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PEDAGOGÍA DE LA CANCIÓN (I)

LA CANCIÓN EN EL FRENTE DE JUVENTUDES

Si hay un tipo de pedagogía en el que se ha valorado extraordinariamente la canción como instrumento formativo, ésta ha sido la del Frente de Juventudes; de forma más intensa, por supuesto la juventud "afiliada" (FFVV, FFJJ de F, OJE) , pero también la "encuadrada" recibió el impacto del Cancionero, ya fuera en el marco de las asignaturas de la Delegación, ya fuera a través de los Campamentos de aprendices o escolares. Es, no obstante, en las Unidades Voluntarias donde se lleva a cabo una verdadera "pedagogía de la canción", que sobrepasa, con mucho, el hecho de ser un puro elemento folklórico o auxiliar. Las canciones debían ser "la expresión vibrante del sentir del individuo o de la comunidad" [1] y, como tal, se prodigaban en todo momento y lugar:

"Un cancionero para la soledad y la camaradería, para el gozo y la adversidad, para lo serio y lo humorístico; para la escuela y la calle, para el reposo y el avance, para la marcha y el campamento, para la casa y el cuartel, las aulas y las trincheras" [2].

Igualmente recogía el Cancionero cualquier tipo de temas y de canciones, "ya que siempre hubo una canción para cada momento de la vida, ya fuese de alegría o de tristeza. La muerte, el decaimiento, la lluvia, la noche, la novia, el compañero caído, la decepción política, y muchos otros aspectos de la vida individual y colectiva, se han visto representados en el Cancionero de Juventudes" [3]. Realmente, "el Frente de Juventudes no puede ser entendido sin la canción" [4].

Contó con la talla de músicos como Federico Moreno Torraba, Juan y Félix Tellería, Joaquín Rodrigo, Peris Lacasa, Asins Arbó, Cuesta Polo, Agustín Paíno...; los autores de letras, sin embargo, lo fueron en menor número: Enrique Llovet, Tomás Borrás. José Mª Cernuda, José García Nieto, Jaime Ferrán, Adriano Gómez Molina, Daniel Pato Movilla..., porque prevaleció la canción anónima y, a veces, la de inspiración colectiva. Si bien hubo de todo, la calidad musical de muchas canciones es evidente, así como la belleza poética de algunas letras, claro está, dentro de las coordenadas de la poesía falangista de cada época, con preferencia de los temas clásicos, a veces, devenidos en tópicos. Por supuesto, nos referimos en este caso a las canciones propias (llamadas generalmente "marchas") , descontando las del acervo popular y tradicional, y otras características de ambientes juveniles y desenfadados, que no incidían en esa parte seria del "mensaje" político.

En cuanto a la cantidad, baste señalar que el "Cancionero de Juventudes" de José de Arriaca, especie de memorial de la canción con constantes incursiones a la historia de la institución, incluye, sin afán de totalidad, hasta ciento sesenta y cinco letras de "marchas" en el texto propiamente dicho, más un número indeterminado de variantes de las anteriores y otros cantos más olvidados o menos popularizados en notas y anexos [5]. En el cancionero anexo al "Manual del Jefe de Centuria" de 1943, se incluyen cuarenta y nueve, de las que veintiuna pertenecen al "propio" y veintiocho son regionales; en el de 1947, hay doscientas cuarenta y dos, de las que cincuenta y cuatro son "marchas". Posteriormente al Cancionero de Arriaca fueron surgiendo canciones sueltas, prácticamente hasta 1977, año de desaparición de la Delegación de la Juventud.

Es imposible hacer un seguimiento de los cancioneros que iban siendo publicados; desde el de las OOJJ de Asturias (1940) , que cita Arriaca, hasta la última edición de la Jefatura Provincial de la OJE de Madrid [6] , habrán sido innumerables, casi todos desaparecidos o archivados celosamente en bibliotecas particulares [7]. Téngase en cuenta que, aparte de los de carácter nacional, editados como obras específicas de la Delegación, o de la Ayudantía de las FFJJ de F o de la Jefatura de la OJE, cada provincia editó los suyos; los manuales de Mandos contenían un anexo de canciones con menos cantidad y más selección, y, normalmente, cada curso o campamento lanzaba a ciclostil sus hojas de canciones, algunas de ellas compaginadas formando una obra de envergadura. Para facilitar el seguimiento del tema, he utilizado preferentemente para esta Tesis el ya repetidamente mencionado "Cancionero de Juventudes" de José de Arriaca, por la riqueza de su contenido documental y el de 1947, que incluye partituras.

El interés por la canción como elemento educativo y/o de proyección política procede de los primeros momentos de las organizaciones juveniles falangistas. Así, Sancho Dávila, primer Delegado Nacional de las OOJJ, nos habla en "medios formativos" de la importancia de las canciones y la música [8] , y en la misma época, una circular de Gutiérrez del Castillo, Secretario de dicha organización, propone, entre las soluciones para "reanimar el espíritu", las canciones y los coros, con una especial llamada de atención "a estos medios formativos": "coros, canciones regionales, cada provincia las suyas, orquestas, etc." [9]. El propio himno de lo que más tarde sería el Frente de Juventudes –"Prietas las Filas"– fue declarado oficial como "Canción del Flecha", el 12 de mayo de 1938 [10].

En 1942, una instrucción del Delegado Nacional viene a instituir el "Día de la Canción" como "celebración propia del Día de la Victoria" para el 12 de abril [11]. Dejando aparte las connotaciones que esta reconversión de la efemérides oficial del Régimen lleva aparejadas en el aspecto ideológico, y que son estudiadas en otro lugar, esta norma representó una institucionalización de la canción como elemento propio; los concursos de canciones, los coros, la promoción del cántico en las Unidades y actividades, traspasaron el estrecho marco de los Campamentos o "cuarteles" para adoptar dimensiones provinciales o nacionales. A la vez, bandas de música, rondallas o, simplemente, grupos de armónicas, eran el elemento auxiliar. La revista "Mandos" incluía en cada número letra y música de una canción, así como aportaciones de lectores con el puntaje de las tonadas para armónica.

El citado "Manual del Jefe de Centuria" de 1943 establece que éstos mandos deberán saber "además de los himnos de la Falange y del Frente de Juventudes", seis canciones de marcha, "de música y letra españolas" (alusión a las adaptaciones" de la coyuntura europea), los Jefes de Grupo (más tarde, Jefes de Falange) cuatro, y los de Escuadra, por lo menos dos [12]; en el "Manual de Campamentos" de 1945, se indica que en los turnos de veinte días deben impartirse catorce clases de canciones [13] , sean indistintamente de Flechas o Cadetes (por lo tanto, afiliados) , Aprendices o Escolares (juventud encuadrada).

Es interesante la lectura de los textos sobre este aspecto que incluye el Plan de Formación de las Falanges Juveniles de Franco de 1955. En "Trato Social" de Flechas [14] empieza por justificar la importancia de las canciones en las que "el canto colectivo de nuestros camaradas pregona por campos y ciudades, riscos y veredas, la fe ilusionada en la tarea de hacer una España limpia y justa como un entrañable hogar" [15]. Al recoger el folklore popular, se contribuye "a la unidad, comprensión y cariño de todos los pueblos y regiones". Se califica a la canción de "necesaria, útil y formativa":

"Su necesidad estriba en ser la válvula de escape para pregonar una fe, una ilusión y una esperanza; fe en Dios, en España y en nosotros mismos; ilusión en la tarea de servir a Dios, a la Patria y a la Justicia; esperanza en un provenir más digno y más justo para el pueblo español. Es útil porque el que canta arrastra en pos de sí a los indecisos, enardece a los timoratos y sacude a los perezosos. Es formativa porque contribuye eficazmente a hacer superar las propias flaquezas y debilidades, inyectando ilusión decidida y optimismo esperanzado, salud del alma y fortaleza del espíritu, y, sobre todo, porque el joven que no canta es triste, enfermizo, rencoroso y descreído.

Por medio de los coros se consigue inculcar en los camaradas cualidades tan necesarias en la vida como saber fijar y mantener la atención, y la autodisciplina, además de educar la voz y depurar el gusto musical (...)" [16].

Oportunamente se especifica que no es lo mismo cantar que gritar, y que están equivocados los que creen que se debe cantar a toda voz "para dar más fuerza de expresión a la letra y mayor virilidad a la música", avisando del ridículo en que se puede caer y, lo que es peor, en conseguir efectos contrarios sobre los involuntarios oyentes. En los mismos aspectos se incide en el "Trato Social" para Cadetes, del mismo Plan de Formación [17], porque "esas manifestaciones del buen espíritu juvenil pueden ser perjudiciales para el prestigio de la organización si se manifiestan de una forma desagradable o molesta".

Nueve años mas tarde, el Plan de formación de 1964, ya en la etapa de la OJE, especifica que no basta con que se cante, es preciso que se cante bien [18] se insiste en que la canción no es una actividad accesoria, sino que tiene , por sí valor educativo, ya que la componen la música, (sustancia, latido), el ritmo, ( nervio), la letra, (mensaje), e, incluso la historia e la canción, como elemento importante que enseñar. Por tanto, " la música como la letra, forman el cuerpo de la canción, el mensaje es su alma" [19]. Finalmente, el Plan de Formación de 1973 es mucho más sistemático, al desarrollar toda una didáctica de la canción (que se contemplará más tarde), cuyo autor y recopilador es el O.I. Fernando Soto Campos. Como dato anecdótico, se puede añadir que en "Mi Campamento", casi obra póstuma de la Delegación de la Juventud, en su 2 ª edición de 1976, se dice que "cantar expresa alegría, optimismo, juventud, vitalidad"; que "con las canciones rendimos culto a nuestra patria, a nuestros sentimientos nobles, a nuestros ideales, a nuestras esperanzas , y que "los coros, además, disciplinan nuestra voluntad" [20]. Insiste también en los mismos aspectos de educación, civismo, respeto y urbanidad que en Plan de Formación de 1955, de las ya lejanas FFJJ de F.

 

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