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PALABRAS PRONUNCIADAS EN LA APERTURA DEL PRIMER CONSEJO NACIONAL DEL S.E.U. EL DIA 11 DE ABRIL DE 1935

Después de recordar los primeros pasos de la Falange, aun ni siquiera nacida, en una pieza de la calle de Alcalá Galiano, donde se reunían los primeros, dijo:

Luego vino la salida pública y las interpretaciones interesadas: para unos éramos, en lo secreto, nostálgicos de cosas idas; para otros, la fuerza de choque del orden burgués; todos se equivocaron; somos de veras lo que dijimos desde el principio: nacionalsindicalistas. Por eso nos apresuramos a estructurarnos en sindicatos. Los sindicatos no son órganos de representación, sino de actuación, de participación, de ejercicio. En ellos se logra armonizar al hombre con la Patria al través de la función, que es lo más auténtico y profundo.

El primer sindicato que nació fue el de Estudiantes, que hoy –¡quién lo hubiera dicho hace dos años!– se ha adueñado de todas las Universidades españolas e inaugura su primer Congreso Nacional. En esta hora los camaradas estudiantes tienen que meditar acerca de tres órdenes de deberes:

Primero, en sus deberes para con la Universidad, que no ha de ser considerada como una oficina de expedición de títulos, sino como un organismo vivo de formación total. Así, el sindicato, dentro de la Universidad, tiene que cumplir dos fines: el propiamente profesional, escolar –donde nuestros camaradas han de aspirar a ser los primeros– y el de aprendizaje para los futuros sindicatos, en que el día de mañana se insertará cada uno.

Segundo, en sus deberes para con España. La ciencia no puede encerrarse en un aislamiento engreído: ha de considerarse en función de servicio de la totalidad patria, y más en España, donde se nos exige una tarea ingente de reformación.

Y tercero, en sus deberes para con la Falange, donde el sindicato de Estudiantes ha de ser gracia y levadura. Por eso han querido introducir en él sus más activos venenos de desunión todos los enemigos declarados o encubiertos de lo que representa la Falange.

Si cumplís estos tres deberes, estad seguros de que España será nuestra.

Sólo nuestra debilidad interior nos puede deparar la derrota. Pero si permanecemos unidos y firmes, veréis cómo un día, cuando seamos viejos y veamos en torno nuestro la nueva España de nuestros hijos, recordaremos esta mañana primaveral, que aún tiene luz inverniza, con la satisfacción de los que no están descontentos de su obra.

(Arriba, núm. 5, 18 de abril de 1935)


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