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  CONFERENCIA PRONUNCIADA EN ZARAGOZA, EN EL CINEMA ALHAMBRA, EN EL CURSO ORGANIZADO POR EL ATENEO, SOBRE EL TEMA "EL NUEVO ORDEN", EL DOMINGO 17 DE FEBRERO DE 1935

** Comienza manifestando su profunda gratitud a la Junta directiva del Ateneo, que ante las dificultades de consideración que se le habían presentado, no ha dudado, con una terquedad que es hidalguía, clásica en esta tierra, en celebrar la conferencia, mostrando su caballerosidad para con el orador.

** Me encuentro –dice– en una situación especialísima, acogido por una parte a la hospitalidad del Ateneo, para explanar una conferencia de carácter cultural, y con un público, por otra, que espera de mí más bien un discurso político. Querría que mi palabra, sin prescindir del deseo de los asistentes, tuviese aquel primer carácter que señalé.

Creo que asistimos a la liquidación de una época. Si interpretamos la historia del mundo de acuerdo a los cielos que señalan el esplendor y el ocaso de las civilizaciones, notaremos que esa historia comprende edades clásicas y edades medias.

Las edades clásicas son aquellas que han encontrado una norma que las explique. Cuando una edad clásica ha fenecido y los hombres buscan nuevas normas, entonces se vive una edad media. Por eso la edad clásica se caracteriza por la plenitud y lo definitivo de su contenido, y la otra por su afán inquisitivo, alegre, infantil y desordenado.

Las edades medias, cuando encuentran su norma precisa, llegan a ser clásicas y, en cambio, éstas nunca devienen en edades medias, pues cuando concluyen su misión, lo hacen en forma de una invasión vertical de los bárbaros, devienen siempre en catástrofe. Y tenemos el ejemplo característico de Roma; el único pueblo que podemos contemplar en todo su cielo, con su edad media hasta Actio, año 31 de J. C., y de aquí se pasa a la etapa clásica, que concluye con la invasión de los bárbaros en 476.

** El siglo XIII es probablemente el comienzo de la última edad clásica, a cuya liquidación estamos asistiendo, y ya podemos contemplar las fuerzas que la disuelven. Han operado sobre ella la Reforma y la Revolución francesa.

* Como fecha inicial de este proceso de ruptura o irrupción, señala el orador la de 1786, en que sale a la luz El Contrato Social, de Rousseau.

** Rousseau era un romántico enfermizo y decadente, que no podía soportar las grandes cosas de los grandes imperios, que se aburría ante las edificaciones ingentes. Como no era precisamente nuestro Séneca, pues carecía de su templanza y no participaba de su inquietud, lanzó la consigna de volver a la naturaleza, que es el concepto poético en que se recogen los que no soportan las instituciones. La vuelta a la naturaleza que quiso Rousseau está concebida a semejanza de una égloga o de un cuadro de Watteau. Y es que el ginebrino crea un sistema que se caracteriza por no creer en nada. Antes todo estribaba en la realización de verdades permanentes; desde Rousseau, no. Es el querer o no querer del albedrío lo que da esencialidad a las cosas. Y así quiso edificar un sistema político que se califica por la falta absoluta de toda norma.

* Esta actitud de Rousseau, que se puso de moda, fue terriblemente disolvente. La sociedad comenzó a reírse de sí misma, a tomarse en broma, a creerse desprovista de toda razón vital de su existencia.

** Al tiempo que se incuban los movimientos revolucionarios entre los literatos y elegantes, nace la economía materialista. Con el avance de las ciencias aparece el maquinismo y surge la gran industria, lo que determina que sólo a esos factores materiales se les conceda importancia para la interpretación de la historia. El obrero, desarraigado de donde estaba, pasa a servir en aglomeraciones infectas alrededor de las grandes fábricas. Y el auge del industrialismo en el mundo moderno desencadena la guerra europea de 1914, que lega gran cantidad de mutilados, de enfermos mentales, la intromisión de la feminidad en las actividades reservadas antes al hombre. Vale decir que la catástrofe, al terminar, deja los problemas más confusos y engendra otros, como la quiebra de las industrias y la crisis de trabajo, que certifican el derrumbamiento del capitalismo.

A la crisis de la economía, motivada por la imposibilidad de colocar la proporción incalculable de productos manufacturados que ahora lanzan a los mercados las industrias bélicas de ayer, había que añadir la crisis de creencias religiosas y la crisis de la libertad. ¿No es éste el final de la edad clásica?

Al mundo le falla la libertad tan mantenida, y todo el sistema de la democracia comienza a resquebrajarse, y ante estos fracasos se acerca una nueva invasión de los bárbaros. Ahora bien, ¿se puede evitar ésta empalmando el final de una edad con el comienzo de la otra sin aquel intervalo de desarreglo? Hay que salvar, sea como sea, lo que la edad que se está liquidando tenía de bueno, porque hay que salvar cosas que son la justificación de nuestra historia.

Pero una cosa es que gravite sobre nosotros este signo trágico y otra el que nos resignemos y no procuremos luchar contra él y vencerle. Y no lo podemos evitar si caminamos hacia atrás.

* El comunismo es lo que algunos predicen que ha de venir, como solución del tránsito de una edad a otra; pero yo digo que no puede ser, porque el comunismo es precisamente la invasión de los bárbaros. La Socialdemocracia tampoco puede ser la solución, pues en su afán de insertarse en el régimen liberal no significa más que una perturbación.

Hay también los intentos del Estado totalitario; pero no me refiero al fascismo, que es una experiencia que no ha llegado a cuajar.

** Es preciso examinar con mucho detenimiento los dos ensayos verificados hasta el presente: el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán, y señalar las diferencias que existan entre ambos movimientos ideológicos. El movimiento italiano es, ante todo, clásico, tiende a lo clásico. Opera al servicio de un pensamiento, de una estructura mental. Trabaja un cerebro y su resultado se proyecta sobre un pueblo.

El germánico es todo lo contrario. Arranca de una fe romántica, de la capacidad de adivinación de una raza. Por eso es lícito aseverar que el hltlerismo es un movimiento místico, muy consustancial con la psicología alemana. Alemania, además, no es, como cree la gente partidaria de las interpretaciones gruesas, el país de la disciplina, aunque así parezca juzgado por los signos exteriores. Alemania es un pueblo muy especial. Cantan a coro muy bien, andan al mismo paso militar, pero todos los movimientos de indisciplina, de rebeldía del mundo, a lo Espartaco, han salido de Alemania.

* El Estado totalitario no puede salvarnos tampoco de la invasión de los bárbaros, además de que lo totalitario no puede existir.

El único remedio que se avizora ante tales arbitrios es "el tendido de un puente desde la orilla más próxima al precipicio" hacia una nueva Edad Media, empalmando el final con el comienzo para pasar de largo por la "invasión de los bárbaros –el comunismo–, que ha de arrasar la civilización."

** Es preciso configurar un nuevo orden, y éste es el destino de España en nuestros días. Tenemos que afanarnos por salvar a España y al mundo entero. El orden nuevo tiene que arrancar de la propia existencia del hombre, del reconocimiento de su libertad y dignidad. "La libertad del hombre y la dignidad humana son valores eternos e intangibles. El orden nuevo ha de arrancar de la existencia del hombre como portador de valores eternos. No participamos, pues, del panteísmo estatal."

* El liberalismo se burló del hombre al concederle la libertad sin una base económica, y se burló de la libertad, pues ésta no puede ser plena si al mismo tiempo no se asienta en una base económica de existencia.

Ahora bien, para que sea posible esta libertad es necesario abordar la reorganización de la economía, en bancarrota, y para esto hace falta un Estado fuerte, pero no como instrumento tiránico, sino como servidor de una gran unidad de destino patrio. No hay pueblos ni unidades libres, sino que hay unidades históricas de hombres libres, y cuando el Estado recobre esta noción de nuestro destino podremos tener autoridad hasta el punto de que la norma como el Poder sean sinónimos de acatamiento.

España podrá rehacer su vida por este camino, en el que se encuentran los valores cristianos y occidentales de nuestra civilización.

** El problema de España, más que de otra cosa, es de disciplina y de organización, pues mientras unas provincias se encuentran con exhuberancia de trigo, que hace descender su valor, y lo que es peor, determina la imposibilidad de colocación de los excedentes, en otras regiones españolas perecen de hambre sus habitantes.

Hay que redimir a los hombres de la esclavitud del pequeño territorio y hay que asegurar un precio mínimo remunerador de los productos comerciales. Y bajo el aspecto social hay que manifestar que no en todos los rincones de España se vive bien o hay condiciones mínimas de rendimiento para que los españoles subsistan. No. Hay tierras que son de por sí inhabitables, pero en la ubérrima pueden alojarse todos aquellos a quienes su desgracia les hizo habitar aquellos páramos.

* La vida de España ha de basarse en los Municipios y en los Sindicatos, pues el Corporativismo es una solución tímida y nada revolucionaria. Es necesario volver a cimentar nuestra vida en la religión y en la familia.

** Hay, finalmente, que volver a arraigar a las multitudes, ya que su desarraigo fue el mejor fermento para la revolución de signo marxista, y esto sólo es posible por medio de los Sindicatos, y mediante éstos el Estado será el ejecutor de la unidad de destino en España.

* Esta tarea le corresponde a España, de la que espero una generación de hombres jóvenes con un sentido enérgico y militar de la vida, sin asomo de egoísmos ni cicaterías. Pero para realizarla no hace falta congregar masas, sino minorías selectas. No muchos, sino pocos, pero convencidos y ardientes, que así se ha hecho todo en el mundo.

Y si la invasión de los bárbaros alcanza a otros pueblos, "España salvará al mundo de la nueva invasión de los bárbaros"; que sus habitantes puedan decir al mirar las crestas blancas de nuestros montes y el azul de nuestros mares: "Hasta allí llegó la invasión de los bárbaros; hasta estas crestas montañosas y esos mares azules, porque a ella se opusieron la decisión, el aliento y la energía de España."

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Los párrafos señalados con * proceden del resumen publicado por Heraldo de Aragón. Los señalados con ** proceden del resumen publicado por El Noticiero.


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