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  CONFERENCIA PRONUNCIADA EN BARCELONA, EN EL LOCAL SOCIAL DE FALANGE ESPAÑOLA (DE LA CALLE ROSICH, 4), EL VIERNES 3 DE MAYO DE 1935

"El Nacionalsindicalismo"

El conferenciante comenzó diciendo que a pesar de haber nacido fuera de Cataluña le bastaba sentirse en contacto con ella para darse perfecta cuenta de la fuerza de atracción de esta tierra.

Añadió que tenía grandes deseos de hablar en Cataluña, de cara a grandes masas de catalanes, porque sabía que le habían de entender.

Entró después a tratar del movimiento sindical de Falange Española, afirmando que, en general, las influencias aparentes sobre los movimientos obreros son antinacionales. Se ha cultivado por los obreros el estado de clase y quizá con mucha justificación. Además se ha desligado del problema de las clases obreras el problema total de la Patria.

Frente a esto, los partidos que se dicen patriotas han dicho que era preciso recuperar el alma de los obreros para bien de la Patria. Esto es verdad; ahora que para esos partidos la forma de recuperar el alma de los obreros era darles buenos consejos, que siempre era más barato. Pero en las luchas obreras hay algo más profundo y más serio.

Dijo que la vida popular española es espantosa. Tenemos 700.000 obreros parados. Y esto en una nación que no ha sufrido las consecuencias directas de la Gran Guerra; en un país agrícola e insuficientemente poblado.

Habló de las dificultades de vida en algunas regiones españolas, donde dijo que los obreros viven peor que los animales domésticos. Y esto no puede seguir.

Nosotros –continuó diciendo– queremos una organización sindical que, por las buenas o por las malas, vaya a la conquista de este orden económico social.

Pasó luego a tratar del capitalismo, glosando las doctrinas de Carlos Marx.

Fustigó duramente al régimen capitalista, asegurando que fatalmente está en quiebra. Expuso algunos casos para tratar de demostrar que el capital, que actúa siempre de intermediario, absorbe todas las ganancias, mientras que obreros y técnicos, que son los verdaderos productores de la riqueza, quedan relegados a segundo plano.

Afirmó que para destruir el régimen capitalista y desembocar en la revolución social que anunciaba Marx basta con abolir los títulos de propiedad. Sólo entonces será cuando ingenieros, técnicos y proletariado pasarán a ocupar el lugar preeminente que en la producción les corresponde.

Combatió, sin embargo, la revolución marxista, porque, a su juicio, no estaría caracterizada por la rápida implantación de una justicia social, sino por la extirpación de todos los valores espirituales. La revolución marxista es absolutamente odiosa y temible. A este respecto glosó unas palabras de Lenin cuando decía que "el Estado revolucionario no sería ni libre ni justo".

¿Cuál es el remedio de esto? Desmontar el sistema capitalista y sustituirlo por otro.

Aludió al Estado corporativo de Italia, y dijo que es un punto de partida, no un punto de llegada. Insistió en que hay que liberar a la producción del gran capital. Hay que volver al artesonado, y en cuanto no sea posible, al régimen sindical. Nosotros queremos sustituir el orden capitalista por el orden sindical. Este es el programa de Falange Española. Fuera de aquí, esto no podría conseguirse más que por la revolución. Pero nosotros hemos de conseguirlo con nuestro sindicalismo, que es el sindicalismo con primacía de lo espiritual. Por eso apretamos nuestras filas para conquistar el poder, por las malas o por las buenas.

Combatió el apoliticismo de las organizaciones obreras, porque hoy el Estado es demasiado fuerte y sólo puede hacerse la revolución social apoderándose previamente del Estado.

Terminó defendiendo el Estado sindical, en el que dijo no habrá tiranía y los obreros dispondrán de lo necesario para la vida decorosa.

El orador fue muy aplaudido (1).

La Vanguardia, Barcelona, 4 de mayo de 1935.

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(1)
Uno de los asistentes a la conferencia, el falangista Fontana, refiere lo siguiente: "Ibamos a comer a una fonda de Begas. Se encargaba la comida, y era día de vigilia. No sé quién pidió chuletas. José Antonio sonrió, y con aquella finura espiritual que era un constante magisterio, reprendió y mandó así: "¡Hombre!, que por una rubia estupenda se pierda el cielo está muy mal, aunque pueda explicarse; pero ¡que lo pierdas por una chuleta!..." Después fuimos a pasear, y en el transcurso de la conversación peripatética dije algo más o menos racista. Me extrañó muchísimo la repulsa joseantoniana que me valió, y recuerdo que, con este motivo, expuso su radical oposición doctrinal al nazismo por motivos religiosos. Cfr. José María Fontana: Los catalanes en la guerra de España, págs. 34 y 35. Samarán. Madrid, 1956.


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