"Nuestra generación –afirmó José Antonio–, abrió los
          ojos en un mundo convaleciente de dos desvaríos: el liberalismo y el
          socialismo. El liberalismo, que es la actitud de un Estado sin fe, sin
          aspiración a un destino propio, mero espectador de las luchas entre
          los partidos, y el socialismo, que es la actitud de luchas rencorosas
          entre las clases, reacción de la masa obrera contra las consecuencias
          del liberalismo económico. Uno y otro envuelven un sentido de
          disgregación: partido contra partido, clase contra clase; acaba de
          perderse la idea de la Patria como unidad trascendente, superior a los
          destinos individuales o de grupo.
          Contra ese sentido de disgregación se alza el espíritu de la
          generación nueva. Nosotros, como en su perenne mocedad don Antonio
          Royo Villanova, creemos que la Patria es una unidad permanente, un
          destino histórico común, en cuyo servicio el Estado autoritario,
          vital y corporativo, debe asignar sus tareas y sus derechos a cada
          individuo y a cada clase.
          Pero para encender esta fe nueva no basta una manera de pensar,
          hace falta un modo de ser: un sentido ascético y militar de la vida;
          un gozo por el servicio y por el sacrificio, que, si hace falta, nos
          lleve, como a los caballeros andantes, a renunciar todo regalo hasta
          rescatar a la amada cautiva que se llama nada menos que España."
          (1).
          La Nación, 25 de agosto de 1933.
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          (1) Para organizar el mitin de "afirmación
          españolista", se tomó el pretexto de rendir un homenaje a don
          Antonio Royo Villanova, quien acababa de manifestar en las Cortes que
          el Estatuto de Cataluña no se podía tolerar. Como don Antonio
          opusiera algunos reparos formales a la disertación de José Antonio,
          éste aprovechó para replicarle, en tono de broma, y con gran cariño
          y respeto: "No corra usted el peligro de las mujeres muy gordas
          en algunas barracas. Mire usted, don Antonio, que se expone a que le
          llevemos por las ferias, gritando: "¡Pasen, pasen, señores, a
          ver el último ejemplar de la fauna liberal!"