Traslado del acta de constitución del libro de actas inutilizado
          el 15 de febrero de 1934:
          "En Madrid, a dos de noviembre de 1933, reunido el núcleo
          iniciador de "Falange Española" en el domicilio de dicha
          entidad, calle de Torrijos, número 46, principal 'A', y habiendo
          transcurrido el plazo de ocho días determinado en el artículo 4 de
          la Ley de Asociaciones de 30 de junio de 1887, acordó dicho núcleo
          lo siguiente:
          1º. Constituir la entidad "Falange Española".
          2º. Nombrar la siguiente Junta Directiva:
          
          Comité de Mando.– Don Julio Ruiz de Alda, don Alfonso
          García Valdecasas y don José Antonio Primo de Rivera.
          
          Delegado de Estudio.– Don Rafael Sánchez–Mazas.
          
          Delegación de Organización local.– Juan Martínez Cabezas.
          Secretario.– Don Elíseo García del Moral y Bujalance.
          
          Tesorero.– Don Ramón Ayza.
          
          Vocales.– Don Agustín Escudero, don Antonio Bouthelier
          Espasa y don Mariano García."
          El Secretario,
          Fdo. ELISEO DEL MORAL
          Por el Comité de Mando como Presidente.
          Fdo. Julio Ruiz de Alda
          De Informaciones, 2 de noviembre de 1939. Proporcionada por
          el camarada Francisco Martínez Soto.
          
          a) – En este pequeño grupo que hoy inicia la lucha no habrá
          superiores ni inferiores: somos como en los primeros tiempos de la
          Compañía de Jesús, un grupo de hombres de buena fe que debemos
          censurarnos todos a fin de acertar.
          b) – Yo soy católico convencido –decía José Antonio a Bravo,
          el domingo 24 de junio de 1934–. Pero la tolerancia es ya una norma
          inevitable impuesta por los tiempos. A nadie puede ocurrírsele
          perseguir a los herejes como hace siglos, cuando era posiblemente
          necesario. Nosotros haremos un Concordato con Roma en el que se
          reconozca toda la importancia del espíritu católico de la mayoría
          de nuestro pueblo, delimitando facultades. La infancia será educada
          por el Estado; mas los padres que quieran dar a sus hijos una
          instrucción religiosa podrán utilizar los servicios del clero con
          plena libertad. El culto será respetado y protegido.
          c) – He hecho dos veces Ejercicios, una de ellas con ocasión de
          una gran crisis espiritual, y ambos me sirvieron de gran alivio y
          vigorización.
          – Si me lo ordenas –contestó Foxá, que era su interlocutor–
          te acompañaré en el retiro de la próxima Cuaresma. Iré contigo
          como subordinado falangista.
          – Yo no puedo ni debo mandar eso como jefe –replicó vivamente
          José Antonio–. Os lo aconsejo como amigo. Ahora, si no os ponéis
          bien con Dios y os toca caer un día, no aleguéis allá arriba el
          acto de servicio para libraros del infierno. Yo soy misionero de
          España, no misionero de Dios, como le digo a veces a Mateo.
          d) A Nieves Sáenz de Heredia, que cejaba por tener razón en
          cierto pleito de poca monta, le preguntó José Antonio:
          – Si Dios quisiera conducirte ante el Supremo Tribunal de los
          Cielos, ¿insistirías en la demanda pretendiendo tener de vuestra
          parte la justicia?
          – No. En este caso no insistiría –contestó Nieves contrita.
          – Pues hazte cuenta de que yo os pregunto eso mismo desde allá
          arriba –sentenció sonriente José Antonio.
          e) José Antonio pertenecía a la Orden de Santa María de la
          Misericordia o Merced de los Cautivos, la españolísima fundación
          que en el siglo XIII –el siglo de las catedrales y de las Navas de
          Tolosa, de Santo Tomás y San Luis– por mandato divino creó San
          Pedro de Nolasco, que ciñó primero la toga militar para que sobre
          ella le fuera impuesto el blanco escapulario. La devoción de José
          Antonio por estos monjes soldados, que en tierra de moros se
          adelantaban a rescatar cautivos, no tenía límites. Al ser detenido
          mandó pedir el escapulario que como caballero mercedario tenía y que
          pendía siempre de la cabecera de su cama.
          __________
          a) Elíseo García del Moral, en la revista Y, edición de
          septiembre de 1941. La fecha de ese pensamiento joseantoniano
          corresponde al 22 de octubre de 1933. Una semana después, el mismo
          día del acto fundacional de la Comedia, comentó ante Julio
          Valdecasas y los hermanos Peláez: "Hoy he oído misa temprano,
          en un convento de monjas, donde todas han rezado para que Dios nos
          ilumine."
          b) Francisco Bravo "José Antonio, el hombre, el jefe, el
          camarada", op. cit.
          c) Diálogos de José Antonio con el poeta Agustín de Foxá,
          según Ximénez de Sandoval, op. cit. págs. 367-369:
          d) Diálogo con Nieves de Heredia, según Pavón Pereyra, cit.
          
          Desde el instante mismo de su última detención, el aciago 14 de
          marzo de 1936, José Antonio dedicó buena parte de su tiempo a
          reconstruir y ajustar todo el aparato del Movimiento insurreccionar.
          Sus dotes de organizador le permitió montar dentro de la Cárcel
          Modelo, de Madrid, un sistema de comunicaciones y de agitación tan
          eficaz, que la Falange clandestina funcionaba detrás de los muros
          mejor aún que en los días anteriores a su encarcelamiento.
          Sabido es que no tardaron en seguir su suerte los más
          caracterizados dirigentes del Sindicato Español Universitario, y
          José Antonio consideró entonces que aquella coyuntura era una
          preciosa ocasión para perfeccionar el proceso formativo de los
          estudiantes; decidió instalar –en un alarde de adaptación a las
          circunstancias– una especie de Academia de Mandos en lo que él
          denominaba humorísticamente "Cuartel General de la
          Falange".
          Como primera medida hizo traer de su biblioteca particular de la
          calle de Serrano, 86, utilizando los buenos oficios de su secretario
          Andrés de la Cuerda, una selección de textos, y ya con ellos en la
          mano comenzó la distribución de tareas, auxiliado por los miembros
          de la Junta Política, y, en particular, de Julio, Rafael, Raimundo,
          el doctor Barrado, Valdés y Alejandro Salazar.
          Pero veamos sus lecturas más asiduas en la Cárcel Modelo. En
          primer término anotaremos "La Biblia", que le envió la
          camarada Carmen Werner. El ejemplar de "Don Quijote de la
          Mancha", que le entregó Azorín, con una curiosa dedicatoria, en
          la que propone a José Antonio que use el mote de "El
          Bueno".
          Viene luego el notable "Conde-Duque de Olivares", que
          Marañón le regaló espontáneamente el 3 de mayo, con la siguiente
          dedicatoria: "Como la lectura de mi libro ha suscitado tantos
          comentarios, hasta el punto de establecer algunos un parangón con la
          interpretación que doy a mi biografiado y la figura de su padre,
          tengo interés en que sepa usted, admirado José Antonio, que esto no
          responde a ningún propósito determinado, ya que la figura del
          general Primo de Rivera aparece día en día más clara y alta,
          diáfana y sincera, en el pensamiento de los españoles,
          agigantándose ante la labor del historiador."
          Seguimos la nómina con la sugestiva obra de George Sorel:
          "Reflexiones sobre la violencia". De Harold Joseph Laski, el
          teórico laborista, el ensayo "¿La democracia en crisis?".
          Oswald Spengler se hacía presente con su célebre "Decadencia de
          Occidente", traducción de García Morente, en cuatro tomos.
          Los textos de Spengler, a indicación de José Antonio, fueron
          adoptados por los elementos del S.E.U. como primer material de sus
          comentarios políticos en aquel Seminario de formación a que venimos
          aludiendo. Resulta evidente que el Fundador tenía intención de
          inclinar a cada uno de los universitarios hacia determinadas materias,
          aconsejando que los libros que sirviesen de análisis se desmenuzasen
          por grupos de estudio. También recomendó en el ala del S.E.U.
          "España invertebrada", de Ortega y "Defensa de la
          Hispanidad" de Maeztu: de esta última obra él mismo entregó un
          ejemplar a Ródenas. Anota Jato que "su imaginación y fervor
          literario le llevó a comenzar un ensayo sobre una orden nueva
          católica y militante, seno de la minoría que moviese el mundo
          hispánico". Ese ensayo no era otro que el que titulara
          "Germanos contra bereberes", que espero leer algún día
          junto a su drama bíblico "Moisés", y a su novela
          autobiográfica "El navegante solitario".
          A continuación recordemos, entre los temas de polémica, títulos
          como "Historia de la revolución rusa. La revolución de
          febrero", de León Trotsky, en traducción directa del ruso por
          Andrés Nin, el enigmático orquestador del P.O.U.M. ibérico, que los
          comunistas liquidarían en Barcelona. De Werner Sombart, su obra más
          representativa: "L'apogée du capitalismo", en dos
          volúmenes; de Alexis Carrel: "La incógnita del hombre";
          José Ortega y Gasset aparecía otra vez con "La rebelión de las
          masas". Dos biografías de Hilaire Belloc señalaban las
          predilecciones de José Antonio por ese género literario: "Cromwell"
          y "Enrique IV".
          El Fundador releía a menudo la "Historia de la
          Filosofía", de August Messer, recién traducida por Zubiri y
          Xirau, con una frecuencia que sólo podía disputar otro manual
          clásico y eterno como la "Conjuración de Catilina", de
          Cayo Salustio.
          En la Prisión Provincial de Alicante, José Antonio padeció una
          verdadera escasez de libros. Con todo, pudo salvar su
          "Biblia", y otro libro de Spengler: "Años
          decisivos". Más tarde agregaría a esta parva lista los
          "Ensayos completos", de Miguel de Unamuno, en seis
          volúmenes, y alguna biografía de Belloc: "Richelieu" de la
          que estuvo dos ejemplares. El primero se lo proporcionó, el vizconde
          de Mamblas, y como en una requisa se lo robaron, José Antonio
          aprovechó la presencia del juez instructor de su último proceso para
          solicitar otro ejemplar del secretario judicial, López Zafra. Este
          funcionario le facilitó asimismo, de Eca Queiroz, "Prosas
          bárbaras".
          Omitimos, por considerarlas demasiado prolijas, las referencias de
          otros libros que sabemos, positivamente, le fueron obsequiados a José
          Antonio durante su permanencia en el fatídico "Abanico",
          cuyo pavimento salpicaría la sangre de una de las inteligencias más
          lúcidas y preclaras de la Universidad española: la de Fernando Primo
          de Rivera. Las obras regaladas por Contreras, Almagro San Martín,
          Ledesma Miranda, Marichu de la Mora, Ximénez de Sandoval, y las que
          le llevaron a la Provincial de Alicante, Alberola, Mamblas y Víctor
          de la Serna, figuran entre ellas. Todo ello explica su frase: "No
          me importan los años de cárcel. Repasaré el bachillerato."
          Pero cuando las detenciones en masa amenazaron con desarticular los
          cuadros de más arriscada beligerancia, previno: "No quiero ni un
          preso más en la Modelo. Tan sólo hay una razón para que os acoja
          aquí con júbilo: el cumplimiento de una orden mía capaz de salvar a
          España. Si alguno viene por motivo que no sea ése, usaré de toda mi
          autoridad de Jefe Nacional, para hacerle poner inmediatamente de
          patitas en la calle..."