universal como si de ciencia empírica se tratara.

Ante el dilema de elegir estudios locales o estudios generales por parte de los investigadores de la Historia, menudean los primeros por encajar mucho más en el ámbito de especialización que supone una tesis; pero conllevan un peligro: la extrapolación del particularismo, incluso de la anécdota, a conclusión general cuando ese estadio observado está sujeto a múltiples condicionantes propios de los núcleos provinciales o regionales, productos de sus particularidades, más incardinados con el secular ejercicio del poder, con la tradicional práctica de la política, que con una forma de poder determinada. Hay actitudes de gobiernos civiles y jefes provinciales del Movimiento que están infinitamente más cerca de la práctica del caciquismo de la Restauración borbónica que de la ideología que predicara José-Antonio Primo de Rivera. Y eso hay que verlo, que decirlo y que escribirlo.

Dentro de los estudios sobre aspectos parciales hay reseñables varias obras. Sobre el Frente de Juventudes se publicó un libro con contenido testimonial escrito por José Luis Alcocer, novedoso en su momento con buen aporte de datos, pero carente de sistematización y muy influido por el momento político de su aparición en la época de la transición democrática. Juan Sáez Marín un converso procedente también de los ámbitos azules del Frente de Juventudes elaboró un texto mucho más sistemático, pero donde numerosas hojas se nos antojan postizos de relleno. Sobre este tema tan atractivo del falangismo juvenil hay publicado una colección de charlas de personajes de cierto relieve vinculados a la organización juvenil, de amena lectura y con interesantes datos (12) y la de reciente aparición de Manuel Parra Celaya, comentada ya desde las páginas de nuestra revista.

Estudios sectoriales publicados (y sirvan de ejemplo el texto sobre la Sección Femenina de María Teresa Gallego o el del Frente de Juventudes de Juan Sáez) son aportaciones que hay que tener en cuenta pero se corre también el riesgo de interpretar esas muestras, aisladas del contexto general de la Falange. La Crónica de la Sección Femenina, coordinada por el Profesor Suárez da un cuantioso aporte de datos, pero carece de las dosis de análisis que contrarresten una visión que parece excesivamente propagandística. De su lectura puede desprenderse una interpretación maniquea sobre el espíritu de renuncia o la religiosidad falangista. El sentimiento y la práctica católica de las mujeres falangistas no debe olvidar ciertas actitudes de prevención clerical de otras formaciones como tampoco sería correcto el resalte de estas últimas posturas olvidando la anterior expuesta. Desde la simpatía, no exenta del rigor y de la crítica señalamos una excelente obra, de reciente aparición, la Falange de Arrese, del joven historiador Álvaro de Diego y también presentada desde esta publicación.

Sobre la Organización Sindical se publicó un avance en Un instrumento esencial del régimen franquista. La Organización sindical de Carmen Molinero y Pere Isás (13). De sindicalismo estudiantil, sobre el SEU, la tesis de Miguel Ángel Carnicer y sus estudios acerca del control del profesorado por parte de los SEPES (La Formación Política en la Universidad franquista. Falange ante profesores y estudiantes) (14) quien ha ampliado su objeto con el trabajo realizado sobre la situación de la FET tras la derrota del Eje en 1945: El aparato falangista ante la caída de los fascismos FET JONS en 1945 (15)

El mundo de la estética del falangismo muy detalladamente tratado y criticado por Ángel Llorente Hernández en su tesis doctoral, a la que añadió un valioso apéndice de textos y bocetos. Un resumen de sus trabajos en La propaganda por la imagen y el arte en la posguerra. La Comisión de Estilo en las conmemoraciones plásticas entre 1939 y 1945 (16). En formato de libro publicó Arte e ideología del franquismo en donde resume sus aportaciones hacia un apartado olvidado generalmente por los historiadores.

Sobre el control de los medios de difusión y de información ha trabajado Benito Bermejo Sánchez (El Estado franquista y el nacimiento de la opinión pública en España) y en ese ámbito está también la comunicación de Pedro Pascual, muy discutible en cuanto a sus opiniones, acerca de la Prensa del Movimiento (17). Una aproximación a lo que significó la Delegación Nacional de Justicia y Derecho de la FET en El fracaso de los proyectos falangistas de organización judicial del Nuevo Estado 1937 -1952 de Mónica Lanero Tabas (18)

Acerca de la Delegación Nacional del Servicio Exterior existían estudios parciales en torno a algunas de sus extensiones envueltos en una panorámica más amplia que la de la propia Falange y circunscritos a determinadas naciones. Así por ejemplo los del Consuelo Naranjo sobre la posición de los españoles en Cuba o la obra de Mónica Quijada sobre las relaciones hispanoargentinas. Avances más centrados en el propio tema de la Falange están en la comunicación que presentaron varios investigadores en el Congreso de Granada o comunicaciones como la de Benito Bermejo acerca de la Falange en Francia o los estudios de Florentino Rodao sobre la Falange en el extremo Oriente. Y sobre este particular mundo del exterior falangista, tenemos que hacer referencia obligada al completo repaso que se está haciendo desde estas páginas del Rastro de la Historia 

De entre los estudios locales, los realizados por Joan Maria Thomas sobre la Falange en Cataluña, tanto su tesis doctoral como sus comunicaciones El régimen de Franco en Cataluña conflictos entre franquistas en la Tarragona de los años 1939 1940 que pone de manifiesto los fuertes encontronazos entre la Falange y los requetés o entre las autoridades falangistas y las gubernativas. Esa lucha de poderes también en La Jefatura Provincial de FET y de las JONS en Barcelona 1940 (19)

Otro importante capítulo lo brindan las biografías o personalizados relatos de lo que ocurrió por parte de sus protagonistas. Habría que incluir aquí las realizadas por Ramón Serrano Súñer, Pilar Primo de Rivera, Dionisio Ridruejo, José Luis de Arrese, Fernández Cuesta, Utrera Molina, Valdés Larrañaga o José Antonio Girón. Todas aportan algo, aunque hay una enorme diferencia entre la densidad del primero de ellos y lo ofrecido por otros como Pilar Primo de Rivera, quizás la necesidad de justificación de Serrano fuera infinitamente mayor que la de la hermana del fundador de la Falange para quien la praxis del servicio falangista se alejaba de los lugares donde se cocía la política del régimen. Un empeño queda, sin embargo, claro en algunas de esas obras: la de demostrar la correcta actuación del escribiente cuando era político y de paso poner de manifiesto los errores cometidos por otros " antiguos camaradas". Esa competencia es claramente perceptible en los textos de Valdés y Girón de Velasco. De este último hay un párrafo que sintetiza perfectamente el valor de este tipo de obras:"...no trato de escribir la historia de un tiempo, sino de colaborar y hasta de animar a que se escriba con una frialdad que a mí me sería imposible adquirir para la empresa"(20).

 Un mundo, en suma, plagado de estudios críticos que a su vez exigen de una crítica comparativa, niveladora, heterodoxa y compensadora; mundo afortunadamente incompleto y que tiene como objeto de análisis el franquismo en uno de sus componentes, los antecedentes de un régimen o lo que pudo ser y no fue.

 


 NOTAS

 1.- Onrubia Rebuelta J. Bibliografía sobre el Nacional Sindicalismo. Madrid 1987). 

2.- Llorente Hernández, Ángel. Arte e ideología del franquismo (1936-1951). Visor. Madrid 1995 p. 15

3.- Viñas A. "Salvad a José Antonio" en Historia 16 nº1

4.- Libro de Miguel Primo de Rivera

5.- Argaya Roca, Miguel. Entre lo espontáneo y lo difícil. Tarfe. Oviedo 1996

6.- Gil Pecharromán, Julio. José Antonio Primo de Rivera. Retrato de un visionario. Temas de Hoy. Madrid, 1966.

7.- En Marías, Julián. Tratado de lo mejor p. 32

8.- Saña, Heleno. "Diagnóstico sobre la Falange" en Índice de las Artes y las Letras

9.- Para Paul Preston, director de la investigación de Ellwood, se trata de una "contribución única al conocimiento de la época franquista". Valoración positiva en la que estaba también de acuerdo el histórico falangista Narciso Perales (manifestadas al autor de estas líneas en una entrevista de imposible grabación) pero éste suponía que Preston había sido precisamente quien, por su declarada hostilidad hacia la Falange, había abortado lo que podía haber sido un buen libro.

10.- Un botón más de muestra sobre esta actitud maniquea de a quien hoy por hoy se le considera en la cima investigadora de la reciente historia de España, se puede encontrar en las diferencias de trato otorgadas a personalidades muertas y a su actuación política. El bueno, dado a un comunista estalinista, Enrique Lister, agente de la III Internacional, convencido defensor de los momentos más duros de la dictadura comunista hasta su muerte y de una indudable coherencia en su discurso. Trato que contrasta con el que dio a José Antonio Girón de Velasco y que no puede pasar inadvertido.

11.- "Es de esperar que los jóvenes estudiosos españoles quieran aceptar el reto y emprendan trabajos de ámbito regional o provincial que descubran las redes de corrupción y represión que han constituido la realidad del Movimiento, sobre todo en sus primeros años." Prólogo al Prietas las Filas de Sheellag Ellwood. Crítica. Barcelona 1984 p. 10.  Otra evidente muestra de animadversión (o quien sabe por qué ocultas razones) se comprueba en la afición al retrato literario. Aunque con formas poco conseguidas, los adjetivos le sirven para situar a diestra y siniestra los personajes de la Historia contemporánea de España, según su particular aprecio. Su biografía sobre Franco está plagada de esos recursos. El general Franco recibe por ejemplo los de "bajito" y "orondo". Como parece que le gustó el adjetivo lo continua con el general Primo de Rivera al que también le adjudica el de "notorio fanfarrón El Conde de Rodezno "lánguido y cínico", Don Juan de Borbón "alto y bondadoso" (por supuesto), Hedilla baila entre "matón fascista" y "cándido" o entre "obtuso" y "crédulo", Sangróniz vuelve a ser "orondo y astuto". Beigbeder "alto y moreno" o "turbio y misterioso"… A este "gran hispanista", que ha encontrado su particular Meca en esta Península, (intelectualmente muy barataria y papanata) no le vendría de más, leer para retratos o descripciones a Francisco de Quevedo a Azorín o a Luis Martín Santos

12.- Varios Autores. 50 Aniversario del Frente de Juventudes.

13.- En Actas del Congreso Internacional de oposición al franquismo UNED. T I pp 89.

14.- Ibidem T I 377-390

15.- I Encuentro de investigadores del franquismo. Barcelona 1992 pp.58

16.- En Actas del Congreso Internacional de Oposición al franquismo UNED T I pp. 453 462.

17.- Ibidem T I 463-484

18-. I Encuentro... p. 39-42)

19.- Ibidem pp. 70-72

20.- Girón de Velasco, José Antonio. Si la memoria no me falla. Planeta. Barcelona 1994 p. 37.