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VAMOS TIRANDO

(El Parlamento visto de perfil.)

Como en una moneda demasiado sobada por la codicia y el despilfarro, la oferta y la demanda, este perfil del Parlamento se borra por días, se achata, pierde gracia y relieve, abruma con la vulgaridad del troquel y con la acción del tiempo. Habrá que terminar por dejarlo a su infortunio y tomar la pluma a la hora de la necrología. Ya es mucho disco y suena mal, porque la aguja está desgastada y la placa impone soponcios a cada rajadura.

La semana parlamentaria –¡qué cansancio, Dios nuestro!– ha parecido rejuvenecerse llevando a sus escaños un pleito disfrazado de juventud: lo de los estudiantes de la F.U.E. Pleito viejo, olla podrida. No merecía la pena (ni la gloria); pero, en fin..., intervención emplomada del señor Pavón, profesor de Literatura, "si que diputado", que lo cortés no quita lo valiente. Discurso del mejor estilo alcalazamorano, bordado de citas. Pañito de Lagartera, modelo de Acción Popular. Y la intervención de Hernández Zancajo. Merece este clásico un punto y aparte. Lo más aparte posible.

Hernández Zancajo es un chófer. Un chófer de cartel, como Largo Caballero un estuquista, oficio casi prehistórico. De cartel los dos. De cartel electoral, se entiende. Los socialistas designaron al chófer Hernández Zancajo para que interviniera en el debate de la F.U.E. ¡Bueno! El hombre intervino e hizo lo que pudo. En el mundo dormido del Parlamento, oficina con cuatrocientos setenta y tantos empleados de doce mil pesetas, el chófer Zancajo cumplió asistiendo a la oficina. No vamos a regañarle, ni mucho menos.

EL ÚLTIMO CRONISTA DEL PARLAMENTO

Y apenas nada más en la semana. Gris, gris, gris. Bostezo nacional de lo que se alimenta, algo así como la antinación desvencijada y el dolo social convenientemente legalizado. Lo mismo de siempre. De Bugallal a Gil Robles, un suspiro de poltrona. Y el cronista don W. por los pasillos. Ingenioso, sutil, lo que se llama en los salones de nuestra burguesía un "cáustico". Todo un señor cáustico. Su estilo se balancea entre el peluche de Benavente y las esperanzas de Sánchez Román. Cruza, entrecruza... Los diputados le miran con admiración y miedo. ¡Tiene una pluma terrible! Lo que se dice un cáustico. Ultimo cronista del Parlamento; él escribirá el artículo último cuando el Parlamento muera. Será delicioso. En tanto, nosotros pensamos en que este sainete es ya un drama insoportable. Y en que don W. encuentra, sin duda, más fácil ensayar una sutileza sobre la camisa de la Reina Católica que exaltar esa prenda a categoría y honor de raza. Cuando se acabe el Parlamento, la adaptación de la bagatela al deber castrense y heroico de las plumas españolas va a proporcionar muchas víctimas...

(F.E., núm. 6, 8 de febrero de 1934)


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